45. Carla & Alex

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La respiración de Alex me hacían cosquillas en el cuello

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La respiración de Alex me hacían cosquillas en el cuello. Estaba tan cómoda entre sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo y de su cercanía, que tardé varios segundos en recordar todo lo que había sucedido.

Él se había ido de casa.

Me había pedido que nos diésemos un tiempo.

Maki no estaba.

Intenté levantarme de la cama sin despertarle, pero en seguida me di cuenta de que sería tarea imposible. Me tenía sujeta por la cintura, pegada de cara a él. Por mucho que intentara escabullirme, tenía que apartar su brazo de mí.

Eso hice, pero no resultó. Tampoco terminó de despertarse. En su lugar, Alex se removió y me agarró todavía más fuerte contra él.

Maldición.

—Alex —susurré—. Tengo que levantarme.

Nada. Gruñó algo en sueños, pero no me soltó.

—Alex —probé de nuevo.

De nuevo, nada.

—Alex —dije un poco más fuerte—. ¡Alex!

Me removí, y eso por fin pareció funcionar. Sus ojos se abrieron despacio y una sonrisa empezó a formarse en la comisura de sus labios.

—Buenos días, princesa.

—Suéltame, tengo que ir al baño —pedí.

Y ponerme en marcha para seguir buscando a Maki.

Sin embargo, él arrugo la nariz y negó con la cabeza.

—No.

—¿No? —repetí, atónita.

—Estoy demasiado cómodo así como para soltarte.

La sonrisa creció y yo me revolví un poco más, pero eso solo le hizo sujetarme más fuerte. Ahora estaba definitivamente despierto.

—Alexander Walker —comencé a decir—. Como no me sueltes ahora mismo, yo...

Pero me quedé sin terminar mi amenaza, y no por ganas. Pero habíamos estado tan absortos en aquella pelea, que ninguno de los dos nos dimos cuenta a tiempo de que había alguien en el marco de la puerta.

Concretamente, de que Anna nos estaba mirando, y no sabría decir desde hacía cuanto tiempo.

Mi primera reacción al verla fue sobresaltarme. Alex (quien juraría que también se sorprendió) me soltó y conseguí prácticamente saltar de la cama... con la mala suerte de que mis pies se enredaron con la parte de la manta y prácticamente caí de bruces contra el suelo.

Anna se aproximó, pero Alex me alcanzó primero, finalmente levantándose. Me tomó de la mano y me ayudó a ponerme de pies. Cuando miramos a su madre sentía que las mejillas estaban llenas de color.

Un Perfecto DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora