"Yo... Recuerdo ese día...ese día en el que creí que moriría"
"Cuando te conocí..."
"Me diste aquello que nunca tuve..."
"No solo salvaste mi vida. Salvaste mi alma"
"No sabía quién era. No sabía cuál era mi propósito. Solo sé... Que lo que sentí es...
En una casa perteneciente a algún lugar de Japón se podía sentir el aura triste y deprimente de un hogar en el que faltaba alguien valioso.
La puerta de la habitación de un dúo de jóvenes fue abierta. Las ojeras en su rostro eran visibles, y las lágrimas al parecer ya no podían salir más. El joven de cabellos verdes se rascó la nuca sin apartar la mirada de la cama vacía al otro lado de la habitación.
—De nuevo... vacía...—murmuró con una voz sin vida.
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El chico se sentó en la otra cama, la suya, viendo el arreglado y limpio colchón ante él, sus ojos estaban rojos por haber llorado tanto. Su pelo incluso había perdido su brillante color verde y sus pupilas estaban apagadas, ausentes de ganas de vivir.
La había cagado, mandó al demonio todo lo que una de las personas más valiosas de su vida le había encargado y ahora se sentía la mayor basura del mundo.
Pisoteo su legado, lo escupió, prácticamente la insulto de la peor forma posible.
Esa persona lo consideraba la mayor luz de su vida... y fue un maldito inútil que no pudo mantener su legado. Lo único que le pidió cuidar y no pudo hacerlo.
Entonces dirigió su mirada a la mesa en un lado de la habitación, una computadora estaba ante él, pero no era suya, era de ella.
Se dirigió a guardar los cuadernos de dibujos y de tareas en una caja.
Pero cuando estaba por guardar el último, de su interior se deslizó una memoria USB, con una frase corta escrita en un pedazo de cinta adhesiva.
"Para Aizawa-Sensei"
El chico alzó una ceja, ¿En serio a pesar de todo había terminado la última tarea de Aizawa? Le pareció una locura, pero muy propio de esa tonta aplicada.
El vio el USB con la misma expresión de cuando entro a la habitación, de hecho, no la había cambiado en ningún momento.
—... No sé si debería...
Dijo, mirando en otro escritorio junto a la otra cama una foto de él, de cuando todo estaba bien y a su lado estaba la que había archivado algo en el USB que estaba en su mano.
—...
Tras unos dos minutos de pensarlo, decidió encender la computadora, cabe resaltar que el respetaba su privacidad al punto de que jamás la tocaría sin su permiso. Así que fue notable su sorpresa cuando vio que su fondo de pantalla era una foto de él y ella con gorros de fiesta para celebrar su cumpleaños con ella rodeándolo por el cuello.
