CAPÍTULO 1

85.1K 5.2K 1K
                                    

Leucemia

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Leucemia.

Leucemia linfoblástica aguda infantil.

Fueron las palabras de la doctora mientras leía angustiada el documento del último examen de rutina diaria de mi hija de hace dos años atrás. No entendía por qué o la razón de aquella enfermedad, pero mi mundo se vino abajo cuando, en ese mismo instante, la doctora me explicó cada detalle. Cáncer.

Mi hija, apenas una pequeña niña que no comprendía por qué experimentaba constantes mareos, vómitos y cansancio. En aquel momento, me sentí completamente desorientada; mi capacidad de razonamiento se desvaneció en cuestión de segundos. Habíamos estado celebrando su tercer cumpleaños justo antes de que todo cambiara. Nos encontrábamos disfrutando de la celebración en la casa de mis padres, rodeados de familiares y algunos amiguitos de mi hija. La alegría y risas llenaban el patio, pero de un momento a otro el temor se apoderó de mí cuando tuve que trasladarla, con la ayuda de mis padres y hermano, al hospital de emergencia debido a su desmayo.

Desde ese día, la vida de mi niña dependía de las quimioterapias que le administraron una semana después, apenas salieron los resultados de los exámenes con el diagnóstico. No sabía cómo explicarle a mi hija la razón por la cual estaría conectada a unos aparatos; no tenía las fuerzas suficientes.

Las primeras semanas fueron difíciles, viendo cómo le administraban las dosis intermedias en las venas para que la doctora pudiera observar cómo reaccionaría su cuerpo. El cansancio era frecuente cuando salía de las sesiones, y yo trataba de arrancarle algunas sonrisas para que no estuviera triste. Sus lágrimas, sollozos y súplicas partían a mi corazón, al no poder hacer nada para que su dolor se convirtiera en el mío y desapareciera de su cuerpecito, para que dejara de sufrir.

Siento las lágrimas deslizarse por mis mejillas, pero las limpio rápidamente con disimulo cuando los ojos hinchados de mi hija, que está al frente de mí a algunos pasos, acostada en la cama del cuarto del hospital, me observan. Le doy una sonrisa cálida, acercándome a su lado y fijándome nuevamente en sus ojos parecidos al océano, hipnotizándome con su mirada, como lo hace todos los días de mi vida.

Mi pequeña castañita de apenas cinco años cierra sus ojitos con mucha fuerza, apretando sus manitas en un puño que se vuelve blanco con motas rojas en su piel. Con cuidado, pongo mi mano en su puño, acariciándola suavemente para no lastimarla con los cables que están conectados a su piel pálida. 

—Estoy aquí, mi castañita. —Guío mi boca a su frente con gotas de sudor y presiono mis labios, dándole besos—. Estoy aquí, mi amor.

—Tengo mucho frío, mami —murmura lentamente—. Tengo frío y tengo mucho sueño, mami.

—Solo un poquito más, amor. —Doy otro beso en su frente y luego en su pequeña nariz fría—. Ya falta poco, mi castañita.

Su labio tiembla.

—Duele mucho. —Se muerde el labio logrando lastimarlos de nuevo—. Mami...

Trago el nudo de la garganta cortándome las palabras que no quieren salir de mi boca.

MI PEQUEÑO SECRETO - NUEVA VERSIÓNWhere stories live. Discover now