Capítulo 2

565 50 11
                                    


Estoy emocionada. Muchísimo.

Me miro en el espejo del coche de Verónica por milésima vez en el trayecto.

–Vas perfecta, Isa. De todos modos, ¿por qué te miras tanto? –levanta una ceja–. ¿HAS QUEDADO CON ALGUIEN Y NO ME LO HAS DICHO? –chilla de repente.

–¿¡Qué?! –la miro– ¡No!

–Ah vale –no puedo evitar soltar una carcajada.

–Es que estoy nerviosa, hace años que no voy a un partido. La última y única vez que fui tenía trece años y mi hermano Rudy había estado ahorrando un año para llevarme con él a uno.

–¿Sólo has ido una vez a un partido de la NBA? –pregunta sorprendida.

–Sí, pero los he visto todos durante años por la televisión.

–Ay, qué mona eres cuando te gusta algo –dice con voz aguda.

–Pues tú eres una pesada –nos reímos.

–Venga, momento de enseñar tus dotes de fotógrafa –dice Vero aparcando el coche.

Ahora sí que estoy nerviosa.

Llevo la cámara cogida en la mano, y no puedo esperar para entrar.

–¿Te he dicho dónde tenemos las entradas?

–Ah, pues no –contesto.

–Te vas a llevar una alegría –me mira sonriente–. Estamos en pie de pista.

–¿De verdad?

–¿Por qué no me crees? Pues claro que te digo la verdad.

Suelto un chillido y salto.

–¡Creo que me va a dar algo! –exclamo.

–Pero tampoco te mueras, mujer –se ríe.

–En serio, me hace muchísima ilusión esto.

Cuando fui con mi hermano estábamos bastante alejados y casi no se veía el campo, esto no tenía nada que ver.

Al pasar por seguridad nos dijeron que no había nadie, que solo estaban los jugadores entrenando.

Entramos y de repente siento un escalofrío.

A lo mejor es solo imaginación mía, pero después de años he aprendido que mi instinto no falla, y ese escalofrío es algo. Que ganarán, supongo.

Nos sientan justo en el centro del lado izquierdo de la pista. Nos acomodamos y empiezo a mirar los jugadores.

A pesar de que había estado aquí dos meses no me había metido a mirar los jugadores del equipo.

Después de mirar unos segundos reparo en un chico. Es el más joven del equipo, se nota.

El número trece.

Lo sigo con la mirada.

Es un chico altísimo –claro, es jugador de baloncesto–, tiene el pelo de un tono café oscuro, cuando se da la vuelta me fijo en su espalda.

Jesucristo.

Creo que no había visto una espalda tan jodidamente perfecta. Tiene los brazos musculosos y la espalda de un dios, aunque está delgado. Pero juraría que tiene unos abdominales para morirse, y eso que ni lo he visto.

Lo busco en internet.

¿Por qué mierda lo busco en internet?

El número trece.

Algo más que una conexiónWhere stories live. Discover now