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-Me envía el mago Suliman -dijo con su voz pastosa-. Yo le defendía las
plantas de los pájaros del Páramo cuando la bruja lo atrapó. Entonces lanzó sobre mí
toda la magia que pudo y me ordenó que viniera a rescatarle. Pero la bruja ya lo
había separado en varias piezas, que estaban en sitios distintos. Ha sido una tarea
muy difícil. Si no me hubieras devuelto la vida con tus palabras, habría fracasado.
Era su respuesta a las preguntas que Sophie le había hecho antes de que se
separaran.
-Así que cuando el príncipe Justin ordenó conjuros de búsqueda, lo dirigían
hacia ti -dijo-, ¿Por qué?
-A mí o a su calavera -dio el espantapájaros-. Entre los dos, somos lo mejor
de él.
-¿Y Percival está hecho del mago Suliman y del príncipe Justin? -preguntó
Sophie. No estaba segura de que aquello le fuera a gustar a Lettie.
El espantapájaros asintió con su rostro de nabo arrugado.
-Las dos partes me dijeron que la bruja y su demonio del fuego ya no estaban
juntos y que podría derrotar a la bruja sola -dijo-. Gracias por aumentar mi
velocidad diez veces.
Howl hizo un gesto con la mano.
-Trae ese cuerpo contigo al castillo -dijo-. Allí os arreglaré. Sophie y yo
tenemos que volver antes de que el demonio del fuego encuentre alguna manera de
penetrar mis defensas-. Cogió a Sophie por la delgada muñeca-. Vamos. ¿Dónde
están esas botas de siete leguas?
Sophie se resistió.
-Pero... ¿y la señorita Angorian?
-¿Cuándo te vas a enterar? -dijo Howl, tirando de ella-. La señorita Angorian
es el demonio del fuego. ¡Si entra en el castillo, Calcifer está perdido, y yo también!
Sophie se tapó la boca con las dos manos.
-¡Sabía que lo había estropeado todo! -dijo-. Ha estado en el castillo, dos
veces. Pero... se marchó.
-¡Dios mío! -gimió Howl-. ¿Tocó algo?
-La guitarra -admitió Sophie.
-Entonces sigue allí -dijo Howl-. ¡Vamos! -tiró de Sophie hacia la brecha en
el muro-. Sigúenos con cuidado -le gritó al espantapájaros-. ¡Voy a tener que
conjurar un viento! No hay tiempo para buscar las botas -le dijo a Sophie mientras
ascendían por escombros hasta la luz abrasadora-. Tú corre. Y no pares de correr, o
no seré capaz de arrastrarte.
Sophie se apoyó en su bastón y consiguió echar a correr cojeando, tropezándose
con las piedras. Howl corría a su lado, tirando de ella. El viento se levantó, silbando,
aullando, caliente y arenoso, y la arena gris se arremolinó en torno a ellos
levantando una tormenta que tenía su centro en la fortaleza. Para entonces ya no
corrían, sino que volaban hacia delante en una especie de curva a cámara lenta. El
suelo pedregoso pasaba debajo de ellos a toda velocidad. El polvo y la arena
tronaban a su alrededor y por encima de sus cabezas y formaban una larga cola a su

EL CASTILLO AMBULANTEМесто, где живут истории. Откройте их для себя