Capítulo I.

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Las hojas se veían caer desde su ventanal, el viento soplaba como si estuviera enfurecido con la vegetación, haciéndolas volar fuera de su camino, deshaciéndose de ellas, para no verlas en un largo tiempo.

A Jisung le gustaba el otoño, en especial los lindos y rosas atardeceres que se colaban por la ventana cuando tenía que hacer su tarea.

Le gustaban porque sus voces internas se callaban por un corto rato, donde su mente y su cuerpo congeniaban en que eso que veían era arte, donde lo único que lograba pensar era en la belleza de su entorno.

Y claro que la belleza es subjetiva para cada individuo, pero él podía asegurar que cualquier persona concordaba con que el espectáculo que se lograba divisar a la lejanía, era belleza intacta, belleza absoluta, belleza irrefutable.

Y cuando vuelve su vista al cuaderno con ecuaciones geométricas, las voces vuelven a gritarle, y aunque hay ruido en su cabeza, a su alrededor no hay nadie.

Está solo.

Está triste.

Y no entiende el porqué.

Él lidiaba bien con la soledad.

Pero no cuando estás solo significa que te sientes así.

No, él está solo, se siente solo, y no hay nadie con quién callar sus estúpidos demonios internos, con quién divertirse.

Con quién olvidar que en menos de cien días, invierno llegaría. Y con él, él planeaba irse, de vuelta con su mamá.

—¡Jisung-ah, buenos días!
Vocifera una vecina desde su banqueta en el joven día.

—Buenos días, señora Kim.

El pelinegro por respeto contesta, sin embargo, sabe lo que vendrá después, y quisiera ahorrarse esa plática, pero no le gusta ser grosero con las personas mayores.

—¿Cómo está tu padre, hijo?, ¿ya se encuentra mejor?

Con un pequeño asentimiento, Jisung se digna a contestar.
—Está mejor que antes, sí.

—Dile que cualquier cosa aquí estamos nosotras, hijo. No está solo.

Y lo odia.

En el fondo espera que alguien pregunte cómo es que se siente él, cómo está sobrellevando la ausencia de su madre, si es feliz o si se está rompiendo lentamente.

Pero en el fondo sabe que es egoísta querer que pregunten por él.

Y sabe que es más egoísta al desear hasta la muerte que su madre regrese, que no lo haya dejado. Aún cuando sabe que era lo mejor para ella.

El aire golpea una vez más su rostro y continúa caminando hacia su preparatoria, tomando fuertemente las correas de su mochila, aferrándose a ellas antes de regresar a patalear a su cama o llorar hasta el cansancio.

La brisa mañanera pega suavemente sobre su cabello, probablemente necesite un corte pronto, pero él no tiene ánimos de gastar treinta minutos incómodos con un peluquero chismoso, ni mucho menos hacerlo por su cuenta.

Él sabe que no es para nada feo.

Pero también sabe que un corte de cabello hecho por sus propias manos, lo llevaría a verse horrible. ¡no quería desgraciar una de las cosas más bonitas que tenía!

Y no sabe en qué momento sucede, ni siquiera reacciona al dolor causado, solo cae contra el asfalto en medio de una calle en forma de cruz, donde un chico castaño se disculpa cientos de veces con reverencias y una mueca de nerviosismo.

when winter comes [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora