Capítulo VII: Crazy Little thing called love

17 4 13
                                    

Sebastian

Me aprieta el pecho, mi corazón quiere salir por mi boca, apenas puedo respirar.  Estoy sentado al borde de una de las aceras, justo afuera del anfiteatro con mis pies  metidos en el caño tratando de respirar mejor, de repente se me acerca alguien  con un estuche a sus espaldas, parece ser una guitarra o tal vez un bajo, no tengo tiempo de medir tamaños.

—¿Estás bien? —dice poniéndose más o menos a mi altura—. Te ves algo agitado.

Es el chico que había estado cantando hace unos instantes.

—Si... —alcanzo a decir poniéndome de pie—. Estaba muy apretado ahí dentro.   

Él levanta una ceja y sonríe. Me ofrece una botella de agua helada, yo la acepto, tengo mucho calor, al parecer las están regalando fuera del auditorio pero yo no me había dado cuenta. 

—¿Es fabulosa verdad? —dice el chico, sentándose dónde había estado yo, abrió su propia botella y le dio un trago.

—¿A qué te refieres? —Algo me dice a qué se está refiriendo pero no lo quiero admitir en ese momento.

—A Victoria, por supuesto, ¿a quién más? —me responde—. No te hagas el tonto la has estado viendo toda la presentación, todo el mundo se dio cuenta. —¿En serio todo el mundo se dio cuenta? ¡Qué vergüenza!

—No sé de qué me hablas —miento, no sé por qué lo hice si el no me creería.

—Como tú digas hermano —me dice y sigue caminando—. Me llamo Jonathan, por cierto. Cuídate, no dejes que te ciegue demasiado.

—¡Muchas gracias! —le digo levantando la botella de agua.

Él solo levanta el pulgar mientras se va.

No tengo idea de lo que pasó, será mejor que no me lo pregunten. Esa chica… ¿Victoria dijo que se llamaba? La guitarrista, era la chica a la que le había huido ayer. Aquella con ojos pardos y melena castaña.  Era como si me hubiese arrastrado con ella a su "zona". Había penetrado en mí como una flecha. No soy capaz de entenderlo, aquella chica había hecho que me olvidara de todo lo demás, solo con su guitarra. ¿O solo con su presencia? ¿Es que ella tiene algo? ¿Soy yo el que tengo algo extraño? ¡Vaya manera de comenzar mi día!  Embrujado por una chica. ¿Quién lo diría? 

Me hacía falta el agua, así que le agradezco mucho a Jonathan por darme la botella. Me la tomo casi de una sola vez, está helada así que me congelo el cerebro,  definitivamente vale la pena el riesgo. 

Me siento mucho mejor, pero ya no vuelvo a entrar al anfiteatro, en su lugar aprovecho el tiempo para buscar el casillero que mi tía había apartado para mí en el edificio de música clásica. Dejo ahí algunas de las cosas que llevaba conmigo. Hoy me toca primero bloque común, matemáticas, tal vez ocuparme con eso me saque del estado de alerta perpetua. Espero sentado en una de las bancas, el lugar era tranquilo, casi nadie pasaba, era muy raro en mi otra escuela tener lugares tan aislados, debo admitir que podría acostumbrarme a ello.  Al pasar del tiempo veo como todos salían del anfiteatro y se aproximaban a sus aulas. Yo me apresuro a hacer lo mismo, busco mi aula en el edificio del bloque común el cual era el más grande de la escuela así que me cuesta bastante encontrarla.  Llego, me siento al frente, me pongo los audífonos, abro mi cuaderno y escribo la fecha: «Lunes 7 de febrero».

Cuando me doy cuenta ya es hora de empezar la clase. La campana suena y los alumnos que faltaban por entrar pasan. El salón estaba casi lleno, solo faltaba una silla por llenarse y junto a ella había una chica de cabello azul sentada, se veía algo molesta y algo nerviosa. La profesora entró al aula y dejó sus materiales para la clase en el escritorio.

—Bien chicos, bienvenidos  a un nuevo año escolar —declara poniéndose frente a la pizarra—. Para los que no me conocen, mi nombre es Joanna y seré su profesora de matemáticas este año… veamos, se supone que el aula debería estar llena —dice viendo la silla vacía—. Ya me imagino quien falta, pero por si acaso tomemos lista.

Y así uno a uno fue llamándonos, para mi sorpresa Jonathan también está en el aula, justo detrás de la chica del pelo azul, descubro que se llama Priscilla, y luego escucho un nombre que me deja helado.

—Ajá, justo como lo pensaba: Falta Victoria… ¡Esa niña! —Todos rieron.

Al parecer la mayoría de estudiantes la conocen y  eso es normal. «¡Que no sea la misma chica! ¡Que no sea la misma chica!» me repito.

—Conociéndola, vendrá en cualquier momento.

Justo cuando la profesora termina, entra la chica jadeando. Conociendo mi suerte, entenderán que evidentemente no hay otra  Victoria tan conocida en la escuela.

—¡Perdón Profesora, perdí la noción del tiempo! —dice la chica.

—Si si Victoria, lo sé entra por favor —le responde la profesora—. Niña, tú nunca cambias. 

Todos ríen al parecer esto pasa tan seguido que ya es cómico.

—¿Dónde demonios estabas Victoria? —pregunta Priscilla—. No entiendo cómo le haces para siempre llegar tarde.

—No es para tanto Azul, solo me distraje un poco de camino hasta aquí —le responde Victoria sentándose.

—¿Cómo? ¿No es para tanto llegar a tu primera clase tarde?—responde "Azul" levantando algo la voz—. Ibas detrás mío y de un momento a otro ya no te vi más. Me asusté mucho porque íbamos a llegar tarde.

—Bueno chicas, o salen del salón a seguir su tertulia o me dejan comenzar la clase —interrumpe la profesora.

—Perdón, profesora —responden las dos al unísono.

Y así  por fin empieza la clase, nada muy extraordinario, dieron la carta del estudiante, las rúbricas de evaluación así como el temario y nos dijeron que había un examen de diagnóstico la semana que viene. Y la hora y veinte que duraba la clase se me fue volando.

Suena la campana y la Profesora nos llama a mí y a Victoria… ¿Por qué a ella? Para bien o para mal voy a terminar entonces conviviendo con esta chica.

—Sebastian, se me ha dicho que el año anterior tuvieron problemas con su maestra de matemáticas y que vas un poco rezagado, así que te daré algo de material extra y te aplicaré el examen de diagnóstico de hoy en quince días, ¿te parece bien? 

La pobre profesora de mi año anterior se había caído y terminó en el hospital la última semana de clases antes de los exámenes, el director no encontró un reemplazo. 

—Si profesora, muchas gracias —respondo.

—Perfecto, te llegará el material a tu correo.

—Muchas gracias —digo inclinando la cabeza.

Así me apresuro a salir de la clase...

—No tan rápido,  jovencito —me para la profesora cuando estaba a punto de salir.

—¿Necesita algo más de mí, profesora?

—También se me dijo que te asignara a uno de tus compañeros como guía, para que te enseñara la escuela, así que viendo que Victoria no tiene ninguna prisa por llegar a sus clases decidí que sería ella —responde tajantemente mientras la ve con el ceño fruncido.

—Pero profesora... — debate la castaña y delgada señorita de cuya belleza esta vez si me percato

Frunce el ceño  viéndome directo a los ojos pero no dice nada, se ve que me recuerda muy bien.  ¡Que mirada tan intensa! Ese par de ojos pardos son fieros como los de una leona, siempre preparados para el ataque. Y aquí estoy yo, justo en su línea, nunca había estado tan fascinado y asustado al mismo tiempo.

—Pero nada Vic, él es un alumno importante para el director, así que por favor compórtate y se amable con él.

Suspira, suelta los nudillos y me toma de la corbata.

—De acuerdo —repuso Victoria—. Vámonos señor importante, te daré un tour.

—¿Qué le habrás hecho?  —ríe la profesora.

Yo no  digo nada, ¿Para qué? No haría nada para revertir la decisión. Sé perfectamente que no estoy en posición de quejarme.

Me arrastra hacia la puerta de la corbata

Ahora estaba caminando por los pasillos con la chica a la que había rechazado. Era un infierno, ella solo caminaba hasta adelante y volteaba para ver qué yo no me hubiese perdido.

—Emm, ¿Victoria verdad? —me animo a decir, tengo que acercarme con cuidado, no sé cómo vaya a reaccionar.

—Si, ese mismo es mi nombre Sebastian —responde de manera seca, en ningún momento hace contacto visual conmigo.

—Siento que tengas que hacer esto —me disculpo—. Debes tener mucho que hacer.

—En realidad, desearía tener algo más que hacer, pero para mi mala suerte no es así —me dice mientras me ve de reojo y suspira.

Al menos esta vez me volteó a ver, noto que este temperamento que tiene solo es una máscara que usa conmigo, así que me animo a ponerme a su lado, tal vez si logro hacerla reír la máscara se caiga.

—La escuela es mucho más grande de lo que pensé —digo torpemente tratando de seguir la conversación—. Mi escuela ahora se siente como una casa al lado de todo esto.

—Escucho eso a menudo. —No se me ocurre nada para romper el hielo, pero siento que su amabilidad puede más que su carácter. 

—Y cuéntame, ¿que es lo mejor de estar en esta escuela?  —Trato de hacerla hablar un poco más.

—Mejor dime tú cómo llegaste hasta aquí—me responde, ella es la que quiere hacerme hablar a mí, no tiene ningún interés en responderme—. ¿Qué trae a su majestad aquí?

Por un momento había pensado que se estaba ablandando pero no es así.

—Bueno, es una larga historia, mi padre quería que viniera hasta acá, me ofrecieron una beca al 100% y un espacio de ensayo propio, no me quedó de otra que aceptar.  —trato de sonreír, solo logro una mueca estúpida.


—Vaya, así que eres el niño prodigio del que tantos rumores había escuchado.  —No me sorprende su tono—. La verdad quería creer que eras buen chico, pero tú primera impresión dejó mucho que desear. 

Se cruza de brazos, al menos ahora me ve a los ojos y su rostro se suaviza un poco, parece algo decepcionada de mí por alguna razón.

—Algo así supongo, si te soy sincero quiero volver a mi casa. Tenía muchas cosas que hacer planeadas para mi último año —trato de explicarme

—¿Así que no somos lo suficiente para ti? —dice  algo enfadada—. ¿Sabes cuánto luchamos para entrar aquí? Y todo para que tú te des el lujo de rechazar la escuela aunque ni siquiera hiciste examen de admisión.

—No es eso Victoria —digo algo cabizbajo, la verdad es que tiene razón.

—¿Entonces? Por cierto por favor llámame Vic, incluso los profesores lo hacen no veo porque el señor genio no. —dice aproximándose a mí de manera amenazante.

Yo trato de echarme para atrás con tal de que no me apaciguar las aguas un poco. Pongo mis brazos entre ella y yo.

—Bueno Vic, extraño mi casa, mis amigos, mi escuela, sé que es algo raro, pero yo no quería estar aquí en primer lugar, mis padres me están básicamente obligando —trato de explica.

Ella se vuelve a cruzar de brazos y me da la espalda.

—Así que simplemente le temes a las nuevas experiencias. No eres más que un cobarde. —Me está empezando a molestar esta niña. 

—¿Que? No, ¿Por qué piensas eso?  —digo tratando de no alzar la voz.

Voltea a verme de nuevo.

—¿Cómo quieres que piense del chico que me dejó tirada en la calle? —dice sin más. Así que eso es lo que le molestaba más, fui muy poco caballeroso la primera vez que nos vimos. Me doy ella gana.

—yo, emm —balbuceo tratando de decir algo. 

—Lo sé, lo sientes, no era tu intención, blah blah blah. Solo necesitaba a un chico que tocara el piano y me ayudara a componer, en la escuela no abundan los compositores, ¿sabes? Al menos no buenos. Cuando te escuché quedé fascinada, supe que eras el indicado, aún lo pienso. Además, pusiste ayudarme ponerme de pie. Podríamos haber sido amigos aunque no me ayudases.

—No sabía que te había caído, solo supuse que te habías rendido. Perdóname de verdad. Soy un cobarde lo admito. —su mirada se suavizó de nuevo con algo de ternura.

—Yo nunca me rindo, soy guitarrista, ¿crees que si no tuviese al menos algo de perseverancia hubiese aprendido a tocar sin hacerme los dedos un nudo?

—Eso vi sobre el escenario —digo algo sonrojado—. Me impresionaste de verdad.

—Como sea —dice tratando de parecer indiferente pero sus mejillas tenían algo de rubor—, tengo que enseñarte la escuela antes de la próxima clase, nos permitirán llegar algo tarde para enseñarte bien, supongo que ya sabes cómo llegar a tu casillero Seb.

De alguna manera había roto un poco la barrera que había puesto entre nosotros. Se le veía de repente algo más relajada, supongo que solo necesitaba desahogarse conmigo, de verdad no sabía que se había caído. Vi que en su rodilla traía una curita, se debió haber raspado  cuando se cayó… ahora sí me siento algo mal por haber sido tan grosero.

Primero me lleva a ver el gimnasio y me enseña las diversas rutas para llegar al edificio de bloque común, luego los edificios de música, los de artes y los de cine y literatura. La escuela de veras es enorme, aún así me pareció que no éramos tantos alumnos, o al menos esa fue mi impresión en ese momento.

—¿Todo esto se usa siempre? Digo, no veo que seamos tantos alumnos como para ocupar todo esto.

—Bueno, no se usa todo al mismo tiempo, pero hay muchas habitaciones que son sets de grabación o estudios de composición musical, también hay algunas oficinas para los profesores o algunas bodegas con equipo para conciertos o materiales de arte, también hay otras que son estudios para los clubes o los grupos de la escuela. Por cierto si quieres unirte a uno te recomiendo que sea algo diferente a tu área —me responde, en el camino ya nos habíamos empezado una extraña amistad. Ella cae bien cuando no me quiere matar con la mirada.

—¿Todavía necesitas ayuda con la composición?  —Me ánimo a preguntar ruborizado.

—Si estás dispuesto... —me dice con una sonrisa—. Y si me prometes que ya no huiras de mí más Sebastian.

—Bueno entonces voy a estar muy ocupado para unirme a algún club, ¿no crees? —digo acercándome a ella—. Lo otro no lo puedo prometer pero puedo prometer que por nada del mundo dejaré de ayudarte con las canciones. 

—Si así es —ríe—. Bueno, dadas mis circunstancias no tengo de otra que aceptar el trato.

Me extiende su mano derecha en señal de paz y yo le doy la mía y la sacudo. 

Me sonríe dulcemente viéndome a los ojos y yo le devuelvo la sonrisa, quedo embelesado con su mirada tierna. Esos ojos que antes me daban tanto miedo ahora me atraparon cómo lo hicieron antes en la presentación. 

Still Loving You. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora