Capítulo II.

24 2 3
                                    

—¡Oye, oye, espera!

Jisung escucha a la lejanía. Conoce esa voz, por lo que voltea al segundo de percatarse a quién le pertenece.

—Buenos días, Jisung.

Y recibe una sonrisa reluciente a las 7:25 de la mañana. Jisung le responde con una mueca chueca, puesto que sus labios están partidos y le duelen al estirarse.

—Buenos días, Minho hyung. ¿Por qué estás tan temprano en la escuela?

Y pregunta con genuina curiosidad, puesto que la entrada era a las ocho en punto y él era el único transeúnte hasta que faltaran diez minutos para que el timbre de entrada sonara.

—Creo que es el único momento en el que puedo platicar contigo, no te vi por ningún lado las semanas pasadas, ni en la entrada, ni en los recesos, ni en la salida. Así que... recordé que el primer día caminabas temprano y aquí estamos.

Y Jisung sonríe sin importar que sus labios ardan, no responde, y no porque no quiera, sino porque no sabe qué decir, por lo que comienza a caminar seguido de su acompañante.

Las pinturas coloridas de los pasillos y los periódicos murales se van perdiendo poco a poco en cada paso que ambos dan.

Observa cómo Minho está confundido al verlo alejarse cada vez más de los lugares que él conoce. Sin embargo su cara curiosa nunca se va, por lo que Jisung interpreta eso como señal de que quiere seguir avanzando con él.

Y se paran en frente de una puerta marrón, a lado del cuarto de servicio.

Observa a Lee con una mirada ansiosa, indicándole que gire él la perilla de la puerta. El mayor sin ninguna objeción lo hace.

Su boca forma una apertura de asombro, sus cejas se alzan y sus ojos parecen brillar.

—¿aquí es donde te escondes siempre?

—Paso mis horas de receso y de entrada aquí, sí.

—Es precioso.

—Lo es.

Ninguno de los dos miente, lo que hay frente a ambos disloca un poco a Minho.

Aunque las paredes se notaban descarapeladas de pintura y había una que otra ranura de cemento en ellas, los bonches de libros antiguos y el piano empolvado lo asombran hasta el punto de querer quedarse todo el día sumergido en el olor a libro guardado y polvo.

Una gran mesa de roble está pegada a la ventana, oh dios, la ventana, aquella que abarcaba dos tercios de la pared y daba vista al campo abandonado de atrás, lleno de hierba sin cortar, y árboles a la lejanía, aquellos característicos del país, arces.

—¿te gusta leer o tocar el piano?

—ambas me gustan, pero el piano no funciona, así que intento leer...

"O escribir", quiere decir, pero no quisiera tener una plática en torno a ello, ya que sus escritos no son buenos, ni mucho menos los considera sanos.

—Ya veo, jisung. Es precioso.

Y a Han le está comenzando a gustar esa palabra, le era difícil escucharla, y sin embargo, era una de sus palabras favoritas.

—Puedes quedarte si te gusta. No suelo hacer mucho ruido.

—Me viene genial porque hoy tengo la primera clase libre, no quiero regresar a mi casa o lidiar con la gente de mi curso.

—¿No te han caído bien?

—No es eso... bueno, sí es eso, son como unos "chavs", y traen pantalones a medio trasero, me parecen ridículos.

when winter comes [Minsung]Where stories live. Discover now