3. Los estragos de la realidad

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El momento de partir de Boston había llegado. Elia debía admitir que se sentía un tanto nerviosa al respecto, siempre que salía o entraba de Boston, lo hacía con Merlene. La morena era una líder feroz que siempre protegía a las luciérnagas. Tess había llegado hace momentos, antes que ella lo hubiera hecho.

Salió por provisiones para el viaje. Al principio, cuando Joel Miller les había dicho que hicieran lo que quisieran mientras él se dejaba caer en el sillón y después dormirse, Elia dudó en dejar a Ellie sola. Ella no conocía del todo a Joel y titubeo, pero Ellie le aseguro que estaría bien mientras agarraba su navaja.

Elia decidió entonces que debía confiar en Joel. No por nada Marlene las había dejado a cargo del hombre. En muchas ciudades resguardadas, existían simpatizantes de las luciérnagas. Por lo que no le fue difícil encontrar a Thomas en el centro de Boston. Era un hombre que podía ser su padre, pero aun así, él coqueteaba con ella. Para la mala fortuna de Elia, el hombre contrabandeaba pollo, galletas y dulces. Para su pesar, tuvo que corresponderle el coqueteo para que le llegara a dar algunas cuantas provisiones.

Cuando volvió al departamento de Joel, este seguía durmiendo como un oso en hibernación.

— Respeten el toque de queda para combatir la infección —se escuchaba por los altavoces.

Fueron en silencio mientras corrían por las calles de la ciudad. Las linternas grandes y los autos policiales patrullaban las calles verificando que nadie saliese. A Elia casi le da un infarto cuando su pie quedó atorado en un fierro del suelo y antes de que el carro policial llegara a ella, Joel la sostuvo y la empujó hacia el. Su pantalón se rompió en el proceso. Ambos quedaron pegados el uno al otro mientras el carro pasaba. No los vio.

— Rompiste mi pantalón —acusó Elia.

— Si bueno, acabo de salvar tu vida —le respondió él mirándola con el ceño fruncido.

La soltó de golpe y se dio la vuelta. Elia refunfuñó unos segundos y después lo siguió. Caminaron unas cuantas calles más hasta llegar a una alcantarilla. Tess fue la responsable de abrirla y uno a uno, fue bajando por ella hasta llegar al suelo.

Cuando Elia cayo, lo hizo mal.

Porque Elia era torpe y despistada.

Se dobló el pie y soltó un grito.

— ¡Ay mi pie...!

Joel le tapó la boca.

— Jesus, si me hubieran dicho que llevarte a ti iba a ser una pesadilla, te hubiera dejado atrás —le susurro —, ahora, haz silencio.

— Perdón —le susurró Elia un tanto culpable.

Con dificultad se paró. Ellie la miro preocupada.

Wayfaring Stranger > Joel Miller | The Last Of Us Where stories live. Discover now