Cinco | El día en que los cerezos florecieron

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El siguiente capítulo contiene escenas sexuales leves, el uso de analgésicos y autolesión. Se recomienda leer con discreción.


¿Qué es lo que siento por Izuku?

Eso era lo que Katsuki se preguntaba constantemente desde que se dio cuenta de la calidez que Izuku le hacía sentir en su pecho a cada momento, la inevitable sonrisa que se formaba en su rostro cuando veía a Izuku sonreír tan ampliamente y feliz, los latidos de su corazón que aumentaban cuando pensaba en él al estar fuera de casa, las ganas de querer tenerlo en sus brazos siempre que pudiera y llenar su rostro pecoso de besos, la sensación que le brindaba el tener sus cuerpos unidos en uno solo.

Pensó en que sus sentimientos eran similares a los que tenía por Ochaco, pero al llegar a esa conclusión siempre que lo meditaba, Katsuki se reprendía a sí mismo por eso.

No eran la misma persona.

Días habían pasado desde que estuvieron juntos por primera vez, días habían pasado desde que Katsuki cruzó una barrera que no había contemplado atravesar. En su actuar normal de todos los días, Katsuki meditaba internamente sobre sus sentimientos, lo que Ochaco le dijo en ese sueño y en Izuku.

Y llegó a una conclusión: "Tengo miedo de empezar a amarte y que no sea suficiente para salvarte."

Temía que su amor no pudiera equipararse al amor tan intenso que Izuku sentía por él.

Recordó la promesa que Izuku le hizo hacer cuando le dijo que lo cuidaría en sus últimos años y se planteó lo cruel que es Izuku.

¿Se permitiría amar a Izuku sabiendo que se resignó a morir?

Izuku cruzó sus brazos por debajo de los de Katsuki, quedando sobre el torso y lo alzó en un abrazo, golpeando continuamente la próstata con sus toscas estocadas. Los gemidos no paraban de escucharse por la habitación, siendo los de Katsuki los que más resonaban. Izuku llevó sus labios a la piel desnuda del hombro y dejó una marca de beso en la piel sudorosa y enchinada, después lamió.

—¡Mierda! —gimoteó el cenizo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas sin su permiso—. Más, Izuku, por favor... —rogó girando su rostro hacia atrás para poder ver a Izuku.

—Demonios —murmuró Izuku tensando su mandíbula al ver el rostro desastroso de Katsuki.

No podía resistirse.

Mientras que con una mano acariciaba uno de los pezones erguidos, la otra la llevó al vientre marcado y entonces Izuku se preparó para follar el culo de Katsuki más duro. Sacó su miembro por completo y nuevamente lo introdujo de una sola vez, bruscamente y profundo. Katsuki soltó un chillido ante el impacto del cual hasta él mismo se sorprendió.

—Ah... Kacchan, eres tan lindo —comentó Izuku enterrando el rostro en el cuello ajeno.

—Ya... solo sigue con lo tuyo, pecoso —respondió entre gemidos.

Izuku repitió la última estocada unas veces más, teniéndolos a ambos gimiendo y jadeando sin pudor por el inmenso placer que los mareaba. Su glande golpeaba violentamente el punto de placer de Katsuki, que inconscientemente succionaba y apretaba el miembro de Izuku lascivamente haciéndolo gruñir y balbucear cosas sin sentido.

Al cabo de un momento, ambos llegaron al orgasmo eyaculando y sintiendo como los múltiples espasmos recorrían sus cuerpos, erizando la piel a su paso.

Izuku salió del interior de Katsuki, el cual cayó rendido sobre la cama y al instante se dedicó a acompasar su respiración agitada por la rutina exhaustiva.

Flores de Cerezo en Invierno | BakuDekuWhere stories live. Discover now