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De vuelta en el dormitorio, Any se tiró de nuevo en la cama, con una sonrisa radiante en su rostro, su mirada fija en la de Poncho.

Any: Me siento tan bien aquí contigo, nunca volvería.

Poncho sonrió: eso no es posible princesa, pero le prometo que todo seguirá igual cuando regresemos al DF. Simplemente no habrá una playa.

Any: tenerte es suficiente. - caminó por la cama hasta acercarse a él - Te amo.

Poncho: Yo también te amo. – Sujetó su barbilla con el pulgar y el índice y acercando sus rostros, pasó la punta de su lengua por los labios de Any en una silenciosa petición.

Any abrió la boca y el beso se hizo cada vez más caliente. Las lenguas se tocaban y se movían en sincronía, al igual que sus cuerpos que ya se buscaban.

Poncho abrió la parte superior de su bikini, deslizándola sobre sus hombros y llevó su boca directamente a su pezón expuesto, mordiendo y pateando, acunando su seno libre en su mano. 

Any gimió, con los ojos cerrados, tratando de mantener el control, pero cuando Poncho la tocó, fue imposible. Clavó las uñas en sus hombros, levantando el torso, ofreciéndose más y más.

Poncho besó su vientre, mordió la parte interna de su muslo y solo entonces se deshizo del resto de su bikini, acariciando su clítoris.

Poncho: Ya está muy mojado. - Bajó la cabeza lamiendo su intimidad - Y tan delicioso. Listo para mi.

Any: siempre bebé... simplemente no torturar... por favor. - Preguntó sin aliento, levantándose e intentando arrancarse los shorts y el bañador.

Poncho se rió de su desesperación, pero la ayudó y pronto estuvo sobre la cama, encima de Any, besándola una vez más mientras la tentaba frotando la punta de su miembro sobre su clítoris.

Any: ¡Poncho! - llamó con picardía, levantando las caderas, apretando sus cuerpos.

Ella sostuvo su miembro con un agarre lo suficientemente fuerte como para escuchar el gemido ronco que escapó de su garganta, lo que la puso aún más cachonda.

Poncho tiró de su mano y acomodó su miembro, entrando y saliendo en lentos movimientos, dejando a Any cada vez más desesperada.

Any envolvió sus piernas alrededor de su cintura, sintiéndolo profundizar más y más, su cuerpo se estremeció y cuando Poncho tocó su clítoris hinchado con el pulgar, moviéndolo en círculos, no pudo más y se rindió a la ola de orgasmos que la invadía. su cuerpo.

Poncho: Ah Any... no tienes idea... que loco me pongo... cuando escucho tus gemidos... - jadeando y empujando más y más profundo llegó a su clímax, pero no dejaba de moverse.

Any lo agarró por los hombros, durando el orgasmo hasta que cayó sobre la cama, sin fuerzas.

Poncho se acostó encima de ella, permaneciendo juntos, sus cuerpos sudorosos, respirando aceleradamente.




Lamentablemente, al día siguiente regresaron a la capital, con la promesa de una nueva visita a Cancún, pero sin trabajo ni obligaciones. 

Damayante seguía en su puesto, envidiando la sonrisa de Anahí, más furiosa que nunca por no haber conseguido al menos una discusión entre Poncho y ella.

Mai: y luego Any? - preguntó apoyándose en la mesa del otro.

Any: ¿tu madre no te enseñó que es malo mentir? Entrecerró los ojos al moreno.

Mai: Sí, lo hizo, pero cuando la mentira es buena, vale la pena. Ahora dime, ¿cómo fue? - sabía que Any no estaba irritada con ella, el brillo en sus ojos delataba felicidad.

Any: más perfecto imposible. - Ella sonrió delatándose - Gracias por mentirme.

Damayante solo escuchó su extraña conversación, pero fue interrumpida por el teléfono en su escritorio y tuvo que ir a la oficina de Poncho. Su sonrisa tonta solo la hizo enojar más.

La semana transcurrió en paz, Poncho no aguantaba tantas reuniones más, miró su reloj aliviado, ya casi era hora de irse con su princesa. Fue a su baño a cambiarse de ropa, saliendo del trabajo directo a un bar con Ian y Mai.

Damayante miró a su alrededor, ni Anahí ni Maite, entró en la habitación de Poncho y, al oír los ruidos que venían del baño, aprovechó la oportunidad.

Él no podía ser tan fiel, ningún hombre lo era. Con una sonrisa maliciosa, se quitó el traje y la blusa, dejando sólo el sostén, se dirigió a la barra de la esquina del salón y se sirvió un vaso de whisky, volvió a la mesa de Poncho y se sentó en su silla a esperar.




Any estaba una vez más ayudando a Dereck, pero esta vez, acompañado por Mai.

Los dos intentaron ayudarlo a desarrollar una conversación inteligente y divertida, sin ponerlo siempre a él como el centro del tema.

Mai: mira Dereck, después de todas estas clases, si no mejoras, abandonaré el caso. - dándole palmaditas en el hombro.

Any se rió: Mai, deja de ser mala.

Mai: bebé realista, realista. Tuvo el mejor maestro. - fanfarroneando - Ahora, muévete, acércate a ella y habla. - asintiendo a Renata al otro lado de la habitación.

Derek: Todavía no tengo el coraje. Resopló mientras hundía su rostro entre sus manos. 

Mayo: ¡Renata! - llamó, ganándose la atención de todos - ¿Puedes venir un rato, por favor?

renata: hola - se acercó tímidamente.

Mai: Renata, ¿considerarías darle una oportunidad a mi testarudo amigo aquí?

Renata se sonrojó: no lo sé.

Mai: solo una pequeña charla, si es un tonto contigo, avísame y lo golpearé hasta que se convierta en un hombre.

Derek: Mai! – Levantó la cabeza indignado mientras que Any solo pudo contener la risa milagrosamente.

mai: que pasa renata - ignorando por completo a Derek. 

Renata: hmmm... está bien entonces. - respondió suavemente. 

Dereck casi se cae de la silla, estaba tan sorprendido. Después de recibir una bofetada de Mai, se levantó y llevó a Renata al otro lado para concertar una reunión.

Anya se rió, sacudiendo la cabeza mientras Mai hacía su pequeño baile de la victoria.




En la habitación de Poncho, Damayante levantó la vista apenas escuchó que se abría la puerta y se encontró con un par de ojos pálidos llenos de pura ira.

Tú Mejor  amigoDove le storie prendono vita. Scoprilo ora