26. Elegir

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El amor. El amor puede doler a veces. No es un dolor común, es como un ardor profundo, difícil de explicar. Y sí, quizás todos alguna vez hemos tenido roto el corazón, pero ¿Cómo explicárselo a alguien más para que lo comprenda? Si cada dolor es diferente, si cada persona sufre a su manera.

En mi caso, la humillación había sido la detonante de todo, pero no quiero empezar mi relato de esta forma, para explicarlo, es necesario retroceder algunas horas atrás.

—Bienvenidos a todos. —La voz de la abuela Taylor resonaba en todo el salón. Observé a Isaac un tanto nerviosa; él aprovecharía la ocasión para anunciar la noticia frente a todos sus conocidos, —Mi amado y difunto esposo, Phillfred Taylor, estaría muy feliz de saberlos sanos y alegres. Es un placer tenerlos aquí. Que disfruten la velada.

Todos los presentes lucían muy elegantes. No podía calcular con exactitud la cantidad de familias que acompañaban a los Taylor aquella noche, pero eran aproximadamente alrededor de veinticinco personas en el salón.

De vez en cuando, sentía una que otra mirada de curiosidad en mi dirección, sobre todo por parte de los Brenned, quienes no se molestaron en disimular su disgusto.

Para la cena, tomamos asientos en pequeñas y elegantes mesas circulares ordenadas sobre el salón. Por obvias razones Isaac y yo nos encontrábamos en una diferente a la de su familia, y aunque me sentía un poco culpable por eso, comprendí que era mejor mantener distancia para evitar comentarios que no me harían mucha gracia.

—Ha llegado el momento. —informó Isaac después de comer, mientras se ponía de pie y caminaba hacia el frente. Asentí intentando esbozar una sonrisa, aunque mis notorios nervios no me permitieron hacerlo. —Buenas noches a todos. —saludó tomando el micrófono.

—¿Pasó algo, querido? —escuché a su abuela preguntarle, a lo que él negó con un ligero movimiento de cabeza. La mujer soltó un largo y pesado suspiro, comprendiendo que lo que su nieto tenía planeado anunciar no le agradaría para nada.

—Muchos esperan que anuncie una boda. —Algunas miradas se posaron en Lidia, quien se acomodó ligeramente el cabello en señal de desinterés. —Y sí, estoy aquí para anunciar una. Hace mucho tiempo conocí a una chica excelente, hermosa y muy inteligente; jamás creí que me enamoraría de alguien cómo lo estoy de ella, pero a veces, hay cosas en la vida que no podemos evitar. Me place anunciar que Amelie Jane Johnson, sí, la bella chica con la cual comparto mesa hoy, y yo, nos casaremos pronto. Sin más, les agradezco por su atención, y como dijo anteriormente mi abuela, que disfruten la velada.

No importó nada en aquel instante; ni las miradas de asombro, los murmullos de la gente, o las expresiones serias de los Taylor. Isaac me sonrió en medio de todo eso, y sentí como si hubiéramos liberado un enorme peso de nuestras espaldas.

—Felicidades. —Algunas personas se acercaron a felicitarnos por la noticia, algo que agradecimos con sonrisas nerviosas y pequeñas palabras de Isaac.

—Bueno; los admiro. —confesó Thomas a nuestro lado. Nos encontrábamos en el gran jardín trasero de los Taylor, el cual se encontraba iluminado por muchas farolas de luces amarillas. —Les gusta ver al mundo arder, ¿verdad? —nos dijo en un tono muy gracioso.

—No tanto. —respondí. —Pero era necesario hacerlo.

—Bueno, supongo que cómo casi eres de la familia, te unirás a nosotros en la foto familiar.

—¡Por supuesto que sí! —confirmó Isaac rodeándome la cintura con uno de sus brazos. —Y creo que ya comenzará.

—¿De cuál foto hablan? —pregunté intrigada. No recordaba que Isaac lo haya mencionado antes.

—Es una tradición de todos los años; cada familia se toma una fotografía, la cual se envía cómo regalo después de imprimirla y enmarcarla. Mi abuelo la inició, y es algo que hacemos en su memoria.

—¡¿Por qué no me lo dijiste antes, Isaac?! Necesito retocar mi maquillaje. ¿En dónde está el baño más cercano? —pregunté nerviosa, haciendo reír a ambos chicos.

—Jamás entenderé ese afán de las chicas por estar siempre perfectas. —comentó Thomas, ganándose una mirada de reproche por mi parte. —Está bien, está bien. Es por allá. —señaló. —Por el pasillo de la cocina, a la derecha.

Asentí e ingresé nuevamente a la mansión. Caminé hacia el baño con mi pequeño clutch entre mis manos; por suerte, tenía un poco de maquillaje ahí, el cual me serviría para retocar mi rostro sin ningún problema.

Me observé a través del espejo del lugar y esbocé un sonrisa de aprobación . Amaba mi vestido, era de un color palo rosa muy sutil, largo y de mangas que me cubrían ambos hombros a la perfección.

No tardé mucho en arreglarme; consciente de que pronto comenzarían a tomar las fotografías familiares. Salí del baño a paso seguro y caminé por el solitario pasillo de regreso al patio de la mansión.

Giré a la izquierda, divisando a todos a la distancia.

No supe si fue a propósito o fue verdaderamente una casualidad—como ella aseguró—pero una apurada Lidia chocó contra mí en medio de todos los presentes, derramando su copa de vino sobre mi vestido.

—¡No puede ser! —Exclamó llevándose ambas manos al rostro. —Perdón, no te vi. Quería ir al baño y choqué contigo por error.

Mi rostro se tiñó de rojo en el instante, consciente de las muchas miradas que me dedicaban los presentes.

Isaac corrió hacia mí de inmediato, con rostro preocupado.

—¿Estás bien? —me preguntó.

Era obvio que no lo estaba, quería huir, pero mis pies parecían no reaccionar.

Me jaló hacia el interior de la casona para evitar que me siguiera humillando.

—Perdón, en serio. —se lamentaba Lidia a nuestro lado, ganándose una mirada de enojo por parte de Isaac. —Puedo prestarte un vestido si quieres, tengo otro de repuesto...

—No hace falta, querida. —La voz de la abuela Taylor se hizo presente. No pude evitar observarla por unos instantes; lucía serena y hasta complacida de lo que veía. —Las fotografías deben tomarse ya; me temo que Amelie no podrá salir en esta ocasión.

—Abuela... —intentó hablar de Isaac, más no fui capaz de escuchar lo que tenía por decir. Yo había huido escaleras arriba, mientras las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas. No les daría el placer de verme llorar.

Me deshice del vestido con mucha rapidez; lo odiaba todo, el estar ahí, el tener que aparentar que podía encajar con ellos, el tener que ayudar a Isaac a demostrar aquello que su madre no había podido hacer cuando aún vivía. Todo.

Guardé mis cosas en la maleta sin mucho cuidado. Me iría de ahí esa misma noche.

—Amelie ¿Estás ahí? —Escuchar la voz de Isaac me hizo sentir respaldada. Sabía que él me apoyaría.

Ingresó a la habitación con el rostro preocupado, y cerró la puerta detrás de sí.

—Me iré. —Le dije terminando de cerrar la valija. —Vámonos; no quiero estar aquí.

—Ame, podemos solucionarlo. —respondió secando mis lágrimas con las yemas de sus dedos. Lo observé con los ojos bien abiertos ¿Era en serio lo que decía? —Podemos mandar a comprar un vestido ahora mismo, ya le dije a mi abuela que no apareceré en la foto si no es contig...

—¡No, Isaac! —lo corté en seguida. —No se trata del vestido. Se trata de toda esta basura que hacen. Sé que me pediste que te ayudara, pero esto escapa de mí; no quiero pertenecer a un mundo que es así de cruel. —Mi corazón latía rápidamente, mientras el llanto se hacía presente nuevamente en mi rostro. Su mirada era pesada, cómo si tratara de comprender lo que decía. —Me iré. —concluí. —Contigo o sin ti.

—Está bien. —respondió alejándose de mí. —Entonces está decidido. —añadió finalmente, y salió de la habitación de manera rápida.

Heaquí, la razón de mi corazón roto. No quería obligarlo a elegir; sabía que eldejar a su familia le dolería mucho, pero jamás había imaginado que a quiendejaría, sería a mí. Pero ahí estaba yo, llorando con la maleta armada,lamentándome por dentro el no haber sido elegida por el amor de mi vida.

El Capítulo de Nuestro Amor © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora