Tres | El día en que el pétalo besó

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El sonido del timbre resonó por todo el departamento, obviamente, llamando la atención de Izuku que gritó un: "ya voy", mientras se secaba las manos con una pequeña toalla y luego salió de la cocina para poder checar quien era.

Izuku checó por la mirilla de quién se trataba y casi echó un brinco al ver a Katsuki frente a la puerta cargando con unas cosas. No se esperaba su visita para nada.

Pero estaba feliz de verlo.

Abrió la puerta con una gran sonrisa y al verse, ambos intercambiaron saludos.

—¿Puedo pasar? —preguntó, pasando de igual manera.

—Ya estás adentro —contestó Izuku con diversión por lo que Katsuki le terminó callando con un chasquido de lengua—. ¿Y eso? —señaló las maletas que cargaba.

—Ah, sí, me mudo contigo —avisó, casual, abriéndose paso al interior.

—¿Eh? ¿Te mudas?

—Sí, sordo —afirmó, burlón.

—¿Por qué no me comentaste? —le siguió el paso—. No me molesta tenerte aquí, pero por lo menos me lo hubieras comentado para preparar la casa —mencionó—, y prepararme mental y sentimentalmente —murmuró casi inaudible, pero aun así, Katsuki escuchó.

—No ibas a querer que me mudara contigo —contestó.

—¿Quién dice que no?

—Yo —respondió mientras se dirigían a las habitaciones—. Te conozco, Izuku, si te lo proponía desde antes ibas a decirme un montón de excusas para que no me mudara contigo porque no quieres que te vea en los momentos que más me necesites, que son en los que eres más vulnerable —se detuvo un momento antes de entrar a la habitación de invitados y se giró momentáneamente—, pero te jodiste. —Sacó la lengua de forma infantil y le mostró el dedo medio.

Izuku soltó una pequeña risa.

Parecía ser que Katsuki había vuelto a ser el mismo Katsuki de antes, o por lo menos eso aparentaba con él.

Katsuki se tomó la libertad de entrar a la habitación para invitados y dejó sus maletas a un lado de la cama en la cual después se sentó.

—¿Algo que deba saber antes de que complete mi mudanza? —preguntó el cenizo—. Como que te huelen los pies o si tienes revistas porno por ahí, no sé.

—No me huelen los pies y no tengo revistas porno, Kacchan —respondió.

—Me lo imaginé, eres un santurrón —molestó.

—Ya. Bueno, tienes que tener en cuenta de que en algún momento puedes encontrar pétalos o flores en el suelo, ya que cuando toso, salen. —El cenizo asintió—. El olor a marihuana puede llegar a olerse por la casa, aunque siempre intento que se mantenga en mi habitación, igualmente siempre la ventilo para que no se estanque. —Nuevamente asintió—. Así como hace tres días, puedo llegar a desmayarme por el dolor.

—¿Quieres decir que no es la primera vez que te sucede?

—Exacto.

—¿Por qué nunca me di cuenta antes de tu enfermedad? —se preguntó a sí mismo en un reproche.

—Porque yo no quería que lo supieras, ya te lo dije.

Katsuki le dio una mirada a Izuku y decidió no refutar porque no quería empezar una discusión con él, no sabía si repercutiría de alguna manera en su enfermedad.

—¿Qué más debo saber sobre tu rutina? Me di cuenta que en este tiempo me alejé de ti y que ahora parece que ya no sé nada.

—Yo fui quién se alejó de ti.

Flores de Cerezo en Invierno | BakuDekuWhere stories live. Discover now