1. Un paseo por el reino

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—¿No estas al menos un poco emocionado?

— ¿Por qué lo estaría?

—Es una nueva escuela-

—No quieras darme este discurso ahora. Como si no estas tirándome aquí porque quieres deshacer de mí de una puta vez.

—Mingi.

Rueda los ojos y continúa viendo por la ventana del auto. El cielo purpureo y a punto de volverse negro por la noche. Ignora el extenso regaño de su mamá. Lo conoce de sobra. Por algo está aquí con todo su equipaje en la maleta. Ella intenta fingir que es un buen cambio, algo que se hizo por su bien, pero él sabe que no es la realidad.

Que quiere deshacerse de él porque le tiene miedo.

Igual a como le ha tenido miedo a toda su familia paterna.

Como si ella no viniera de una puta familia de lobos.

Se rasca tras la oreja, siendo grande y redondeada del mismo color cobrizo oscuro que el resto de su cabello. Ondulado y abundante. Tanto que es molesto. Apoya la mejilla en el vidrio y arrastra la piel, dando un quejido de molestia largo y profundo.

— ¿Me estás escuchando Mingi?

Quisiera no hacerlo. Su oído agudo lo impide tener dicha felicidad. Pasar por alto y fingir que su regaño y excusas no siguen saliendo ¡No se acaban nunca! Será lo único bueno de entrar en ese internado.

Que ya no tendrá que aguantarla en un largo tiempo.

~ * * * ~

Blanquea los ojos con molestia, parado en la entrada del enorme internado en el que va a residir y estudiar. Sus bolsos llenos con su ropa y artículos personales arrastrados por el suelo a medida que camina. A pesar de la hora, hay mucha actividad. No obstante, él resalta por su gran altura y cuerpo casi totalmente desarrollado. Las orejas de oso se tuercen ligeramente de un lado a otro. Hay mucho sonido en este lugar y es irritante.

Llega hasta el edificio principal, dejando caer todo lo que cargaba y dándole a la secretaria los documentos sin decirle nada. Estuvo más de cinco horas en ese auto y quiere tirarse de cara a la cama y dormir. Nada más. Ignora todo lo que ella dice y se va sin siquiera dejarla terminar.

— ¿Cuántos pisos tiene esta mierda...? —murmura frunciendo las cejas, en el papel avisa su habitación, tiene la llave electromagnética y una bolsa con ¿Cosas? No entiende nada. Medita si devolverse, pero lo rechaza. Seguro se enojaría con él por haberla ignorado.

El toque en la espalda lo hace girar, su gesto enfurruñado y confuso se vuelve uno extrañado. Frente a él hay un adolescente no muy alto, delgado y con largas orejas en la cabeza, cubiertas de pelaje rabio rojizo muy pálido; su rostro simétrico le produce un escalofrió; ojos traviesos y gesto sonriente. Por las orejas, pensó que era un conejo.

Por la cola y la mirada, se da cuenta de que se trata de un zorro.

Su ropa luce bastante bien, demasiado. Un traje blanco y debajo una camisa negra; una gargantilla que protege su cuello y los largos pendientes en sus orejas de zorro. Desentona tanto con el lugar de ambiente corriente.

—Song Min-Gi ¿Cierto? —Asiente ligero, algo intimidado a pesar de la casta obvia en el contrario: un omega—. Mucho gusto, soy Kang Yeo-Sang—Se presenta con una sonrisa amable, bajando un poco las orejas y logrando así que Mingi se sienta menos amenazado—. Dijeron temprano que habría un estudiante nuevo, consideré buena idea venir a darte la bienvenida.

—Ah... ¿Gracias? —balbucea Mingi, asombrado y tímido, dejando caer las orejas del todo. La cola de Yeosang se mueve con insistencia, correspondiendo a su sonrisa divertida.

Eorin Wangja || SanSangWhere stories live. Discover now