4. Acrílico verde

1.9K 211 10
                                    

•TH•

Me acabo de quedar sin el maldito color #35B477 y estoy empezando a desesperar.

Ya no tengo ni pastel de nueces y chocolate, ni color verde, ni paciencia.

Es irónico, porque estoy trabajando en un lienzo sobre la paz cuando es justamente lo que más me falta en estos momentos.

Ya es demasiado tarde, la tienda a la que siempre voy ya debe estar cerrada. Pero no puedo dejar el trabajo a medias, desde la mañana que estoy trabajando en él.

Sé que hay una tienda cerca, pero digamos que una vez tuve una "pequeña" discusión con uno de los empleados.

¡Yo tenía razón! ¡Los precios eran desorbitantes!

Pero eso no importa ahora, necesito el color #35B477 y si tengo que vender un riñón para comprarlo, lo haré.

—Jungkook, despierta. —Lo agarro por los hombros y empiezo a sacudirlo—. Necesito que vayas a comprar.

—¿Ah? ¿Temblor? —dice con voz adormilada.

—No, imbécil. —Le doy una pequeña palmada en la frente—. Ve a comprar.

Me mira por cinco segundos, su expresión es la de alguien que no entiende ni una sola palabra de lo que estoy diciendo. ¡Vamos, Jungkook! No hablo en ruso…

Mueve la mano en un gesto de negación y se da la vuelta.

—Ve tú —dice y su voz suena amortiguada por los almohadones.

—Agh, vamos… —Lo sacudo de nuevo—. Por favor.

—Dije que no. Ve tú, Taehyung —insiste.

—Bien, pero después me devuelves la caja de preservativos. No la mereces.

Eso lo motiva a saltar del sillón y agarrar su billetera, pero yo lo detengo.

—No, ahora voy yo.

—Tranquilo, corazón. Puedo hacerte este favor, no me cuesta nada —dice rápidamente.

Lo miro con una ceja levantada y le digo:

—Tienes un hilo de saliva en la mejilla. Ve a dormir a tu casa y llévate el almohadón contigo. Lo quiero lavado para mañana —determino. Agarro las llaves y mi billetera y salgo del apartamento.

La tienda está a solo tres cuadras del edificio. No me lleva demasiado tiempo llegar. Está abierto, pero antes de entrar, le ruego al universo que ese tipo no esté atendiendo.

Cuando paso, el mostrador está vacío. Una bien. La tienda es preciosa, llena de color y olor a pinturas. Hay cuadros colgados en las paredes que le dan vida al lugar. Todo es muy bonito, antes no era así.

Yo entiendo que los utensilios de un artista sean costosos, pero los precios que había cuando vine hace unos años atrás eran para morirse.

Mi humor ya roza el suelo, prefiero comprar el color e irme lo más rápido posible.

Toco el timbre del mostrador, pero al ver quien aparece por la puerta, mi humor termina por el subsuelo.

Claro que me reconoce, porque apenas posa sus ojos en mí, en su rostro se forma una pequeña sonrisa de autosuficiencia.

—¿En qué puedo ayudarte? —dice, mientras apoya ambos brazos en el mostrador y se inclina hacia mí.

—Verde —digo, alejándome de él—. Digo, acrílico verde.

—Perfecto, imagino que debe ser como el que tienes en el rostro —replica, mientras señala su propia nariz.

Lo miro unos segundos sin entender, hasta que recuerdo que estoy lleno de pintura por todo el cuerpo. Abro los ojos de par en par y siento mis mejillas arder.

Estoy hecho un desastre frente a un chico lindo.

No, esperen. ¿Qué?

—Bueno, es lo que sucede cuando uno trabaja en este rubro —contesto cortante—. Necesito un #35B477.

—Claro, dime qué medida prefieres —¿Ah?—. Puedo ofrecerte de cien, doscientos cincuenta y quinientos centímetros cúbicos.

Oh.

—Me gustan grandes —contesto, sin pensar—. Digo, el pote más grande. Por favor.

Me mira por un segundo y ríe dulcemente. Puedo escucharlo susurrar la palabra «tierno» y me sonrojo más que antes.

Imbécil…

—Puedo imaginar que saldrá carísimo —lo provoco. Si yo estoy incómodo, entonces que él también lo esté.

—De hecho, no. —Ríe—. Al parecer, las quejas que hiciste hace un par de años dieron su resultado. Si te soy sincero… —Me hace un gesto para que me acerque y baja la voz—. Gracias a ti, pudimos deshacernos del jefe. Renunció al día siguiente. El encargado de la tienda renovó todo el lugar, ahora es muy bonito y todo tiene el valor que corresponde.

—¿Cómo? —Me quedo un poco impactado.

Ese día recuerdo haber escrito seis hojas en el libro de quejas. Pero es que, no tan solo los precios eran inhumanos, sino que también había encontrado unas acuarelas en muy mal estado.

De repente, agarra mi mano y me acerca un poco más.

—Gracias —dice, mirando mis ojos con atención.

Me alejo y siento mi respiración un poco acelerada.

—Sí, bueno. El acrílico, necesito el acrílico.

—Claro, déjame que voy a buscarlo al depósito.

Esto es extraño. Esperaba una actitud condescendiente de su parte, al fin y al cabo lo traté horrible la última vez que estuve en el local.

Aunque, ahora que lo recuerdo, él estuvo callado todo el tiempo en que me la pasé gritando y tirando acuarelas al piso, además de que me ofreció el libro de quejas apenas lo pedí.

Creo que en un momento hasta le tiré un pincel por la cabeza…

Sí, bueno. Cosas que pasan.

A reason to stay ☕ | hv - kmWhere stories live. Discover now