Capítulo 7. La disculpa (parte 1)

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Le quería, pero no sabía si eso era suficiente.

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Me acerqué a ti con miedo, con vergüenza, pero consideré que, ya que me había atrevido a ir a El Rincón de Marc sabiendo que trabajabas allí, tenía que dar la cara y hablar contigo.

—¿Sí? —levantaste la cabeza para atenderme pensando que era un cliente.

¿Había dicho que me había preparado para tu mirada? No sirvió de nada. Me tembló hasta la oreja. Tú abriste los ojos con sorpresa, aunque no te inmutaste.

—¿Podemos hablar? —Si no llevaba ya la chaqueta, ¿por qué me picaba todo?

—Nosotros no tenemos nada que hablar —respondiste. Bajaste la cabeza y seguiste con los vasos.

—Solo quiero saber qué ha pasado.

—Tu amiga es Silvia, no yo. Es con ella con quien tienes que hablar. —Tu tono me estaba matando.

—¿Y tú no puedes contarme nada? —pregunté, ya a la defensiva.

—Insisto, nosotros no somos amigos. Yo no tengo nada que decir en esto.

—¿Y hace falta ser tan borde? —te recriminé.

Tú bajaste de nuevo la vista y seguiste a lo tuyo. Yo intenté sonar seca y distante, pero me pudo la angustia. Necesitaba salir de allí. Le hice una seña a Jon, que me estaba observando. Agité la mano indicándole que salía del bar para respirar un poco.

Una vez fuera, saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón. Esperaba ver un mensaje de Silvia. Nada. ¿Le habrías dicho que me había presentado allí? Eso quizás la hubiera enfadado aún más.

Llamé a un taxi. No me veía capaz de enfrentarme a la situación de verte frente a frente de nuevo.

Yo

Me he ido a casa.

22:11

Mañana hablamos.

22:11

Le escribí a Jon desde el taxi. Respondió al instante, aunque no miré el teléfono. No estaba enfadada; simplemente, no me apetecía estar a solas con él. En ningún sentido. Una vez en casa, ,miraba la pantalla y la desbloqueaba constantemente, pero Silvia no daba señales.

Ya hasta prefería recibir un mensaje de enfado. Algo. Sentir que aquella amistad no estaba perdida. Hay momentos concretos que marcan si una relación se afianza o se rompe para siempre. Y aquel era ese momento.

En la soledad de mi habitación, le doy vueltas a todo; constantemente. Algunos los llaman pensamientos circulares, que son esos pensamientos que se rumian una y otra vez para terminar donde se había empezado, sin solucionar nada; muchas veces porque son cosas que ya han pasado y no tienen solución; otras, porque dependen del futuro, que aún está por venir.

Tú lo sabes. Fuiste el único que supo ahondar en mi interior y molestarse por conocer mis temores y mis inseguridades. Fuiste el único que quiso acercarse a mí para quitarme la coraza y ayudarme a cargar con el peso que escondía. Nadie antes que tú lo hizo. Nadie lo ha vuelto a hacer.

*****

Estaba durmiendo cuando sonó el tono del mensaje. Abrí los ojos todo lo que pude, aunque tuve que cerrarlos de nuevo con el brillo de la pantalla. ¡¡Era de Silvia!! Por un momento respiré aliviada, pero al instante me puse muy nerviosa, como cuando vas al tablón de anuncios del instituto a ver qué nota has sacado en un examen de una materia que se te da fatal y para la que has estudiado un montón.

Hasta que te odiéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora