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Ocho minutos.

Ocho minutos duré con el control de la Nintendo en mis manos antes de arrastrarme hasta el tomacorriente y jalar con brusquedad el cable.

La habitación quedó en silencio, sólo se escuchaba cómo yo tosía y trataba de respirar con normalidad otra vez.

—Qué patético —Se escuchó, como una burla hacia mí.

Me levanté, con la vista nublada por las lágrimas. Aún sin entender nada grité.

—¿¡Quién eres!?

No tuve respuesta.

—¿¡Qué eres!? ¿¡Qué quieres!?

Hubieron unos segundos de silencio hasta que se escuchó una risita, como si alguien estuviese conteniendo una carcajada. Fruncí el ceño con confusión, sin saber exactamente de dónde venía.

La única persona en la habitación era yo. Estaba sola, ¿Con quién estaba hablando siquiera?

Limpié mi rostro con brusquedad, para después tomar mis llaves, mi teléfono y un abrigo. Salí de mi departamento y bajé hasta la planta baja de mi edificio. Eran probablemente las dos y algo de la madrugada, por lo que no me atrevía a salir a la calle. Pero sí al jardín que había junto al estacionamiento cerrado del edificio.

Me senté en la acera y estando allí lloré.

Lloré porque no entendía qué diablos estaba sucediendo. Cada vez que trataba de jugar al Majora's Mask el juego se deformaba a medida que avanzaba, como si alguien lo manipulara para volverlo injugable, y al mismo tiempo me empezaba a faltar el aire progresivamente. Era como si alguien estuviese asfixiándome, incluso sentía unas manos sobre mí.

Y después estaba el chico que había visto en la fiesta, que parecía ser el dueño de la voz que había estado escuchando.

Encendí mi teléfono una vez había logrado calmarme. Para mí sorpresa aún me llegaba el Wi-Fi de mi departamento, aunque muy apenas. Me levanté y busqué un sitio donde llegase mejor, y volví a sentarme en el suelo.

Lo siguiente que hice fue empezar a hacer búsquedas en Google, buscando tal vez experiencias similares a la mía. Había una cantidad ridícula de personas que contaban sus "experiencias paranormales" en Internet. Después de leer varios relatos, nuevamente empecé a cuestionarme si de verdad no se trataban de alucinaciones mías. A lo mejor no necesitaba un exorcista, sino un bien psiquiatra.

Y con ese pensamiento, me puse de pie y volví a mi departamento. Me sentía muy cansada. Acostumbraba a dormirme temprano, ya que debía ir a la universidad los días de semana. Era inusual que yo estuviese despierta a esas horas sin desmayarme por el sueño.

Me dediqué a cambiarme –porque ni siquiera eso había hecho al llegar–, y me sentí mucho más tranquila cuando hice mi rutina de skincare nocturna.

—Estás bien, todo está bien.

Le sonreí a mi reflejo en el espejo del baño cuando acabé de aplicarme mis cosas.

Sabes que no es así.

Una vez más esa voz. Pero ya no estaba jugando en la Nintendo.

Salí del baño lo más rápido que pude y cerré la puerta con fuerza, como si pudiese encerrarle allí. Mi única protección ahora era mi cama. Cuando estuve encima de esta, me cubrí hasta arriba con las sábanas.

Duérmete, duérmete, duérmete...

Repetía una y otra vez en mi cabeza. Al parecer en algún momento de la noche funcionó, pues la siguiente vez que abrí mis ojos fue en la mañana.

Ahogamiento  |  Ben DrownedWhere stories live. Discover now