𝘚𝘦𝘨𝘶𝘪𝘳𝘵𝘦 𝘰 𝘗𝘦𝘳𝘥𝘦𝘳𝘵𝘦
Merlina amaba la rutina; Enid, amaba lo desconocido.
Merlina amaba la perfección; Enid, era completamente imperfecta.
Merlina no tenía grandes sueños; Enid, vivía en uno.
Merlina odiaba las despedidas; Enid, viví...
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Me gustaba tener una vida completamente controlada. Odiaba lo inesperado, los cambios innecesarios, los días sin planificar. El azar era mi peor enemigo, y los números dentro de mi cabeza se habían convertido en los únicos que podían comprenderme. Sin embargo, cuando Enid llegó a mi vida, me di cuenta de que podía olvidar las cantidades unos momentos, pues cuando quisiera regresar a ellas seguirían allí.
Enid me había enseñado a ver el lado incontable de la vida. Cuando ella se marchó no perdí esa capacidad. En realidad, comenzó a reforzarse.
Había vendido mi departamento de toda la vida por uno dos pisos más abajo. Ya no revisaba mi cerrojo seis veces antes de salir de casa, pues sabía que con tres sería suficiente. Tampoco regresaba para comprobar si había olvidado algo. Ya no corría para llegar al Veleta e incluso me detenía para saludar a las aves. Al entrar al café lo hacía solo una vez, y saludaba a Tyler tanto como él quisiera.
De repente mi vida se basaba en números que podían variar.
— ¿Ninguna señal de ella? —Preguntó Eugene, quien ahora tenía quince años y ya no estaba tan locamente obsesionado con Kori, la cocinera. Era el único de todas las personas que conocía, incluyéndome, que creía que Enid podría regresar.
— Sabes que la he buscado durante estos dos años, Eugene. No hay ninguna señal ni la habrá —
Era cierto, por supuesto.
Intenté encontrarla con todos los medios que conocía, pero ella parecía haberse esfumado. Enid era como un buen sueño que había acabado demasiado pronto, como una mariposa perdida en el cielo, como el sol que se esconde tras las montañas solo para aparecer en otro lugar del planeta.
Incluso había intentado contactar a la madre de Enid para saber un poco sobre su paradero, pero ella sabía menos que yo. Tampoco era como si le importara.
— Supongo que lo tuyo con Enid está destinado a terminar de la misma forma que lo mío con Kori —
— ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo? —Hice la pregunta siete veces, pues era ese su número favorito.
— Siendo demasiado bueno como para hacerse realidad —
Y Eugene tenía razón, porque Enid era más de lo que cualquiera habría esperado, y mejor de lo que cualquiera habría merecido.
— ¿Y cómo eres feliz con eso? —
— ¿La has visto sonreír cuando está con el gemelo de Divina, Kent? —
Después de que Kent, el gemelo de Divina, empezara a trabajar en el Veleta tras la partida de Enid, habia congeniado de manera espectacular con la cocinera Kori. Pero ambos no eran la única pareja de la cafetería, puede que la relación de mi jefe con el maestro de arte fuera más seria de lo que creía, y en ese momento estaban preparando su boda. Yo estaba invitada seis veces, pues Tyler sabía lo mucho que yo amaba ese número.
