MI PEQUEÑO SECRETO - NUEVA VERSIÓN

PREFACIO

Seis años antes.

Aina Williams.

Dos rayas.

Dos rayas rojas.

Me quedo inmóvil, con el corazón latiéndome a mil, sosteniendo entre mis manos el test de embarazo que no hace más que mostrarme esas dos finas rayas rojas, confirmando mis sospechas. Siento cómo me quitan rápidamente el test y yo no hago el mínimo intento de reprochar nada, ya que en estos momentos mi cabeza está maquinando a toda celeridad.

Escucho murmullos a mi alrededor y empeora aún más cuando caigo en cuenta de que no sé qué hacer. No sé cómo afrontar los nuevos cambios que vendrán en mi vida. Estoy embarazada y aunque me hacía la idea de que mi recelo no sea verdad, mi miedo y la preocupación terminan por abarcarme.

—A veces estos test fallan —habla mi mejor amiga, pero no la miro—. Debemos de asegurarnos de que estas benditas pruebas sean 100% seguras.

—Salió positivo, Julieta.

Había estado prácticamente toda la mañana encerrada en mi habitación sin que aún tomara una decisión. No tenía el valor de ir al baño y hacerme la prueba, pues los nervios y el miedo me estaban dominando. Sin embargo, si no fuera por la pequeña discusión que había tenido con mi mejor amiga, Cristian no se habría enterado de nada hasta estar segura con los resultados y contárselo.

Esperaba un regaño de mi hermano, pero, para mi sorpresa, tomó la caja de las manos de Julieta y me la entregó, encerrándome en el baño de mi habitación, citando: «No sales de ahí hasta que tengas los resultados». Lo hice sin pensarlo demasiado, creo que más por el miedo a que alguien más se enterara.

—Existen las pruebas de sangre, ¿verdad? —interviene Cristian; la pregunta queda en el aire sin respuesta—. Aina...

No respondo.

—Sí existen, genio, pero su ginecóloga no está en Barcelona —explica Julieta mientras sus pasos resuenan por la habitación—. De todos modos, me pondré en contacto con mi ginecóloga, ya que la de tu hermana está en Panamá.

—Por favor —pide Cristian, ubicándose a mi lado, dejando su mano junto con la mía. Sonrío un poco ante su acción protectora—. ¿Cómo te encuentras?

«¿Cómo me encuentro?» Todo mi cuerpo está cubierto de miedo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo les contaría a mis padres que estaba embarazada y, sobre todo, cómo reaccionarían si supieran que mi embarazo fue producto de una noche? La ansiedad se apodera de mí, pero rápidamente apago esa vocecita en mi cabeza.

Dejo caer mi rostro, enterrándolo en mis manos, y suelto un grito ahogado entre las lágrimas que quieren brotar de mis ojos, sobresaltando a Julieta y a mi hermano, quien me sostiene y deja caer mi cabeza en su pecho.

«¿Qué voy a hacer?»

—¿Qué haré con un bebé...? —murmuro, observando de nuevo el test—. No estoy lista para ser mamá...

—Hermana...

—No, Cristian, tengo miedo.

—Nadie nace sabiendo, Aina —Los ojos avellanos de mi hermano, los mismos ojos que compartimos, me miran con fijeza—. Todos aprendemos en el proceso; es normal que sientas miedo. En este proceso, no estás sola. Nos tienes a nosotros, a tu familia.

Soy consciente de lo que se viene; será un gran cambio para mí y en mi vida. Sé que, con un bebé en el camino, nada será difícil si cuento con el apoyo de mi familia, pero no sé por qué siento ese miedo latiéndome.

—Sea cual sea la decisión que vayas a tomar a partir de hoy, te vamos a apoyar, Aina, ¿Entiendes? —asiento con las lágrimas deslizándose por mis mejillas—. Estamos en esto juntos, hermanita.

—La decisión que tomes, estaremos aquí, contigo, pero quiero que también recuerdes que ese bebé que llevas contigo tiene un padre, un padre que aún no sabe de su existencia.

Lloro aún más con las palabras que tienen tanta verdad de mi mejor amiga.

—Y si no lo acepta... —mi voz tiembla— y si quiere en algún momento quitarme a mi bebé, yo aún no estoy preparada y...

—Él no sería capaz de eso, Aina —Cristian me aprieta la mano, formando una fina sonrisa en sus labios—. Mi mejor amigo es incapaz de hacerlo, y menos quitarte a ese bebé... bebé que es de los dos.

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