CAPÍTULO 4

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SIERRA

My mother told me- Nati Dreddd

En algún momento mi cuerpo debió rendirse. Ahora, levantándome del suelo que es ahora mi colchón, observo mi alrededor. Sigo en este paraje sombrío, sin embargo, no hay rastro de nada de lo que vi antes. La mujer de pelo rojo, que ahora no tengo dudas de que es Lilith, no está aquí. Tampoco aquellos que ha llamado hijos.

¿Eso en que lugar nos deja? ¿Son ellos acaso mis hermanos? Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho ante ese pensamiento. Lilith es mi madre. Bajo la mirada hasta mis manos, esperando ver mis dedos manchados del pecado que corre por mis venas, sin embargo, no hay nada. Me duele el corazón al revivir de nuevo el sentimiento de pérdida que sentí al descubrir la verdad. Mi familia nunca fue mía realmente y he odiado con todo mi ser no solo a mi verdadera familia, sino a lo que soy. ¿Seré capaz de reconciliarme con eso? ¿Seré capaz de mirarme en el espejo y no odiarme?

Con estos pensamientos siendo una pesada carga dentro del corazón, me pongo en marcha. No sé a donde ir, pero estar parada en el mismo sitio me acabaría volviendo loca. Así que camino y camino hacia la línea del horizonte con la esperanza de que esta vasta nada acabe pronto. Quiero volver, a dónde sea, pero quiero dejar de estar sola. Temo desaparecer si sigo merodeando aquí. ¿Qué es aquí? Tal vez estoy muerta y estoy vagando en el limbo o peor, tal vez esto sea el infierno. Mi castigo eterno: vagar por esta tierra muerta, con mis pensamientos royendo mis entrañas y la seguridad de ser olvidada.

Una luz brilla con intensidad en la lejanía y desesperada por obtener algo, una pista, lo que sea para salir o entender donde estoy, corro hacia la luz. Se hace más intensa según avanzo, entrecierro los ojos e intento protegerme con la mano. Hay un gran fogonazo de luz y después, frente a mis ojos, veo a un hombre. Tiene el pelo oscuro rozando encima de sus hombros y desde mi posición solo puedo ver su espalda. Sus ropas son negras con adornos de metal que suenan cuando camina. Parece musculoso debajo de toda esa ropa. Lo sigue una estela púrpura e inmediatamente sé que no es simplemente un hombre.

—Oiga. —digo sin saber muy bien si debería llamar su atención.

Si me oye, mis palabras caen en oídos sordos. Sigue caminando y me percato entonces de que nuestro entorno ha cambiado. No lo suficiente como para ser agradable, pero al menos veo agua. Hay un lago, su agua no parece limpia, pero una mujer se baña en ella. No cualquier mujer, Lilith.

—¿Me has llamado?

La voz del hombre es grave, demasiado grave. La siento hasta en mis huesos. Sin embargo, no es desagradable, al contrario, te eriza la piel de la mejor forma. Lilith deja al descubierto parte de su pecho al salir del agua. El pelo, ahora de un rojo oscuro como la sangre, cae empapado sobre sus senos, cubriéndolos.

—Nuestro tiempo se acaba. —dice ella.

Pensaba que las sonrisas no podían ser tan tristes. Me equivocaba. La sonrisa que tira de las comisuras de Lilith es devastadora. Refleja pena y angustia y aún así intenta engañar elevando las comisuras de la boca. El hombre, todavía sin nombre o rostro, da un paso hacia ella. Luego otro, otro más y entonces la tiene entre sus brazos.

Siento que debo apartar la mirada, dejar de mirar este momento privado, sin embargo, mis ojos siguen clavados en la escena como si alguien sujetara mis mejillas y me obligara a mirar.

—Puedo arreglarlo.

—No puedes. —Niega ella con la cabeza. —Sabía que me encontrarían, siempre lo hacen. Dicen ser enemigos, pero estoy seguro de que él le susurra donde estoy para que me encuentre.

—No soporto que estés con él.

Lilith sostiene la cara del hombre entre sus manos y lo mira con un sentimiento demasiado intenso desbordándose de su mirada.

—Él solo tiene mi cuerpo, nunca podrá tener mi mente y mi corazón. —Su sonrisa se dulcifica. —Hemos hecho algo sorprendente, algo que va a cambiar la historia.

Él gira el rostro, como si mirarla le causara dolor físico.

—¿Me odias?

—Debería hacerlo. —dice él. —Me has hecho quererte y ahora vas a irte con él. Da igual que no sea decisión tuya, deberías dejarme luchar. Soy un Dios Antiguo, Lilith.

—No podemos arriesgarnos. Tienes que cuidarla.

En ese momento sale por completo del agua, revelando una barriga abultada. La mano del hombre se apoya en ella y acaricia la piel con el pulgar. Lilith sonríe, posando su mano sobre la de él, tan pequeña en comparación. Al mirarla, no se parece en nada a la mujer que vi en mis delirios. Parece una muchacha inocente, ¿quién pensaría que es la madre de los vampiros? El tiempo la ha endurecido, menos con él. Lo mira como si fuese el encargado de colgar las estrellas en el cielo.

La respiración que sale de entre mis labios lo hace de manera entrecortada al comprender lo que estoy viendo. Soy yo, dentro de Lilith, y la mano que acaricia su vientre es Atarothz. El Dios de todo lo que queda en medio, de lo que no es bueno ni malo, negro o blanco, vida o muerte. Doy un pequeño traspié al ser golpeada con la realidad de esta escena.

—Necesita a su madre, te necesita a ti. Yo no seré capaz...

—Lo hemos hablado, debes dejar de temer. La querrás igual que me quieres a mí.

—Eres la excepción. Los Dioses no podemos amar, no está en nuestra naturaleza.

—Tonterías, debéis amar para poder ser buenos con quienes os son leales.

Mientras apoya una mano en su vientre, con la otra, Atarothz acaricia su mejilla. No puedo ver sus ojos, la forma en que la mira, pero estoy segura de que vería emociones en carne viva.

—Querida, es por eso que no somos buenos, somos crueles. No te engañes pensando que hay bondad en nuestros corazones.

—Velarás por ella, ¿verdad? —pregunta con urgencia.

No responde con palabras, solo asiente y la agarra hasta tenerla entre sus brazos. No le importa estar mojándose la ropa con tal de estar cerca de ella. Lilith apoya la mejilla en su pecho y parece tranquilizarse. Doy un paso atrás, alejándome de la escena, de mis verdaderos padres. En ese momento Atarothz vuelve el rostro en mi dirección y por primera vez desde que estoy en este sitio, alguien parece verme. Me quedo sin aliento al ver sus ojos. Son de un gris brillante y me miran justo a mí. Abro los labios, como si quisiera decir algo y entonces él se lleva el dedo a los suyos, en señal de silencio.

Ahora que estamos frente a frente no utilizaría otra palabra para describirlo que no sea perfecto. Es perfectamente bello, perfectamente aterrador, perfectamente letal. Sus pómulos son altos, su mandíbula afilada y sus labios gruesos, llenos y rosados. No puedo dejar de mirarlo y sin darme cuenta dos regueros de lágrimas calientes se deslizan por mi cara. Me llevo los dedos al rostro, confundida por esta explosión de emoción en mi interior. Al mirarlo he visto rasgos míos en él, rasgos suyos en mí y me he sentido menos sola.

—¿Me ves?

Es una pregunta estúpida, sin embargo, cuando en silencio asiente con la cabeza, una sonrisa pequeña y tímida se abre camino en mis labios. No dejo que preguntas oscuras se siembren aún en mi cabeza como, por ejemplo, ¿dónde estuvo todo este tiempo? ¿por qué no cumplió su promesa y veló por mí? ¿por qué no quiso ser una familia conmigo? ¿por qué no me llevó con él? ¿por qué dejó que mis colores se apagaran?

—Mas tarde. —responde.

Mueve los dedos y la bruma morada que lo rodea se extiende hacia mí, me abraza como un padre lo haría con su hijo a la hora de dormir y eso hago, dormir. 

INQUEBRANTABLE +18Where stories live. Discover now