♤57♤ENTRE LAS ALAS DE UNA BESTIA

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Año 9
10Ka, 50Ma.
Balgüim.

El estanque azul era un arma de doble filo. Solo un Oscuro alvino como Isis era capaz de introducirse en él sin sufrir daños, pero para Jasper era imposible.

No obstante allí estaba, al borde de sus límites dejando que el vapor se le introdujera por los poros. Gemía cada segundo porque le ardía, pero luego del primer impacto un calor agradable se le extendía por las venas disipando el temblor y ese «invierno interno» al que lo había sometido su padre después de envenenarlo. Jasper aferró las manos en el borde del estanque y se incorporó. Su salida del salón de reuniones había ocurrido como todas sus salidas y llegadas: arrastrándose por los pasillos. Pero finalmente gracias al vapor del estanque empezaba a recuperar un poco de vigor.

—¿Príncipe?

La voz de la humana hizo que abriera los ojos y contuviera los gemidos. Le interesaba mostrarse fuerte antes que dar lástima ajena.

—¡Oh por Idryo! —Maya se llevó las manos a la boca al ver el sendero de sangre que iba desde la entrada a los pies de Jasper, donde terminaba en un gran charco rojo mezclado a viscosidad negra.

La española llegó hasta él apenada por las condiciones lamentables en las que se encontraba El príncipe de las Tinieblas; siempre había lucido tan pulcro, tan despejado... Ahora era presa de una fórmula monstruosa para la que no parecía haber cura.

—¿Por qué te expones al vapor del estanque? —preguntó ayudándolo a sentarse en el sencillo trono donde solía sentarse su hermana.

—Me alivia.

—Yo te he escuchado gemir y te he visto contraerte de dolor, no considero que esas sean reacciones de alivio.

Jasper la miró profundamente, esa mirada penetrante que invitaba al silencio a apropiarse de la situación.

—No lo entenderías —fue la única explicación al respecto.

Maya terminó de acomodar las grotescas alas negras y se alejó para buscar en los gaveteros del lugar telas que alguna vez le pertenecieron a Isis, era lo menos que podía hacer en esos momentos.

Desde la transformación de Jasper, Maya se había dedicado en secreto a estudiar los extensos pergaminos del clan en busca de una combinación de ingredientes sanadora. Ella no era oscura, pero en su linaje se caracterizaban por ser médicos de excelencia, su vida en la Tierra la hubiera destinado a ser médico. Por tanto Maya se propuso ayudar a Jasper. Pero por más que lo intentaba, por más combinaciones que mezclaba, nada parecía dar resultado.

Jasper no lo sabía, por supuesto. La española se las ingeniaba para darle los brebajes de prueba sin que él lo percatara, ya fuera a la hora de la cena o como un somnífero cuando los gritos se escuchaban más allá de la muralla.

—Qué haces... —exhaló el príncipe sin fuerzas, apartando la frente de las manos de ella.

—Déjame limpiarte —respondió la chica que había atrapado la mandíbula masculina. Usaba la mano libre para quitar con suavidad las líneas de sangre que surcaban el pálido rostro.

En otras circunstancias se hubieran hablado de acuerdo a la posición de cada uno, pero el haber estudiado juntos en la Academia les permitía la soltura de tutearse.

—No tienes que hacer eso —masculló Jasper incómodo.

—No me importa hacerlo.

—¿No tienes alguna tarea que terminar?

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