Capítulo 45:

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—Buenas noches, caballeros —saludo a los flamantes invitados—

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—Buenas noches, caballeros —saludo a los flamantes invitados—. Permítanme presentar mis sinceras disculpas por la tardanza, surgió un imprevisto que afortunadamente solucioné con brevedad. Agradezco su amable espera.

Y una vez más me encuentro en un grave predicamento, observo con cuidado la escena que el destino me presenta en esta rozagante noche, las piezas de ajedrez están puestas sobre el tablero de la mesa y solo habrá un ganador. Mi olfato se deleita con el delicado perfume de la dama que me acompaña, Elizabeth Bennet, quien afortunadamente aceptó la protección del apellido de mi buen amigo Charles temporalmente. Desearía que ella se hubiera marchado de mi lado antes de amarla, cuando aún dudaba de la eficacia de este absurdo plan de amores, quisiera regresar el tiempo, al lugar donde hacíamos el amor en la privacidad de mi confortable alcoba bajo este mismo tejado. Pagaría cualquier precio para volver a donde los besos y las caricias no tenían un propósito o un destino, y llevarla a donde decir "te amo" no nos tenía que conducir a las brasas de un lecho caliente.

—Bienvenido, honorable señor de Pemberley. Aconteció otro imprevisto algo curioso, resulta que el señor Bennet aquí presente, me acaba de jugar una broma de mal gusto, el caballero me confesó ser un simple maestro de historia en alguna precaria escuela de esta insignificante comarca —el coronel ríe a carcajadas ocasionando la pena del caballero en cuestión, y yo me sorprendo sobremanera, recién descubro el oficio del hombre que elegí como suegro—. ¿No le parece gracioso, señor Darcy? ¡Un docente de baja categoría! Usted sí que es cómico, señor Bennet.

—Solo confesé la verdad —mi suegro ratifica su palabra empuñando su sombrero en las manos, está ofendido por las burlas de las cuales es objeto—. Soy un docente orgulloso de su labor, y no me apena confesarlo.

—Padre...—Charles interviene cuando el coronel cambia de expresión de manera radical, está enojado—. Por favor, no te permito ofender a mi suegro. Conozco perfectamente el origen de la cuna de mi amada Jane, y lo acepto, realmente no me importa.

—¡¿Qué!? ¡¿Un simple maestro de escuela!? ¡¿Perdiste la cordura, muchacho impertinente!? ¿Y cómo se supone que un simple docente pagará la dote correspondiente a la cuna y rango de mi portentoso vástago!? ¡¿Es esta una tetra armada para burlarse de mis condecoraciones militares!? ¡Responde, Charles! —Exige el coronel desenfundando su espada.

—¡¿Dote por la cabeza de su hijo!? —Responde el señor Bennet exaltado por el comportamiento del coronel Bingley—. ¡Su padre perdió la cordura, joven Bingley! Usted es el que debería pagar por acceder enlazar a mi querida hija con una familia tan materialista como ustedes, coronel de pacotilla.

—¡Suficiente! Por favor, les pido encarecidamente que guarden la compostura, caballeros. Respeten la presencia de las damas que tienen la bondad de acompañarnos... —El llanto de la madre de Charles se escucha de fondo, y Lizzy se ha quedado paralizada ante la discusión de los caballeros—. Mi estimado coronel Bingley, tengo el privilegio de presentarle a Elizabeth Bennet, la segunda hija del honorable señor Bennet, aquí presente. La señorita Elizabeth es mi prometida, pedí su mano en matrimonio y su padre amablemente accedió a otorgar licencia para mi enlace nupcial. Nosotros nos casaremos después de la boda de Charles, por supuesto.

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