21. Amistades del pasado (+18)

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Ahora que los chicos estaban en Hogwarts me propuse a hacer algo que llevaba tiempo retrasando. Volé hasta el norte de Inglaterra. Los recuerdos de mi paso por esa ciudad no habían sido muy agradables así que deseaba que no se volvieran a repetir. Descendí el vuelo, intentando no ser vista por nadie, guardé mis alas y caminé por las estrechas y sucias calles hasta llegar a mi destino: una casa cuadrada hecha de ladrillo con ventanas grises y sucias.

Respiré profundamente. 

La última vez que había estado allí había llegado en una situación complicada. Un escalofrío me recorrió el cuerpo mientras me acercaba a la puerta. No sé ni cómo se atrevió a dejarme una copia de sus llaves...

Subí los dos peldaños y abrí la puerta con el juego de llaves. Al abrirla, me encontré con un pasillo estrecho. En la casa reinaba el silencio y me adentré en ella. Al final del pasillo la luz era más intensa así que dirigí hacia allí.

La pequeña sala diminuta con las paredes cubiertas de libros estaba igual a como la recordaba. La mayoría eran libros de pociones y algún que otro de magia avanzada. Oí unos pasos por el pasillo pero hasta que estos se detuvieron no me giré.

Tenia que admitir que estaba cambiada. Llevaba el pelo más corto y con mucho menos volumen. Tenía alguna que otra onda pero estaba claro que hacia tiempo que había dejado de cuidárselo. Llevaba puesto unos vaqueros, una camiseta blanca con una chaqueta gris. Sus ojos marrones estaban muy abiertos mientras me miraba.

- Tu hermano me dejó la llaves – dije mostrándole las llaves haciendo ruido con ellas.

La morena siguió mirándome sin decir nada. En realidad, esperaba que me gritase o me tirase todos los libros del armario. Me resistí a mirar que pasaría cuando me presentase en mi casa y le dijera: "Hola, estoy viva". No solía improvisar mucho, me había acostumbrado a basar mis acciones y discursos en las visiones del futuro. Pero esta vez había decidido no hacerlo y cada segundo que pasaba sin que ella dijese nada, me arrepentía cada vez mas.

- Sé que debí escribirte pero... - me hizo una señal de que me callase y eso hice. No sabia si había alguien más en la casa, a lo mejor había echo mal en venir...

- Creo que estoy hablando con un fantasma.

Solté una carcajada seca. Estaba claro que Angelina no había cambiado. Aquella joven morena y tez pálida con la que había compartido tantas aventuras y algún que otro secreto ahora era una mujer adulta que me miraba como si fuese una desconocida.

- Ya sé que ha pasado mucho...

- 17 años – dijo ella sin titubear.

- Si – asentí, entumecida.

- ¿Te han tenido presa en un tanque congelado o algo así? Porque no entiendo porque yo tengo arrugas y canas y tu luces como cuando teníamos 17 años...

- Sí, bueno, eso es otra cosa de la que también tengo que hablarte. - Dije lentamente analizando su reacción.

No me esperaba que se diese la vuelta y saliese del salón. Hasta que escuché abrir armarios y el sonido de las tazas al chocarse no me relajé. Entró al salón con una taza de té humeante y me la entregó

- Yo necesito algo más fuerte – dijo al ver que le iba a preguntar si ella no pensaba tomarse un té

Se acercó a un mueble bar y sacó una botella de whiskie de fuego. Se sirvió un trago y se lo bebió de golpe. La miré con los ojos abiertos.

- No pienses que me he vuelto alcohólica o algo así pero necesito un poco de ayuda – dijo y tomó una larga pausa – Pensé que no respondías a nuestras cartas porque estabas pasando un momento duro por la reciente muerte de tus padres; después cuando no apareciste en la estación de tren, empecé a dudar. Quise pensar que le habías dicho a los profesores que necesitabas un poco más de tiempo para pasar el duelo... pero cuando llegó octubre y los profesores nos daban excusas... Exploté. Iba todos los días al despacho de Dumbledore y solo nos decía que no nos preocupáramos, que simplemente estabas enferma y no podías asistir a clase. Bien. La excusa funcionó los primeros dos meses pero después nos dimos cuenta de que nos tomaban el pelo. Llegamos a pensar que habías muerto. Nadie respondía a mis cartas, ni siquiera Sirius. Incluso pillamos a Dumbledore y McGonagall hablando de ti en voz baja. En cuanto llegó las vacaciones de Navidad me planté en la casa de James y Lily. Me costó mucho convencer a mi hermano de que me dijese donde vivían porque por supuesto él lo sabia. - Angelina se calló y me miró. Podía ver el odio en el brillo de sus ojos

Una vida diferente: Always by your side (Sirius Black y tu)Where stories live. Discover now