Capítulo 15

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Los gritos de Sebastián muy temprano en la mañana hacen que me despierte de un salto y quede totalmente sentada en la cama. Miro a mi alrededor confundida, aún casi dormida.

¿Qué está pasando?

—¡No, espere! —Escucho nuevamente a Sebastián gritar, por lo que inmediatamente salto de la cama, abro la puerta de mi habitación y bajo corriendo las escaleras.

Al llegar a la sala de estar puedo ver al pelirrojo siendo atacado por mi abuelo quien le amenaza con su bastón.

—¡Tranquilo, soy amigo de Ebba! —Sebastián se defiende escudándose con el cojín que le había dado la noche anterior. Mi abuelo aporreándole con fuerzas. Postdata: no sabía que a mí abuelo aún le quedaban tantas energías.

—¿Cómo has entrado aquí, intruso? —Mi abuelo le amenaza subiendo su bastón al aire en tanto intenta pegarle nuevamente.

—¡Abuelo! —Grito corriendo hacia él y le quito el bastón de sus manos. —¡Abuelo, es un amigo! —Me le quedo viendo fijamente por algunos momentos. Éste me mira confundido.

—Pero yo pensé... —Observa al chico de los espejuelos azules por encima de mi hombro. Sebastián detrás de mí utilizándome de escudo, sus manos clavadas como uñas de gato en mis hombros.

—Tranquilo, él es Sebastián. Se quedó aquí la noche. —Mi abuelo frunce el entrecejo al oír aquello. Sé que no estará de acuerdo con la idea de que Sebastián se haya quedado a dormir en la casa, pero estoy segura de que entenderá cuando le explique.

Observo a mi abuelito, en su rostro una clara expresión de confusión. Todos nos quedamos callados por algunos instantes, procesando todo lo que había pasado.

—Lo siento mijo. —Mi abuelo mira al pelirrojo quien aún se esconde tras de mí. —No sabía, tienes que comprender. —Le sonríe de medio lado, éste notablemente avergonzado.

—Está bien señor. —Sebastián sale de mis espaldas y se para a mi lado. —También me dio gusto conocerle. —Suelta un suspiro. Un tono de sarcasmo en su hablar.

Luego de devolverle el bastón a mi abuelo, de explicarle quien era Sebastián y el porqué se había quedado; subo al segundo piso para asearme y cambiarme de ropa. Al bajar nuevamente al primer piso donde había dejado a los chicos, me sorprendo al ver al pelirrojo cocinando.

—Ebba, llegaste justo a tiempo. —Sebastián toma la sartén que está sobre la estufa por el mango y hace girar por los aires aquel panqueque ya cocido. —Ya el desayuno está listo. —Me mira con una sonrisa en el rostro mientras coloca la comida sobre los platos a su lado.

Me quedo mirándole sorprendida. La mesa estaba preparada, jugos de naranja ya servidos y la avena de mi abuelo ya en su plato.

—Ebba, ¿de dónde has sacado a éste chico? —Mi abuelo toma una cucharada de su avena ya casi inexistente. —Es increíble en la cocina. —Sonríe. Yo procedo a sentarme a la mesa en completo silencio, solo observando como el chico apagaba la estufa y colocaba los trastes sucios en el fregadero.

—Gracias señor. —El pelirrojo se acerca y pone frente a mí un plato con dos panqueques de fresa, que a la verdad, se veían muy bien.

—Gracias Sebastián. —Le sonrió de labios cerrados, tomando el sirope de sobre la mesa y comenzando a comer. Sebastián se sienta a la mesa junto a mí con un plato en la mano cuyo contenido era también dos panqueques de fresa.

—Lamento lo de esta mañana hijo, no sabía que eras el invitado de Ebba. —Mi abuelo le mira al chico con una expresión de pena en el rostro. Sebastián le regala una sonrisa.

Poseidón ©Onde histórias criam vida. Descubra agora