🌆 New Year 🌆

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Dónde Yeonjun extraña a Beomgyu, pero Beomgyu le rompió el corazón.

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La descomunal vista de Central Park es hipnotizante cuando recién llegas a Nueva York; todo verde en primavera y dorado en otoño. Pero para Yeonjun se veía como cualquier parque.

Hace dos años cuando se mudó a Estados Unidos incluso entrar a una tienda de 24 horas era una aventura. Todos esos snacks nuevos que no había en Corea, la música que sonaba en las calles y todo tipo de vestimentas.

Quizás todo eso dejó de tener valor cuando la persona con la que se mudó a Estados Unidos lo dejó.

Ahora su inglés se había vuelto fluido y tenía un trabajo de mesero en un restaurante de lujo, lo que le alcanzaba para pagar su pequeño pero moderno departamento. Vivía bien, pero estaba solo.

A excepción de algunas noches.

El timbre sonó cuando había recién salido de la ducha, llevaba el pelo mojado y un pantalón de piyama. Tenía dos días libres porque había estado doblando turnos durante una semana entera. No es como que tuviera otra cosa que hacer, y eso le duplicaba el sueldo.

Algunas veces sus compañeros cuchicheaban respecto a él, llamándolo robot o adicto al trabajo. En un principio se le acercaron cordialmente, les parecía curioso y atractivo su aspecto asiático, pero de personalidad era demasiado reservado, por lo que luego de un tiempo dejaron de insistir en tener algún tipo de amistad.

De momento a Yeonjun no le interesaba formar lazos con nadie más, no estaba listo.

El timbre volvió a sonar con más insistencia y corrió a ver quién era por la mirilla de la puerta.

Otra vez él.

¿No sé cansaba de torturarlo?

Abrió la puerta y un pelirrojo de mejillas rosadas, abrigado hasta la coronilla, lo miró con ojos llenos de ilusión y anhelo.

Habían lágrimas secas al borde de sus ojos cafés.

—Yeonjun... —lo llamó con un quejidito, como un niño que busca consuelo donde sabe que siempre van a dárselo.

El pelinegro suspiró, dispuesto a dejarlo pasar y darle algo de calor.

Envolvió sus brazos en el cuerpo más pequeño y unas manos se aferraron a su espalda.

—¿Qué ocurrió ahora, Beomgyu? —murmuró.

El pelirrojo temblaba y lloraba como un bebé, restregando su nariz contra su pecho desnudo. Yeonjun podía oler en él la esencia a cigarrillo.

—Ya no puedo más con la maldita universidad.

Oh, otra vez estaba teniendo un colapso. O más bien un berrinche. Yeonjun sabía perfectamente cómo lidiar con eso.

—Tranquilo bonito, todo estará bien.

Cerró la puerta y lo introdujo en el departamento, Beomgyu se separó de él para sentarse en la cama. Yeonjun le quitó la bufanda y el saco, dejándo sus prendas en un perchero.

—¿Quieres algo caliente? Te ayudará con el frío.

Beomgyu asintió con su nariz mocosa. Yeonjun fue a la cocina y preparó chocolate caliente en lo que el pelirrojo miraba por el gran ventanal las luces nocturnas de la ciudad.

Beomgyu le echó un vistazo al monoambiente.

Hasta hace algunos meses esa era su casa también. De hecho, Yeonjun aún tenía sobre su mesita de noche la foto del último fin de año que tomaron en el puente de Brooklyn.

YeonGyu One ShotsWhere stories live. Discover now