I

81 10 0
                                    

Peter estaba mareado y desorientado. No entendía que estaba pasando.

A estas alturas, supongo que ya todos sabéis quien es Thanos, ¿no?

Bien, pues, recurriendo a estos hechos, comencemos por el principio.

Peter Parker es un niño de dieciséis años (casi diecisiete) que vivía con sus tíos, muy listo y un friki hasta la médula. Hasta que le picó una araña radioactiva. Entonces, además de eso, también ganó poderes asombrosos, como superfuerza, elasticidad, poder pegarse a paredes, y mucho más. Pero también perdió a su tío Ben. Eso le ayudo a convertirse en su famoso alter-ego, Spider-man.

Ese se suponía que ese día iba a ser divertido con una excursión del instituto. Él estaba sentado al lado de su mejor amigo Ned, por supuesto, y mirando por la ventana. 

Hasta que su sentido arácnido se activó y fue capaz de ver el enorme donut mecánico que iba en dirección hacia el espacio. Le pidió a su maravilloso amigo que distrajese a los demás, se puso su traje, y salió hasta la extraña máquina.

Lo siguiente que sabe, es que está rodeado de un mago, el señor Stark, una chica con antenas, un humano con un gusto horrible en películas, y un ser musculoso con muchas líneas rojas, además de incapaz de captar ironía. Eran todos diferentes y raros, pero todos tenían un objetivo en común, derrotar a Thanos, un gigante malvado de color violeta que quería destruirlos a todos.

Típico lunes.

Se prepararon, lucharon con dedicación y lo intentaron de muchas maneras.

Pero fueron derrotados.

Todo estaba en silencio, nadie se movía, ni decía una palabra. De repente, la piel de Peter se vuelve de gallina, con un cosquilleo fuerte que le recorre de los pies a la cabeza. No entiende el porque.

Hasta que lo ve.

Uno a uno, sus compañeros de batalla se vuelven polvo. Y no es justo, él quiere que pare, déjalos vivir-

Su cosquilleo evoluciona hasta ser un dolor intenso, que le taladra la cabeza y le entumece los pies. Sus extremidades inferiores tambalean, acercándose hasta su figura de mentor con ojos brillantes y preocupados.

- Señor Stark... -comenzó a decir. - ... No me siento muy bien.

No pudo más y cayó en los brazos del genio de ojos cansados, quien lo miraba con alarma. Entendió entonces el significado del aviso, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

- No me quiero ir, señor Stark. - balbuceó.

- Shh, tranquilo, estás bien, estás bien. - le acalló el hombre, dejando su cabeza entre su cuello y hombro.

Peter sabía que no era verdad. Pero no iba a decir nada. Su cabeza parecía que quería partirse en dos, y él solo era capaz de pensar en May, de cómo iba a ayudarle con la compra o a cocinar con ella. O en Ned, de como iba a echar de menos sus charlas sobre ciencias y Star Wars. Quería pasar más tiempo con ellos.

Ya empezaba a sentir como sus pies se volvían polvo, como si dejasen de existir.

Pero también se compadeció de su mentor, quien ahora estaba al borde de las lágrimas. Él estuvo en esa misma posición, después de todo. Con el tío Ben.

Un ser querido en tus brazos, mal y sin saber cómo ayudarlo. La culpa, la rabia, la decepción, la desesperación de no poder hacer nada.

Como si algo te quemase por dentro.

Porque Peter, por mucho que fuera un adolescente, recuerda muchas cosas que un adulto no tendría que haber vivido. Y se acuerda como si fuese ayer del día en el que el señor Stark le había dicho que, como si algo le pasase, sería culpa del genio, porque Peter era su responsabilidad.

La culpa hacía que su, ahora flotante, estómago se hundiera por la culpa. Con un nudo en la garganta y lágrimas que no pudieron llegar a brotar de sus ojos, pronunció:

- Lo siento.

Y cerró los ojos.


...


Cuando los abrió, se sentó de golpe, alarmado y mareado. Sus piernas todavía estaban entumecidas, pero se obligó a levantarse. Su cabeza latía tan rápido y fuerte como su corazón, al mismo tiempo que la giraba de un lado a otro, queriendo saber donde demonios estaba.

Supo, por el tacto de su, ahora hipersensible, piel, que todavía llevaba su traje rojo encima, pero era lo único familiar a su alrededor.

Árboles y hierba lo rodeaban. No era posible. Hasta hace nada estaba en un planeta distinto junto al señor Stark.

"¡El señor Stark!"

Peter otra vez vuelve a examinar sus alrededores, queriendo saber si su mentor estaba bien y estaba con él. Pero no estaba.

Estaba solo.

Su respiración se entrecorta y su cuerpo deja de responderle. Siente como su cuerpo tiembla, pero no está consciente del todo de sus acciones. No es capaz de respirar bien, como si el traje le aplastase el pecho, y duele.

Trató de sacarse la máscara de la cabeza, con la esperanza de poder coger una buena bocanada de aire, pero solo se atraganta con su propia saliva.

Sus piernas pierden fuerza y cae al suelo, su cabeza doliendo como si le hubieran colocado un hierro al fuego vivo dentro. Su pecho se vacía de oxígeno por el golpe, y sus ojos se cierran por inercia.

No los vuelve a abrir.

Una araña entre héroesWhere stories live. Discover now