𝕵𝖚𝖓𝖌𝖐𝖔𝖔𝖐 ; 16

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Después de ese polvo y del siguiente, me di cuenta que las cosas con Katana eran... diferentes si nos demostrábamos cuánto nos odiábamos. Era como si usáramos nuestro odio en el sexo que hacía las cosas mil veces mejor. Incluso, podría decir que era el mejor sexo, porque los dos siempre hacíamos lo posible para demostrar quién era mejor. Era una competencia constante. De la cual yo siempre quería ganar, al igual que ella. 

Ahora mismo, se encontraba dormida sobre mi cama, con la sábana cubriéndole el cuerpo. Su cabello negro esparcido por toda la almohada, su flequillo partido a la mitad, dejándome ver su frente. No sé porqué se lo ponían, al principio creí que era para darle un aspecto dulce, pero en realidad es todo lo contrario. No estoy seguro si era por sus características niponas. 

Además, sus labios la mayor parte del tiempo estaban pintados en un rojo carmesí que resaltaba tanto con su piel que... 

―¿Qué haces? ―su pregunta me tomó por sorpresa, ella no había abierto los ojos por completo, no estaba seguro si se había dado cuenta que la había estado viendo. 

―Me estaba estirando ―mentí, descaradamente. 

Para continuar con mi mentira, me levanté de la cama, aún cuando era lo que menos me apetecía hacer. Por la ventana, pude ver que la noche seguía. El reloj electrónico que tenía en la mesa de noche, me dijo que apenas si eran las tres de la mañana. Hice memoria de a qué hora tenía que ir a la agencia, tenía que dormir unas cuatro horas más si quería descansar. 

Cinco minutos después, me estaba lavando las manos, cuando Katana entró y se dejó caer sobre el váter. Abrí los ojos sorprendido, mirándola por el reflejo del espejo. 

―¿Qué? Tenía que mear. Ya me has visto todo, esto no tiene porqué darte vergüenza ―recriminó.

―No es que me dé a , sino que me parece raro que... bueno, eres una tía...

―Gracias, no me había dado cuenta ―dijo cuando se limpió, se subió sus bragas y se acercó a mí para lavarse las manos. 

―El punto es, pesada, que las tías siempre hacen un escándalo cuando se trata de estas cosas. 

Los dos caminamos hacia la cama, se dejó caer en el lado donde estaba anteriormente y abrazó la almohada extra que tenía. Eso no me gustó, porque sus tetas, que anteriormente estaban a la vista, ya no lo estaban. 

Sin poder evitarlo, mi mano se acercó a su cabello y lo hizo hacia atrás, para dejar su hombro desnudo. Mi mano no se alejó de la zona. 

―Pues, no sé si te has dado cuenta, pero yo no soy como las tías que sueles tirarte ―había molestia en su mirada, por lo cual yo podía tomar a mi favor, así que la voy a picar un poco más. 

―No lo sé, eres un poco básica, la verdad. 

Su entrecejo se frunció ―. Tú eres todo un ligón. Igualito a todos. Coche deportivo, ropa negra, chaquetas de cuero, tatuajes y perforaciones. 

Me acerqué lentamente a ella, quitando la almohada para remplazarla con mi pecho. Me sentí bien al tener su calor corporal. Cuando dobló su espalda un poco para mirarme mejor, mi mano cayó de su hombro hasta su espalda baja, en donde sabía que tenía hoyuelos. Ya los había lamido antes. De solo recordarlo, me dieron ganas de hacerlo de nuevo. 

―No has follado a tíos como a mí, de eso seguro ―mi orgullo estaba hasta los cielos, ninguna chica, ni Ono Katana me bajaría de donde estaba. 

Una sonrisa ladina apareció en sus labios ―. No, pero tampoco ha sido mi polvo favorito. 

―¿Cómo de que no? 

Lonely hearts club | ʲᵘⁿᵍᵏᵒᵒᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora