EPÍLOGO.

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VANESSA.

El avión aterriza en esta nueva ciudad. Cuando salimos del aeropuerto me sorprende la cantidad de personas que hay con un cartel diciendo el nombre de mi chico.

« Maximiliano Spencer. »

Él me agarra de la mano y caminamos, varios chicos se tiran encima de Maxi y este ríe. Observo la escena un poco desconcertada. Todos los chicos me miran con una sonrisa.

— ¿Y está bella de aquí?—pregunta un rubio.

— Es mi chica... Vanessa Angeliz. —su brazo rodea mi cintura.

— Wow, pero si el muchacho se va por unos meses y vuelve con una reina de novia. —me sonrojo por lo que dicen de mí.

— Para que veas que tengo demasiada suerte. —nos ayudan con las maletas y dicen que conversemos mientras caminamos para llegar a la casa que todos los chicos comparten.

Me van enseñando cada pequeño lugar de esta cuidad. Parece tan alejada de todo.

Llegamos a una gran casa blanca.

— Aquí viven este grupo de parásitos.—me dice riendo Maxi. Le sonrío, me gusta verlo feliz.

Me invitan a pasar...

— Pase su majestad. —habla el moreno.

Rio y me siento en el sofá más cercano. Maximiliano siempre está a mi lado.

—¿Y que cuentas, hermano?—le pregunta el rubio.

— Pues nada... Hemos venido para quedarnos. Ya no pienso irme, mi novia y yo estamos decididos a crear una nueva vida aquí.

—¿Y eso?

— Después de lo cuento.—le responde Maxi. Suspiro. Piden pizza para comer.

Sonrío, son un grupo de jóvenes divertidos.

Almorzamos tranquilos, los chicos me cuentan anécdotas de Maximiliano, al parecer él creció aquí.

Cuando ya llega la noche es momento de irnos a la casa de la que me habló Maximiliano.

— Prince... ¿Nos llevas en tu auto? Un favor. —le dice al rubio. Él asiente con una sonrisa. Guardamos las maletas y nos despedimos de los demás.

— Te queremos seguir viendo  por esta casa, majestad. —dice el moreno. Asiento con la cabeza mientras sonrío.

Prince maneja y poco a poco nos vamos alejando de la casa blanca. Maximiliano me sonríe, está más emocionado que nunca.

Prince se estaciona frente a una casa de dos pisos con las paredes azules. Sonrío, se ve como una casa muy hogareña, está muy linda.

Se despide de nosotros. Maximiliano saca las llaves y carga las maletas. Entramos a la gran casa, si por fuera era linda por dentro aún más.

— He estado todos estos años en los que he trabajado y estudiado arreglando la casa, sabía que en algún momento volvería y lo haría con la persona indicada. Y esa eres tú. —suspiro mirando mi nuevo hogar.

Se ve tan acogedor y me emociona mas saber que cada cosa que hay aquí lo ha escogido Maxi.

— Siempre que podía compraba nuevas cosas para nuestro hogar. Cuando te conocí me puse a trabajar más y con el dinero  que ganaba me encargué de rellenar nuestra habitación.

— Sube.—me señala unas escaleras, subo corriendo por ellas. Hay tres habitaciones, con la nuestra sería cuatro.

—¿Por qué tantos cuartos?

— Sopresa, sopresa. —me guiña el ojo, niego con la cabeza e ingreso a la habitación que me dice.

Lo primero que veo es la cama, y arriba de ella hay una foto de Maximiliano y yo mirándonos a los ojos mientras sonreímos.

— Iba a poner la que sale en dónde nos besamos, pero después pensé y dije: Esa no, porque nuestros hijos la verían y se pondrían a hacer muchas preguntas. —
« Nuestros hijos. »

Me mojo los labios.

— Tienes razón. —le digo. Sigo avanzando por la habitación. Hay en una mesa de noche nuestros llaveros.

— Ese se hizo para tí.—me señala uno que tiene la figura de un vaso de café y con letras negritas.

Maximiliano me abraza por detrás.

— Bienvenida a tu nuevo hogar, preciosa.

AMOR PROHIBIDO. TERMINADO.Where stories live. Discover now