Capítulo 36

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Tras sacar mi cabeza de debajo del agua, rápidamente comienzo a nadar hasta la orilla. Una vez en la arena, me siento y empiezo a verificar mi tobillo.

Veo como algunas marcas rojas se hacían prominentes allá donde aquella criatura me había agarrado con fuerza. Pero al parecer, creo que no había nada roto o lastimado.

—Ebba, ¿estás bien? ¿Qué te pasa? —Sebastián se acerca a mí y se coloca en cuclillas a mi lado.

—Algo intentó ahogarme. —Le miro, los ojos del chico casi saliéndosele de las cuencas.

—¿Qué? —Mira mi tobillo y nota las marcas. El chico extiende su mano y pasa suavemente sus dedos por ellas.

—Me haló por la pierna, pero logré pegarle una patada en el rostro. —Vemos como Pete se acerca.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien Ebba? —Frunce el ceño.

—Solo se torció un tobillo cuando salió del agua. —Dice Sebastián tratando de que el moreno no se enterase de todo el rollo que estaba pasando. Además de que Pete no sabía cada de todo lo relacionado al dios de los mares.

—Vamos Ebba, siempre haciéndote daño. —Sonríe acercándoseme. —Ven, te llevo a la sombra. —Ofrece ayudarme a parar para calmarme. Yo niego.

—Estoy bien, creo que puedo caminar. —Me levanto con la ayuda de los chicos y camino hacia debajo de aquella palmera donde anteriormente estábamos reunidos.

—Si no te sientes bien te puedo llevar a casa.

—Sí, en realidad me gustaría. Gracias. —Digo y el chico asiente. Sebastián toma la caja de pizza. Pete su camisa, celular y las llaves del auto.

Una vez en el vehículo y con dirección a mi casa, pienso.

¿Acaso este ataque sería también obra de Megan?

Poseidón me había mencionado que ella era una sirena, ¿acaso sería ella quien me atacó?

No podía creer que todo esto en realidad estuviera pasando. Megan me quería hacer daño en verdad. Esta era la segunda vez que intentaba lastimarme, o mejor dicho... matarme.

Llegando a mi casa, Pete se estaciona frente a la acera y yo me bajo.

—¿Segura que no quieres que me quede contigo? —Pregunta Sebastián desde el interior del auto del moreno. La expresión en su rostro es de angustia.

—No, estaré bien. Solo me voy a dar una ducha y tal vez ver una película con el abuelo. —Sonrío dando dos pasos hacia atrás.

—Está bien, me llamas si necesitas algo. —Yo asiento. Escucho como Pete acelera su auto y sale a toda prisa por la carretera.

Abriendo la puerta, adentrándome a la casa y cerrándola tras de mí al pasar, veo como el abuelo no estaba en su sillón como de costumbre.

—¿Abuelo? —Dejo mis cosas en el suelo cerca de la entrada principal. Mis ojos buscando frenéticamente a aquel anciano. —Abuelo, ¿dónde estás? —Camino a la cocina y es ahí donde lo veo tomándose un vaso de agua.

—Hola querida, llegaste. —Baja el vaso y lo coloca sobre la encimera. —¿Cómo te fueron las prácticas? —Pregunta yo le miro seria.

—Ni bien ni mal. —Digo tratando de evitar el tema. No quería contarle lo que me había pasado, no quería que supiera lo que habían intentado hacer conmigo. —Creo por ahora solo subiré a mi habitación, me daré un baño y me acostaré. ¿Necesitas algo abuelo? —Pregunto, él niega.

Poseidón ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant