3. Sentimientos

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Eran pasadas las tres de la mañana y Valentino dormía aferrado a su brazo buscando algo de calidez y consuelo, llegó hasta su habitación con el rostro pintado de tristeza y una tormenta amenazando arremeter contra sus largas pestañas. Había tenido una pesadilla. Con suavidad Cristian le acostó a su lado y con caricias de 'estoy acá, todo está bien' acunó a su bebé brindando tranquilidad a aquel corazón magullado. Sin embargo, el pequeño no era el único con inconvenientes para dormir, el problema de Cristian tiene nombre, apellido y usa un blanco delantal que le luce tan hermoso que podría morir, y ese es sólo el comienzo del caos. Esa tarde el despiadado Heung-Min Son estaba usando lentes ¡lentes! tan radiante que sintió su cordura perecer ante la intoxicante belleza que desprendía el coreano y contra todo sentido común en su ensimismamiento se permitió volar alto cuando en realidad estaba tan hundido en aquel fuerte anhelo que por primera vez dejó escapar en una confesión soñadora.

Estás tan hermoso hoy.

Las mejillas de Son se tiñeron de carmesí, el nerviosismo le cosquilleaba, todas sus emociones eran planetas colisionando en su sistema.

Pronunciar esas palabras se sintió como libertad, esa que le habían arrebatado sin permiso y sin piedad, pero al instante que intentó rozarla se desvaneció entre sus fantasmas llevándolo de nuevo al océano de penas jamás contadas.

¿Por qué dije eso?

Era tarde y no podía dormir porque la ansiedad subía por su garganta y en una esquina la soledad le sonreía con soberbia como si quisiera recordarle los motivos de su desconsuelo.

Valentino se removió con disgusto a su lado, sus ojos estaban cerrados con fuerza y tiritaba bajo su toque. Otra vez. Comenzó a dibujar círculos imaginarios en su espalda buscando calmarlo.

ㅡQuédate conmigo, pa.ㅡ Ni siquiera estaba del todo consciente cuando dijo aquello. Su voz somnolienta cargaba genuina angustia que hizo sangrar su corazón.

ㅡSiempre estoy acá mi amor.

Porque su pequeño conoció muy pronto el desamparo de la ausencia y él fue demasiado optimista en esa relación de promesas rotas.

La mañana transcurrió silenciosa, únicamente el choque de los cubiertos contra la cerámica acompañaba el ambiente. Ambos estaban demasiado cansados, demasiado apagados, para conversar. En el auto no hubo música ni jugaron a las adivinanzas, Valentino cayó dormido en cuanto pudo intentando recobrar fuerzas para afrontar el día, Cristian por otro lado calculaba cuántas tazas de café iba a necesitar. Al despedirse acarició sus cabellos con un deje de melancolía, el infante respondió con una media sonrisa y desapareció tras la enorme puerta de la institución.

Con el tiempo había aprendido a sobrellevar los días malos y memorar los buenos, pero este día era una mierda, esos donde solo querés quedarte en cama envuelto en frazadas e ignorar el paso de las horas, pero él es un adulto y debe asumir el rol que se le asignó, porque por mucho que lo desee el mundo es egoísta y no detendrá su rumbo para brindarle compasión.

Una pila de archivos y papeleo lo recibió en su escritorio, justo lo que necesitaba. Ni siquiera podía unir dos pensamientos coherentes que su mente lo llevaba a ese largo cabello dorado, esa sonrisa perfecta y ojos grandes que solían encantarle y hoy recordaba con rencor.

¿Por qué debía pensar en ella justo ahora? Oh, claro que lo sabía.

La psicóloga le diría algo como 'tenes que perdonar para perdonarte' o alguna gilada parecida. Obvio, debía ser sencillo para ella decirlo cuando no era quien se encontraba con la mirada vacía de su niño cuando soñaba que se quedaba solo luego de que todos decidieran abandonarlo. Ja, si supiera.

Cupido usa crayónes • CutisonWhere stories live. Discover now