Capítulo 31:

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Predicamentos, hubiera pagado lo que fuera por ahorrarme varios en el transcurso de mi existencia, pero aquellos que están aconteciendo en estos últimos días tienen un sabor diferente, me complace la recompensa al final de la extenuante jornada

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Predicamentos, hubiera pagado lo que fuera por ahorrarme varios en el transcurso de mi existencia, pero aquellos que están aconteciendo en estos últimos días tienen un sabor diferente, me complace la recompensa al final de la extenuante jornada. Sí, el premio merece el esfuerzo mental de librar cualquier obstáculo que se presente en mi improvisado noviazgo.

—La señora Darcy amaneció bastante indispuesta el día de hoy...—Juno se adelantó en responder—. Me apena comunicarle, señorita Bingley, que la dama ausente fue atacada por un macho cabrío muy fiero quien arremetió contra la fémina en cuestión, desgarrando sus vestiduras de la manera más salvaje que haya podido acontecer en este modesto pueblo. ¡Que la santísima virgen inmaculada nos ampare!

—¡Sin pecado concebida...! —Exclaman en coro las trillizas Russo, quienes llegan al comedor envueltas en risillas cómplices. Mi buen amigo Charles y el señor Sallow rompen en carcajadas de inmediato.

—¿Macho cabrío por estos senderos? Solo me place conocer a uno, el mejor de todo el mundo —Katherine toma su lugar en la mesa, justo a mi lado derecho donde le corresponde estar, estira su fino brazo para sostener mi corbata haciendo el ademán de acomodar mi prenda como tiene costumbre, y con cautela retiro su roce de mi camisa, ella me observa evidentemente intrigada.

—Hoy no, Kathy...

—Usted lo sabe bien, señorita Bingley. Es un macho fino, de aquellos que embisten endemoniados entre las piernas de las damas... ¿Lo vio usted, señor Darcy? ¿De qué color era? —Juno continúa con su provocación hacia la pelirroja, y yo estoy apunto de ahogarme con mi café.

—Señor Darcy le ruego aclare todo este embrollo, el macho cabrío que la impertinente costurera menciona solo me pertenece a mí. Su color y forma lo conozco de memoria, dígalo usted —insiste la señorita Bingley enfurruñada.

—Negro... Era de color negro, cierto es...—titubeo levemente, esta situación me apena sobremanera, y mi estimado amigo solo se mofa a sus anchas—. Agradezco su preocupación por mi querida esposa, señorita Bingley, pero me complace comunicarle que no fue un ataque feroz. Lizzy estará con nosotros al mediodía, lo prometo.

—¡Una bestia oscura, ruin y de ojos azules! Con unos enormes cuernos... ¡Válgame dios, yo lo divisé bien! ¡Puedo dar fe de ello...! —Charles se une al festín burlesco de Juno, y todos celebran su hazaña aplaudiendo alegremente.

—¿Bestia negra de ojos azules? ¡Qué raro! A mí me atacó una blanca, tan blanca como la nieve con unos enormes cuernos rojos... Era el mismo Belcebú en persona, ¡lo juro! —Philip hace su aparición triunfal caminando de una manera muy extraña, yo lo observo detenidamente y luego sonrío a Charles de forma socarrona, esta me la pagará más pronto de lo que imaginé—. Buen día a todos los presentes, y disculpen el retraso. Es que... Me caí a causa de mi macho cabrío...

—¡Y qué macho...! —Festeja la rubia modista.

—Juno, si fuera tan amable...—le advierto, y la mujer solo ríe maliciosa.

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