Capítulo 26. Reencuentro

117 28 212
                                    


*****************

Quería vivir en aquel beso para siempre.

*****************


Una de las canciones que más me han acompañado mientras escribía esta historia.

Si sangras, yo sangraré contigo.

Si huiste, ven a casa.

Solo ven a casa.

*****************


He ido al cementerio. Te he visto, aunque no me he acercado. No me atreví a entrar a la iglesia hasta que todo el mundo estaba sentado y había comenzado la ceremonia. Y salí antes de que terminara. No tuve valor para acercarme. El impacto que podría tener nuestro encuentro no era para un momento así.

Desde el coche vi tu figura portando el ataúd hasta el coche fúnebre junto a otros tres hombres. Desde esa distancia apenas te pude distinguir, pero se me aceleró el corazón. Después de que arrancarais, esperé aún unos diez minutos. Cuando llegué al cementerio, el sacerdote estaba diciendo unas palabras.

Me quedé alejada. No te veía todo lo bien que hubiera querido, pero ¡joder, qué guapo seguías estando! Llevabas el pelo más corto; por lo demás, estabas tal como te recordaba.

No sabía que me iba a impactar tanto verte. Miraste hacia atrás. Era imposible que me reconocieras desde la distancia a la que te encontrabas, pero me entró pánico y me fui. No tendría que haber ido.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Una semana después, todo había cambiado. 

Me entrevistaban en el canal donde colaboraba para que anunciara que me iba a tomar un tiempo de descanso, tanto del periodismo como del mundo editorial, pero antes de ir al estudio abrí este cuaderno. Necesitaba escribir; necesitaba contarte por qué tenía que apartarme del mundo. Con el cuaderno y el boli en la mano, únicamente podía limpiarme las lágrimas. Fui incapaz de escribir una sola palabra.

Comuniqué en Expresión que me iba a tomar un tiempo. No estaba preparada para contar más ni a mis compañeros. Me solicitaron hacerme una entrevista para comunicarlo. No me apetecía nada ponerme frente a las cámaras, pero tomé aire y afronté la situación. Después, me hicieron una pequeña despedida en la oficina.

—¿Quieres uno? —me ofreció Carlos, de deportes, lo que parecían rollitos de bacon y queso de una bandeja.

—No come carne —dijo Jon detrás de mí.

Hasta que te odiéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora