Capítulo 2. Canción de cuna (I)

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Dio otra vuelta sobre el colchón y bufó, cansada. No conseguía dormir y eso no hacía más que exasperarla, necesitaba descansar si quería despertarse con los primeros rayos de sol y salir a la tranquilidad de la ciudad. Cuando no había nadie aún en las calles, cuando todo el mundo descansaba y aprovechaba las últimas horas de sueño, ella escalaba por la fachada de la casa y se quedaba sentada en el tejado, viendo en el horizonte aparecer el sol. Daba igual que lloviese o hiciese frío, Kass lo había tomado como una rutina hacía años y aunque ni Nathan ni Alero eran partidarios de que saliese al exterior mientras aún los patrulleros velaban por la seguridad, habían terminado por aceptar que no podrían luchar contra aquello. «Es silencio lo que busca», opinó una vez Nathan dirigiéndose a Alero tras explicar por enésima vez los peligros que conllevaba estar fuera cuando nadie más lo estaba, «no quiero quitarle eso también». Ella había sonreído en agradecimiento, escondida en las escaleras.

Se sentó al borde de la cama y se mordió el labio tras respirar hondo unas cuantas veces. DaaS estaba al fondo de la habitación, de pie y con la pantalla de su cara iluminada con una tenue luz azulada, la cual indicaba que el robot estaba suspendido y lo estaría hasta que Kass lo despertase con una orden. A pesar de que Nathan había aceptado tiempo atrás la presencia de un robot que ayudara con las tareas, seguía opinando que era responsabilidad de su hija, al fin y al cabo, fue ella quien lo recogió de la calle (y Alero quien lo arregló), así que siempre era ella la que decidía la hora de encenderlo y apagarlo.

Comenzó a dar vueltas por la habitación, mirando de vez en cuando por el gran ventanal de la pared. El vidrio era tan fino que casi podía sentir el frío del exterior si no fuera porque toda la vivienda estaba protegida de cualquier incidencia meteorológica y sonidos, incluyendo el ruido de la lluvia, algo que seguía molestándola pues, al fin y al cabo, existían pocas cosas más relajantes que escuchar las gotas de lluvia repiqueteando sobre el cristal. Y en Artrid pocas veces llovía, así que cuando lo hacía, Kass se lo tomaba como un regalo concedido por el planeta y trataba de disfrutarlo pensando que jamás volvería a apreciar el agua fría en su piel.

La ciudad seguía sumida en un profundo sueño del que tardaría en despertar, ni siquiera se apreciaba el piar de los pájaros o el ulular de los pocos búhos que habían sobrevivido a la caza del Gobierno, todo por querer capturar más especímenes y opciones de operación. La luna brillaba alto en el cielo y la Sombra de Venus se veía cerca de ella, con ese brillo amarillento tan característico.

Kass suspiró y ahogó un bostezo. Apoyó los codos sobre la mesa de madera y chasqueó la lengua. Sentía el cuerpo cansado, pidiéndole a gritos que regresase a dormir; podría tomar alguna de las eficaces pastillas que Nathan había comprado y guardaba con cierto recelo en un armario de la cocina. Tanto Alero como ella sabían de su existencia y nunca lo juzgaron por ello, pero tampoco lo hablaron con él. Kass entendía que había ciertos temas que su padre no quería tocar y lo respetaba. Además, pensó, los medicamentos ya no creaban dependencia, el cuerpo las expulsaba pasadas unas horas y no dejaban rastro alguno. Sí, podría ser una buena idea.

Y, aun así, no se movió de donde estaba. Y no porque no quisiera, sino porque toda su atención se centraba ahora en un brillo aguamarina que relucía a unas calles de distancia, a lo lejos, en el puerto. Kass frunció el ceño. Miró a DaaS, que seguía en suspensión. Se aproximó al cristal y lo rozó con los dedos, poniéndose de rodillas sobre la mesa. ¿Debería despertar a DaaS y preguntarle qué significado tenía aquello? Frunció el ceño y desechó la idea casi de inmediato sin explicarse por qué. Miró a un lado y otro de la calle, pero no vio a nadie en los edificios colindantes, cosa que le extrañó pues el brillo emitido casi iluminaba toda su habitación, era imposible que nadie no lo viese. Y de pronto, tan rápido como apareció, se esfumó. Kass ladeó la cabeza, esperando a que regresase.

En el corazón del bosqueWhere stories live. Discover now