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El fin de semana llegó intenso para Any, se despertó con un mensaje de Poncho deseándole buenos días y pidiéndole que le confirmara si saldría con él y su prima.

Any sonrió, todos los días siempre amanecía con el ringtone especial para Poncho y sus mensajes de buenos días, respondía confirmando y se obligaba a levantarse de la cama para poder arreglar el ap, comer algo y arreglarse lo más que pudiera.

No exactamente en ese orden, pero lo haría.  Maldijo cuando se dio cuenta de que debería haber hecho una cita en algún salón como lo haría cualquier mujer normal cuando no tiene idea de cómo arreglarse.

Pero fue Anahí Portilla, la niña que no sabía qué hacer ni cómo actuar.

A unas cuadras, Poncho estaba agitado y ansioso, pensando seriamente en tratar de acercarse a Any, tratando de demostrarle que para él era más que amistad.  No tenía idea de cómo actuaría, pero tenía que actuar, no podía soportar escuchar el llanto de Any sobre su amor no correspondido por Dereck.

Trataría de ser muy sutil, para que si ella no prestaba atención, al menos no perdiera la amistad.  Incluso se podría decir que fue solo una broma.

Bajó al gimnasio de su condominio, ignorando las miradas y suspiros que sacaba por el camino.  Ninguno de ellos importaba, porque ninguno de ellos era su pequeño de ojos azules.

Any terminó de ordenar la casa y fue a arreglarse las uñas, por lo menos necesitaba esforzarse para no decepcionar ni a Poncho ni a su prima.  Se retorció en el sofá cuando sonó el teléfono.

Any: hecho.

poncho: que haces?  - Ya había terminado su serie y se había dado una ducha.

Any: tratando de nacer de nuevo para esta noche.  Resopló, dejando el esmalte de uñas a un lado.

Poncho se rió: no tienes que nacer de nuevo, eres hermosa.

Any suspiró: lo bonito por dentro no funciona muy bien en una discoteca o en un poncho bar, no quiero avergonzarte a ti ni a tu prima.

Poncho: nunca repitas eso Anahi.  - habló serio - Me gustas tal como eres, eres hermosa y especial y cualquiera que no se dé cuenta de eso solo puede ser un completo imbécil.

Any sonrió débilmente: gracias Ponchito, no sé qué sería de mí sin ti.

Poncho se rió: se muere de hambre porque seguro que no ha almorzado.

Any le dio una palmada en la frente: ¡hasta me olvidé de comer!

Poncho: ¿comida china o italiana?

Any se rió: Italiano, por favor.

Poncho: Deja la puerta abierta y estaré allí en media hora.


Poncho: ¡Una hora de almuerzo, pequeña! - Prácticamente gritó apenas abrió la puerta de su apartamento.

Any se rió: ¡no hay necesidad de gritar loco! Tengo hambre y no sordo. Ella se levantó para abrazarlo y lo siguió hasta la mesa.

Poncho: raviolis para ti y un buen espagueti a la carbonara para mí. - poner todo sobre la mesa, recoger cubiertos y servilletas.

Poncho conocía tan bien el apartamento de Any que sabía incluso mejor que ella dónde estaba todo.

Any se rió: no tengas vergüenza conmigo Ponchito, siéntete libre.

Poncho se sonrojó: lo siento... yo... yo...

Any se rió: cálmate bebé... Solo estoy bromeando. - riendo de nuevo.

Poncho: Eso no fue gracioso. - todavía sonrojada - Debería llevarme toda esta deliciosa comida e irme a casa, comérmela sola.

Any: Ay Ponchito, no te enojes. - Apretó sus mejillas - Por la noche te invito a un trago. - le guiñó un ojo.

Poncho sonrió: no trago, pero salgo a bailar.

Any: está bien. – se encogió de hombros – ¡Ya basta de charla y a comer!

Poncho pasó otras dos horas con Any antes de alejarse y dejarla arreglarse.

Por la noche, Poncho pasó por el apartamento de Mai para recogerla y luego fue a buscar a Any.

Mientras ella cruzaba el vestíbulo del edificio, él se congeló al lado del auto. ¡Ella era tan bella! Su corazón se aceleró, sus pupilas se dilataron y en ese momento supo que nunca amaría a otra mujer más que a Anahi.

Any sonrió: hola Ponchito.

Poncho: te ves hermosa! - una sonrisa tonta en sus labios.

Any sonrojada: gracias gatito. ¿Y tu prima?

Mai: moldeando en el auto mientras se limpia la baba. - gritó desde el interior del coche, riendo.

Poncho: ¡Amigo! - pasó de extasiado y tonto a furioso en un abrir y cerrar de ojos.

Any sonrió: placer, Anahi, pero puedes llamarme Any – se inclinó para saludar a la otra.

Mai: Maite o Mai, como prefieras. - sonrió mientras la saludaba - Déjame subirme al asiento de atrás y podemos continuar.

Any: ¡no es necesario!

Mai sonrió con malicia: insisto.

Poncho se pasó los dedos por el cabello, ¡Mai no se rendiría fácilmente y esa noche sería larga!

¡Poco se imaginaba cuánto!

En el club, todos miraban la entrada de los tres, un hombre guapo y encantador, acompañado de dos hermosas mujeres, fue suficiente para detener el tráfico. Pero lo sorprendente es que ninguno de ellos lo notó, especialmente Any.

Tú Mejor  amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora