CAPÍTULO 5

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Estaba sentada en una silla Adirondack comiendo muffins y leyendo uno de mis libros cuando mi madre salió y se unió a mí. Tenía esa mirada seria en su rostro, su mirada de determinación, la única que tenía cuando quería tener una de sus pláticas madre-hija. Temía esas pláticas de la misma manera que temía al atraso de mi periodo.

— Diana: ¿Qué se le ofrece a la mujer que me trajo al mundo contra mi voluntad?
— Mamá: Qué graciosa, ¿Qué vas a hacer hoy? (metí el resto de mi muffin en la boca)
— Diana: ¿Esto? Y tal vez salga con mis chicos.

Mi madre aclaró su garganta.

— Diana: ¿Qué pasa en realidad? (dejo de leer mi libro)
— Mamá: ¿Conrad está en drogas?
— Diana: ¿Qué?
— Mamá: ¿Conrad está en drogas? (Casi me ahogué)
— Diana: ¡No! ¿Por qué me preguntas de todos modos? Conrad no habla conmigo. Pregúntale a Shawn.

— Mamá: Ya lo hice. Él no sabe. Él no me mentiría (dijo, mirándome)
— Diana: Bueno, ¡Yo tampoco lo hago!

Mi madre suspiró.

— Mamá: Lo sé. Beck está preocupada. Él está actuado diferente. Dejó el fútbol...
— Diana: Yo dejé de bailar, la guitarra, las artes... (dije, rodando mis ojos) ¿Y me has visto corriendo alrededor con una pipa de crack?

— Mamá: No, te he visto con cigarros en la boca. (Tomo mi café)
— Diana: Ya vi por donde vas...
— Mamá: ¿Por qué lo haces?
— Diana: El tabaco calma mi ansiedad, sufrí un ataque y casi no la cuento. Por eso mis chicos me cuidan tanto.

— Mamá: Diana, ¿por qué no dijiste nada?
— Diana: No lo sé... no quería molestar.
— Mamá: Mi vida, tú, nunca molestarías.
— Diana: Vale.

— Mamá: ¿Por qué te cierras tanto?
— Diana: Tengo muchos secretos y tengo que aprender a vivir con ellos. ¿Por qué a Shawn no le dices algo y a mí sí? (Frunció sus labios)

— Mamá: ¿Prometes decirme si escuchas algo?
— Diana: No sé...
— Mamá: Diana, esto es serio.

— Diana: Mamá, tranquilízate. ¿Cuándo te volviste un agente antidroga? Ninguna de ustedes tres podría decirle nada.
— Mamá: No comiences.
— Diana: Claro que comienzo, las 3 estaban fumando marihuana.
— Mamá: Vamos adentro.

Ambas entramos a la casa.

— Jeremiah: ¿De verdad tenemos que estar aquí para los retratos? ¿No puede ver una foto en su teléfono o algo así? Okay largo. (Le dice a Steven)

— Laurel: Necesita verte en persona para capturar tu esencia mientras estés joven y lleno de vida y esperanza. Sus palabras.

— Jeremiah: Pues Conrad no tiene esperanza, es un caso perdido, pero, mi batido de resaca lo cura todo.

— Conrad: Oye, puedes darte prisa. (Menciona malhumorado desde el sillón)
— Jeremiah: Solo vuelve a la cama ¿Sí? (Me acerco a Conrad)
— Diana: Te ves terrible.
— Conrad: Gracias.

Me rio.

— Laurel: No te ha pintado desde que eres un niño, será lindo que tengas estos retratos cuando seas grande.
— Steven: Ay, no, cuando sea viejo de seguro que habrá hologramas o algo que pueda ver de mí mismo, ¿sabes?

Jeremiah enciende la licuadora y Conrad salta por el sonido.

— Laurel: Solo siéntense para las pinturas.
— Mamá: Eso también va para ti Diana.
— Diana: Pero mis chicos...
— Mamá: Diana, los verás luego.
— Diana: ¿Pueden venir? Por favor, mami.
— Mamá: Eso se sintió hipócrita.
— Diana: Sería hipócrita que dijera "amo la vida".

My Best Summer - Conrad Fisher © ✔Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt