Capítulo 11

539 27 7
                                    


Abro un ojo por la tenue luz que entra por lo que queda abierto entre las cortinas.

Cuando me percato que no estoy en mi habitación abro los ojos bruscamente, pero después me doy cuenta donde estoy y vuelvo a cerrarlos, tranquila.

Bostezo y miro a mi lado.

Derek duerme como un bebé, mirando hacia mí.

Tiene los ojos cerrados y parece casi angelical. Sus espesas pestañas están cerradas y no se mueve nada, más que su pecho, claro.

Duerme tan tranquilo que me da pena siquiera moverme para no despertarlo.

Me quedo mirándolo un rato más, veo como las comisuras de sus labios a veces se levantan haciendo la sombra de una sonrisa o cuando hace algún ruidito.

Mi pecho siente una fuerte presión y mi cerebro no coopera, porque parece haber puesto el modo automático al ver esta escena.

Me levanto para mirar por la ventana.

Abro un poco las cortinas y me doy cuenta que está prácticamente amaneciendo. Hay luz, pero aún hay tonos naranjas en el cielo.

Lo observo un rato, apreciando las vistas desde este apartamento.

Debe ser increíble vivir aquí.

Vuelvo a la cama y me quedo mirando al techo.

Montones de dudas cruzan mi mente.
¿Qué somos ahora?

¿Qué pasará con nosotros?
Va a ser todo raro, ¿verdad?

No quiero ir rápido ni ser intensa para que no se canse de mí. Pero no sé cómo actuar cuando estoy con él.

Ya no.

De pronto, desearía no haber hecho nada.

Todo tendría que haber seguido como antes. Solo complico las cosas. Joder.

Apenas son las siete de la mañana y no puedo volver a cerrar los ojos.

Me paso una mano por la cara y suspiro.

Derek a mi lado bosteza.

Abre los ojos lentamente y al verme, sonríe.

La ansiedad y las dudas desaparecen cuando lo miro a los ojos.

Sus ojos me transmiten una paz inigualable.

–Buenos días –susurra.

Me coloca un mechón detrás de la oreja y mi pulso se acelera.

–Buenos días –susurro.

–¿Qué hora es? –pregunta con la voz ronca.

–Las siete, aún es temprano.

Sin decir nada, me acerca a él y me abraza.

Noto su corazón descompasado y me tranquiliza saber que no soy la única nerviosa.

Estamos un tiempo así, sin decir nada, simplemente disfrutando de tener al otro.

Se separa de mí un poco y me mira.

–¿Te gusta salir a correr por las mañanas? –pregunta.

Pienso. Tampoco es que sea muy atlética, pero aguanto un tiempo considerable corriendo y tampoco me disgusta.

–No suelo hacerlo, pero no está mal. ¿Y tú?

–A mí me gusta mucho, la verdad.

–¿Quieres que salgamos a correr? –pregunto. Me puedo imaginar que le ha preguntado porque quiere salir.

Algo más que una conexiónWhere stories live. Discover now