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Viéndose acorralados y sin escapatoria, decidieron actuar a la desesperada. Pude ver por el rabillo del ojo como uno de sus hombres levantaba su arma. Lo siguiente que escuche fue un disparo, seguido de un grito desgarrador.

Al girarme y verle en el suelo, rodeado de un charco de sangre, algo en mi se rompió. Solo recuerdo girarme y atacar a Roberto. Sí, Roberto. Esa persona jamás volvería a ser el jefe.

No recuerdo como lo desarme, ni como acabe encima suya. Soltando toda la rabia que sentía en este momento, puñetazo tras puñetazo.

De fondo alcanzaba a oír disparos. Pero lo que no dejaba de martillear en mi cabeza, eran los sollozos de Maya.

Tenía los nudillos en carne viva. Sentía como, cada tras puñetazo su cara se hundía más. Hacia rato que había dejado de resistirse. No era capaz de parar, en mi cabeza todo se había vuelto rojo.

Sentí como una mano se posaba en mi hombro.

-Para. -Dijo Raúl con suavidad. -Si sigues, lo mataras.

No me podía importar menos en estos momentos. En el fondo, es lo que deseaba.

-Blanca... Déjalo ya. -Aunque intentaba hablarme tranquilo, su voz se rompía. -Lo necesitamos vivo.

Apretó un poco más su agarre en mi hombro. El llanto desconsolado de Maya consiguió hacerme volver a la realidad.

Me fije en que el resto de los hombres de Roberto, yacían muertos en el suelo.

Raúl me ayudo a levantarme lentamente. Samuel se acercó, me señalo hacia Roberto. Pidiendo permiso para hacerse cargo de él. Asentí lentamente.

Levante mi mirada hacia Raúl, y vi lo que tanto temía. Su rostro estaba bañado por las lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos. Me aferre a él, en busca de ese consuelo que ambos necesitábamos.

Acariciaba mi espalada mientras besaba mi cabeza con ternura. Podía notar como sus lágrimas caían hasta mi rostro.

Nos separamos lentamente, con miedo a enfrentarnos a la puta realidad que nos esperaba. Con pasos temblorosos, sin soltar nuestras manos nos acercamos a Maya.

Maya se encontraba encima del cuerpo de Juan. No dejaba de llorar y de pedirle que por favor se quedara con ella.

En ese momento toda la rabia que sentía se esfumo de golpe. Note la patada de realidad, justo en el pecho. Enseñándome que la vida, tiene sus propios planes.

Me arrodille junto a ellos tratando de sacar a Maya de encima de Juan.

-Maya... -Dije con suavidad. -Se ha ido. Tienes que soltarle. -Las últimas palabras las dije sollozando.

Porque yo tampoco quería despedirme de él. Lo necesitaba en mi vida. No podía irse así sin más.

-El me prometió que podríamos ser felices. -Sus lágrimas caían en el rostro de Juan. - ¡ME LO PROMETISTES! -Comenzó a zarandear su cuerpo. Esperando que reaccionara a sus palabras.

Cris y Marc se acercaron, entre los dos consiguieron levantarla. Mi hermano les pidió que los siguiera que los llevaría a que se asearan.

-Esa bala era para mí. Él se puso en medio, era yo quien tenía que morir, no él. -Maya seguía llorando desconsolada. Sus sollozos hacían que todo su cuerpo se estremeciera.

Raúl se arrodillo a mi lado. Ambos observábamos a Juan. Estaba pálido, con un charco de sangre a su alrededor. En su rostro, aún quedaban los restos de las lágrimas de Maya.

Cogí su mano y la besé.

-Es culpa mía. Si no me hubiera empeñado en que fuéramos libres, ahora seguirías con nosotros. - Solloce aferrando su mano con fuerza. -Nunca seriamos libres, pero seguiríamos juntos.

SANGRE ENEMIGAWhere stories live. Discover now