Capítulo 6

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Como si la oscuridad descendiera para reclamar su alma. El silencio se volvió una tortura imperceptible.

En medio de un cuarto oscuro, la mente llega a divagar de formas extrañas y bizarras y ni él era la excepción ante esa naturaleza.

Morir.

Era un concepto conocido pero al mismo tiempo ignorado.

Lamentablemente él no podía no estar familiarizado con esta palabra. Después de todo su condición no le permitía ignorarlo.

Hanahaki, era una extraña enfermedad que no se sabe la causa real, solo la pueden relacionar con el amor unilateral. Era tan extraña que sus casos eran muy pocos, demasiado pocos como para hacer una cura cien porciento efectiva. Y con lo poco que han podido recaudar de cada paciente, se conoce que mientras la persona pase más tiempo con el Hanahaki, más probabilidades hay de que muera por asfixia debido a las flores en la garganta.

En realidad la enfermedad es tratable, pero el problema radica en las consecuencias devastadoras de la operación. En el momento de extraer las raíces de los pulmones, hay una muy alta probabilidad de que los sentimientos se desvanezcan en un nivel casi irreversible, también existe la posibilidad de que la persona muera por el daño que causó las raíces en los pulmones.

Lo extraño de esta enfermedad, es que las raíces que aparecen en los pulmones, de alguna manera, secretan una sustancia que puede afectar a un nivel cognitivo en el cerebro. Al recibir información, guardarla y analizarla en nuestra cabeza para una toma de decisiones, hay una clase de interrupción o variación, que causa que algunas circunstancias o pensamientos sean más importantes que otros. Llegando a afectar la vida cotidiana de la persona afectada.

El Hanahaki actúa de cierta forma similar a cuando uno consume drogas. Aunque las drogas tienen efectos muchos más devastadores, en cierta forma comparte algunas similitudes con el Hanahaki, por ejemplo; mientras más pasa el tiempo el anhelo por la persona se vuelve peor hasta el punto de poder llegar a dejar comer, no tener energías, andar más despistado o irritable, además de tener más síntomas depresivos, de ansiedad, irritabilidad e insomnio.

La verdad es que...

Está aterrado, muy en el fondo tiene miedo de poder llegar a morir, especialmente por una enfermedad tan desconocida.

Aún recuerda ese día en el baño, dónde las flores no podían salir de su garganta. Estaba débil, con falta de oxígeno, había entrado en un pánico sin precedentes. Si no fuera por Bakugō, quizás no podría estar contando los días.

En realidad, pensándolo con profundidad, le debe mucho a su compañero rubio. Desde ese día que descubrió lo de su enfermedad, podía sentir como el omega cubría su condición con los demás. Desde botar las flores a la basura, hasta advertirle sobre personas cercanas.

Quizás su vocabulario, actitud y postura no sean lo mejor. Pero no puede negar que es una buena persona.

Realmente le debe mucho. Y probablemente también su vida.

Acostado en la cama, pensó en su futuro y en lo que tendría que llegar a hacer. Si su enfermedad no paraba después de estos meses, se haría la operación, no quería morir. Tiene a su familia, su hermano y sus sueños. Aún le queda mucho por hacer y esta enfermedad no lo iba a detener. Aunque le dolía el pecho al pensar en Yaoyorozu-san, apreciaba su vida y no cometería una locura.

Pero le era innegable que estas extrañas emociones que albergaba por la pelinegra parecían volverse aún más profundas que antes.

Lo había revisado con anterioridad, pero eso parece un efecto secundario del Hanahaki. Mientras más pase el tiempo, la angustia y el deseo por la persona incrementan, transformando el día a día en una tortura constante. Y esto solo eran las etapas iniciales, aún le quedaba llegar a vomitar sangre por las flores, pero para ese momento estaría corriendo entre la línea de la vida y la muerte.

Diaboli [Iidabaku]Where stories live. Discover now