6. A paso de tortugas.

40 17 28
                                    

—¿Qué haces aquí? —le pregunté. —¿No estabas de descanso hoy?

Mi mirada evitaba toparse con la de él. Estaba incómoda y muy avergonzada.

—Sí, pero vine a recoger unos libros. —respondió él con una notoria sonrisa.

Asentí.

—Yo...Eh...Lamento lo del otro día.

Mi discurso se parecía más a un susurro penoso.

—Descuida, sólo me resultó curioso.

—¿Qué cosa?

—Algunas chicas me han pedido dormir en mi departamento, pero nunca en mi auto.

Escuché cómo soltó una notoria carcajada y aproveché que el elevador abrió sus puertas para salir de ahí con la poca dignidad que me quedaba. Era un engreído.

—¡Ey! —Me llamó a mis espaldas, más decidí no responder. Estaba muy molesta y humillada como para hacerlo.

Agradecí que no hubiera nadie en la entrada del edificio. Era tarde, así que todos probablemente ya se encontraban en casa.

—Perdón, perdón. —me dijo, siguiéndome el paso. —Ya no te molestaré con eso.

—Adiós, Isaac. —me despedí, comenzando a caminar en dirección a la parada de bus, aún molesta con él.

—Déjame llevarte a casa; es tarde. —se ofreció.

—No, gracias, iré en autobús.

—Es peligroso, no debes ir sola por la calle a estas horas.

—Ya te dije que iré en autobús, no insistas.

—Bueno, está bien. —aceptó él con el rostro pensativo y caminó hacia su auto.

Isaac había desistido demasiado rápido de llevarme a casa, o eso creía yo, pues al cabo de unos cortos minutos me había alcanzado en su auto negro, manejando a la par de mis cortas pisadas.

—Ya te dije que iré en autobús.

—Y yo dije que está bien. —Anthonyson estaba disfrutando el burlarse de mí. Dirigía el volante del auto con una mano mientras sonreía inocentemente. —Estoy manejando hacia casa.

—¿A paso de tortuga?

—¿Eres una tortuga?

—¡Isaac! —Le reproché por sus respuestas tan sosas, y maldije por dentro el hecho de que una risa amenazara con escapar por mi boca, y aunque intenté disimularla, no tuve mucho éxito. —Falta una cuadra para que llegue al paradero y me vaya a casa.

—Qué bueno. Yo ahora estoy conduciendo hacia casa también, con muchos asientos libres. — habló, fingiendo sutileza.

—Puedes llevar en ellos tu ego; porque tienes mucho.

Mi comentario buscaba reprocharle por la actitud tan egocéntrica que había tenido en el elevador.

—Era una broma, Amelie. —Aclaró nuevamente un tanto risueño. —No te volveré a molestar por eso; lo prometo.

—Qué bueno; porque todo lo menos que quiero en el mundo es subirme a tu auto.

—Claro. —Sus gestos dejaban muy en claro que tenía demasiada confianza, sobre todo su sonrisa burlona. —Será mejor que no te accidentes o te quedes varada en medio de una pista de nuevo, de lo contrario no tendré otra opción.

No pude evitar reír ante su notorio sarcasmo, y rodé lo ojos.

—No me has entregado los últimos proyectos, por cierto. —añadió.

El Capítulo de Nuestro Amor © [TERMINADA]Where stories live. Discover now