♤60♤FIN DE LA TREGUA

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Año 10
10Ka, 50Ma.
Jadre

Nos escabullíamos por escaleras y pasillos de piedras, doblando derecha, izquierda, luego otra vez derecha. Era como una persecución, como si nos estuviéramos fugando.

—¿Estás seguro de esto? —le había preguntado a Arthur cuando propuso la idea—. Si nos atrapan...

—¿Eres la emperatriz de Irlendia y nunca te has asomado a la Bóveda? ¡Eso tiene que cambiar!

Sí. Se refería a la Bóveda Real. Donde se guardaba el mismísimo oro. Toneladas y toneladas de oro.

Había leído sobre la Bóveda y visto en planos sus compartimentos pero nunca había tenido oportunidad de visitarla. Debía estar programada en mis visitas con los junos, pero evidentemente no había llegado el momento. Arthur y yo tocamos el tema de casualidad cuando entramos nuevamente al patio de armas y él me contó lo que escuchó al respecto la noche anterior, estando en el proceso de sueño profundo.

—Sucedió más allá de la medianoche. Desde la ventana de mi celda pude ver como dos guardias sacaban a rastras lejos de la torre a dos atamarinos para decapitarlos a la luz de la luna bajo el pecado de haber intentado robar en la Bóveda.

»Al parecer uno de ellos tenía contectos en All-Todare y el otro, siendo cortesano, haría el trabajo sucio de sacar un poco de oro, de modo que los encargados no sospecharan que faltaba nada. Luego el ladrón activo y el de los contactos en el municipio se dividirían las ganancias. Los fayremses descubrieron el atentado antes que fuera demasiado tarde.

»Como mismo mis ojos y oídos captaron estas cosas, también debieron hacerlo los demás prisioneros. Los tesoros de la Bóveda Real deben comentarse a diario entre las paredes que resguardan los prisioneros más peligrosos de La Sombra, Khris. De seguro hay conjeturas de a cuánto asciende el oro de Jadre.

—Te escuchas muy emocionado al respecto —resalté.

—¿A ti no te emociona? —dijo y volvió a tomarme la mano poniéndome al frente para que fuese yo quién guiara nuestros pasos.

—No lo sé... Puede que un poco. Pero esto es tan... raro...

—Yo soy un Kane, Khris, me gusta el lujo, está en mi sangre. Y tú eres la...

—La emperatriz, lo sé.

Las palabras de él se escucharon claras pero su expresión difería de seguridad.

—Dime la verdad Arthur —exigí volteándome.

—Te acabo de...

—Te retienen bajo las mayores restricciones en La Sombra y hoy por ser hoy y que mi hermano es un ser generoso, se te ha brindado breves minutos de libertad cerciorada. ¿Y me dices que prefieres escaparte a la Bóveda Real y mirar sus tesoros porque ansías ver un poco de lujo? Eso no tiene sentido. Te conozco, así que dime la verdad Arthur, dime qué está pasando realmente.

Él sonrió de medio lado, esa sonrisa torcida que mostraba cuando pensaba en silencio sabrían sus neuronas qué cosas y tejía una lista de razonamientos sintiéndose superior a todos. Sin embargo la media sonrisa se convirtió en una mueca amarga y las muñequeras que llevaba empezaron a perder su peculiar invisibilidad. Noté cómo sus manos se revestían de acero pero la conversión no abarcaba más arriba de los codos. Entonces supe que sí había un problema hondo y no la simpleza que saltaba a la vista; que pasaba algo tan grave como para que Arthur se tomará las molestias en ocultarlo.

—Quiero que veas el poder tan grande que manejas Khris —esquivó y me apretó la mano—. Quiero que lo veas conmigo. Quiero que hagámos juntos cosas que tú nunca antes has hecho.

LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLEVO CONMIGOWhere stories live. Discover now