♤74♤DE CARÁCTER FUNERARIO.

436 103 166
                                    

Año 13
10Ka, 50Ma.
Jadre.

La pira funeraria estaba construida en forma de pirámide. Allí se habían colocado los cadáveres que pudieron recoger de entre la nieve, envueltos en gasas finas y aceites aromáticos para que el humo ascendiera con agradabilidad. Los silfos y vilfas se encontraban en el estrado emitiendo el sonido del dolor y la despedida; los silfos tocaban las gaitas y flautas, las vilfas cantaban con registros agudos imposibles de igualar; escalas tan altas que solo una garganta legendaria podía reproducir.

Los ritos funerarios tenían lugar a las afueras del castillo, en los terrenos abiertos que antecedían al límite donde comenzaban las Zonas Vírgenes. No había construcción imponente ni cerrada, solo dos semicírculos altos uno frente al otro, cada uno con su estrado rectangular, y un espacio en el centro donde los irlendieses, de pie, lloraban a sus muertos.

Las piras se le mandaban a construir a los junos para la ocasión y todos se vestían de dorado. Los irlendieses entendían que la muerte era el final definitivo de un alma, después de eso no existía continuidad, por lo que se vestían de dorado para honrar lo que había significado esa vida antes de terminarse. Con la muerte se pagaban todos los pecados, por tanto, no había ninguna muerte indigna de quien hubiese servido fielmente a Irlendia aunque en vida, hubiera cometido algunas faltas.

En el año trece del décimo kiloaño del megaanum cincuenta, la emperatriz y toda la Corte se vistieron de dorado para honrar la valerosidad que habían demostrado los leales que murieron en la batalla de Balgüim. Aunque se habían ido sin permiso de Su Majestad, habían estado siguiendo a su príncipe con la intención de desequilibrar a los enemigos de la Corona, así que no fueron considerados traidores. No por eso, el dolor que ocasionaba su ausencia se hizo más soportable. El llanto de las mujeres fayremses que habían quedado viudas empañó la claridad del día, haciendo que el viento más frío del norte soplara en dirección al funeral y se estancara allí. Los cantos de despedida aumentaron en lo alto, y el aullido triste de los lobos por sus caídos le dio ese toque devastador.

Kilian Daynon se acercó a la primera pira, que tenía posicionado los cadáveres de forma escalada, siempre se había hecho de esta manera según el cargo que había portado el irlendiés antes de morir. En la cima de aquella pirámide se encontraba el cuerpo de Loriel Graybreeze, el primogénito de Markus que había dado su vida para proteger al príncipe. Eso era lo que casi todos conocían, pero Kilian sabía más que solo lo superficial.

Loriel había sido una parte fundamental de su vida, lo había ayudado en todos los difíciles procesos que el príncipe de Daynon había atravesado. Secretos y anécdotas se perdían con su muerte, pues la alteza de Jadre no estaba dispuesto a compartirlas con nadie más.

Kilian se mordió el labio inferior y apretó la antorcha que llevaba en la mano derecha lamentando tanto, tanto, que Loriel estuviese muerto. Miró en dirección a su familia, la madre lloraba desconsolada sobre el pecho de Markus, que estaba serio, con una mirada implacable y la mandíbula tensa. Sus otros dos hijos trataban de igualar al padre, pero el mayor de ellos, el segundo en línea sucesoria que había nacido después de Loriel, poseía una ansiedad letal que no era capaz de esconder.

El príncipe no supo si era todo por el hermano perdido o se debía también a la condición deplorable en la que había quedado el general Akenatem Hakwind. Aparentemente Kilian se veía sereno, pero al recordar cómo el primer mando Oscuro del ejército de Dlor había herido mortalmente al general, sus emociones le jugaron una mala pasada. La sangre le hirvió. Había faltado muy poco para que se repitiera la historia: la pérdida del general del ejército Daynon a manos del ejército Oscuro.

LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLEVO CONMIGOWhere stories live. Discover now