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Valentina no podía dormirse por culpa de su cabeza y los pensamientos que tenía. Estaba mirando el techo, con el brazo del Dibu alrededor de su cintura, y sintiendo su respiración calmada.

Frustrada por no conciliar el sueño decidió levantarse, así que con cuidado sacó la mano para liberarse y salir de la cama. En total silencio se puso la camiseta, la ropa interior y el short, decidiendo escabullirse de la habitación.

—Epa, epa, epa. ¿Qué hacemo'? —se quedó quieta de golpe, sin querer dar la cara- dale Valentina, ya que so' vo'. Bastante boluda sos. Usas la casaca de tu hermano y salís de la habitación del Dibu.

—Cerra el orto Kun —dijo. Se giró y lo miró, sonriendo con falsa inocencia- ¿qué haces despierto a esta hora?

—Lo mismo te pregunto enana —se cruzó de brazos y enarco una ceja- ¿estaban haciendo karaoke? Digo, por los gritos que salían de ahí.

—La puta madre —miró el techo, puteando a todo lo santo que conocía.

—¿Tan rápido hiciste cornudo a Matias? Igual, pido perdón eh, pero se lo merecía. Siempre fue re basura con vos, así que por lo menos te metiste con alguien mejor.

—Nada que ver gato, nada que ver —lo volvió a mirar, y no pudo evitar empezar a llorar otra vez. Él se dio cuenta, así que la cara le cambió al toque- Matias me llamó hace un rato para decirme que terminábamos. Al toque llamé a Emi, hablamos, me dijo que viniera...y bueno.

—Ay flaquita, perdóname.

El Kun se acercó a ella, y la abrazo. El momento con Emiliano le había permitido olvidarse de lo mal que estaba, pero ahora caía de vuelta en la realidad.

—Son casi las 6, ¿querés que vayamos a desayunar?

—Por lo menos voy a llorar mientras como algo.

La volvió a abrazar, y mientras bajaban al buffet en el ascensor siguió haciéndolo. Así es como él le entregaba su apoyo en ese momento.

Cuando llegaron pidió para los dos un café con leche, y unas medialunas de grasa, sabiendo lo mucho que estas le gustaban a Valentina cuando estaba triste.

—No podes decir nada, ¿ok? Si se entera mi hermano lo mata, y después me mata a mi. 

—Te prometo que no digo nada —hizo la mímica de un cierre cerrándose en su boca y ella asintió- para todo esto, ¿cómo te sentís? 

—Bastante como el orto, si te soy sincera —mojó parte de la medialuna en el café, para después comerla- pero más para el orto por saber cómo reemplace la tristeza.

—Bue, che, dejá de culparte amiga. Yo sabía que el Dibu sentía algo por vos, así que por lo menos alégrate de que cogieron por gusto.

—Kun, sos malisimo para consolar.

—Ta, ta. ¿Y qué pensas hacer ahora? Hoy ibas a acompañar a tu hermano al entrenamiento.

—Seguir como si nada, y contarle a mi hermano sobre Matias para que termine de odiarlo.

—¿Qué pasó con el wacho ese? Y ojito eh, no me quiero enterar que te hizo algo malo —y como si el destino se estuviera burlando de Valentina, Otamendi acababa de entrar justo al buffet. 

—Ayer a la noche me llamó. Resumiendo, estoy soltera, otra vez —sonrió, pero sin gracia.

—Valentina, ¿me estas cargando? —ella negó con la cabeza- cuando volvamos a Argentina lo voy a matar al forro ese. Ni siquiera tuvo los huevos de hacerlo cuando volvieras o antes de irte. Lo hizo por llamada. Yo te juro que no lo puedo creer.

vulnerabilidad - dibu martinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora