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Tenía un sentimiento extraño en el pecho, una presión en mi caja torácica que traté de ignorar.

Tal vez era porque la música estaba tan alta que hacía incluso vibrar las paredes, o simplemente eran los nervios. La cantidad de personas en el lugar era abrumadora y a nadie parecía importarle una cosa que no fuese bailar y beber hasta perder la consciencia.

Y ahí estaba yo, apenas en la entrada del lugar, ya arrepintiéndome de haber aceptado venir.

Desde aquel incidente con la Nintendo –o "sueño" como a mí me gustaba llamarle– había hecho un esfuerzo sobrehumano por no pensar demasiado en el tema. Quería convencerme a mí misma con muchas ganas de que había soñado todo, aunque las pantuflas sucias de cuando salí a la calle esa noche pudiesen probar lo contrario.

—¡Ven, vamos a buscar algo de tomar! —Mi amiga gritó entre la música, tomándome del brazo y obligándome a adentrarme entre la gente con ella.

Camila era una chica sumamente sociable y carismática, además de muy atractiva. Éramos compañeras en la universidad, y desde el primer día de clases se pegó a mí como una pulga con la excusa de que era bonita y le caía bien. El resto de mis compañeros alegaban que yo parecía odiosa, mientras Camila se negó a dejar que mi vida social universitaria fracasara y con el tiempo hasta hizo que yo le cayera bien a la mayoría. Éramos ese chiste del extrovertido que adopta a un introvertido vuelto realidad.

—¿Te sirvo? —Un muchacho se acercó a ella cuando llegamos donde estaban las bebidas.

Fui yo quien respondió.

—No, gracias. No es necesario —La tomé de los hombros alejándola de él, y cuando el tipo vio que ella no estaba sola decidió alejarse.

Ahora quiero irme.

Camila agarró dos botellas que estaban en la mesa y las abrió con su llavero, que convenientemente era un abrebotellas. Me dio una, y aunque no me gustaba demasiado beber, la acepté.

—Ni se te ocurra tomarte algo que te dé otra persona.

Ella sonrió para tranqulizarme.

—¡No te preocupes, tendré cuidado!

Observé cómo dos chicas se acercaban a Camila. Al parecer se conocían, y además no se veían en un tiempo por la reacción de las tres al verse. Comenzaron a charlar animadamente –tanto como el volumen de la música lo permitía–. En cierto momento Camila me señaló a mí, supongo que indicando que venía conmigo. Por mi parte, ni siquiera estaba haciendo esfuerzo por saber de qué estaban conversando y pronto mi atención se desvió hacia las demás personas en la casa.

La fiesta la organizaron unos chicos que estudiaban en mi carrera, al parecer porque estaban de viaje los padres de alguno de ellos. Aunque los anfitriones estudiasen en la sección de al lado, no encontraba ningún rostro que recordase siquiera haberme topado de casualidad en los pasillos de la universidad. No conocía a nadie aparte de Camila.

Estaba empezando a sentirme agobiada. Quería ignorar el sentimiento, porque de seguro era por no estar acostumbrada a ese tipo de ambiente. Me había propuesto a por lo menos intentar pasarla bien esa noche.

—Voy a buscar el baño, no te muevas —Avisé.

—¿Quieres que te acompañe? —Camila se ofreció, pero negué enseguida.

—No, sólo no te vayas a otro lado.

Ella sólo asintió y yo me dispuse a hacer lo dicho. Terminé yendo escaleras arriba porque el baño de la planta baja estaba cerrado desde adentro. En el segundo piso habían notoriamente menos personas que abajo, y por suerte el baño estaba desocupado.

Ahogamiento  |  Ben DrownedWhere stories live. Discover now