CAPÍTULO 13: LONDON CALLING

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Las primeras semanas de julio las paso en un limbo.

Por el día consigo de algún modo apartar de mi mente los pensamientos fúnebres gracias a que mi casa es como un universo paralelo respecto a Hogwarts. Sentarme frente a la tele comiendo patatas y helado mientras veo la decimotrescientascuarenta y cinco reposición del Equipo A y algunas de mis películas favoritas, me ayuda a evadirme. Droga dura, como se suele decir, con una pizca de masoquismo.

"¿Ya estás viendo otra vez Mi chica, Justin?"

"¡Es que es muy triste, mamá!"

Malditas abejas. Y maldito Voldemort.

"¡Anda y límpiate, que se te cae el moquillo!"

Se supone que a mis quince años debería estar fuera, "saliendo con amigos y con chicas", dice mi padre. ¡Ja! ¡Con chicas! No me quedan amigos a este lado muggle del mundo (las pandillas están hechas y yo me he convertido en un extraño). Y estar lejos de aquellos que comparten mi congoja me hace sentir pequeño y estúpido.

En el mundo muggle todo sigue como si nada hubiera pasado. Y, por lo que me cuentan los demás en las cartas que me envían (en las que intentan sonsacarme tan disimulada como descaradamente cuál es mi evolución emocional), tampoco en el mundo mágico se ha producido cambio alguno. Cedric, simplemente, ha dejado de existir.

Esto contribuye a que por las noches, sin poder evitarlo, descargue mi tristeza empapando la almohada. Mi mente intenta asimilar poco a poco que ya nunca volveré a estar en sus brazos, pero semejante esfuerzo duele como si me arrancaran el corazón a tiras.

Mis padres, que sólo saben que se ha muerto uno de mis mejores amigos (ese chico tan guapo y tan responsable que tanto se preocupó por mí cuando me petrificaron en segundo), en un torneo mágico histórico y muy peligroso, poco a poco se dan cuenta de que mi apatía procede de un dolor que no voy a superar fácilmente, y noto como se van esforzando cada vez más por consolarme, por hacer mi estancia en casa lo más animada posible, y por ayudarme a olvidarlo. Pero yo no puedo ni quiero olvidar tan rápido.

Porque olvidar lo que nos aflige impide superar la aflicción, nada más llegar me encargué de rodear mi cama con fotos de Cedric y de mis amigos por toda la pared, como en mi dormitorio de Hogwarts. Sólo que aquí, en mi casa, aquellas fotos cobran auténtica vida, y las sonrisas eternas (o los mohínes perennes) endulzan en cierta medida las lágrimas. Además, necesito ver a Cedric, mirarle a los ojos, a sus preciosos ojos, para recordar que hubo un tiempo en el que hasta parecía que existía algo semejante a la dicha más absoluta. No cambiaría un solo minuto de aquel tiempo.

Y también me gusta mirar a Ernie, siempre sereno y algo austero en las fotos, para contagiarme de su sensatez en tiempos difíciles. Ahora mismo necesito esa sensatez a mi lado más que cualquier otra cosa, así que cuento los días que quedan de julio con cierta desesperación y anticipación crecientes.

 Ahora mismo necesito esa sensatez a mi lado más que  cualquier otra cosa, así que cuento los días que quedan de julio con  cierta desesperación y anticipación crecientes

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¡Hufflepuff Existe!Where stories live. Discover now