CAPITULO 1: Un Disparo, Una Bala

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Jueves 24 de Abril

8:30 AM

Abrí mis ojos mientras mi cabeza todavía daba vueltas y delante de mí ví el cuerpo muerto de mi esposa tirado en el suelo.

Tardé mucho en asimilar la escena. La resaca de la noche anterior estaba nublado mi mente. Vi su rostro y ni siquiera la reconocí. Hacia mucho que no veía su rostro estando sobrio.

La última vez que la ví fue hacía dos meses antes de que me despidieran de mi trabajo. Luego de eso no me volvió a ver como antes y yo cambié. Comencé a beber tanto que no me di cuenta de que me estaba distanciando de mis hijos, mi matrimonio y mi familia.

Pero no podía hacer otra cosa. Mi despido de la empresa por la que tanto luche y me esforcé fue por una pelea en un bar que ni siquiera fue culpa mía. Un borracho se acercó a mi y me golpeó por el simple hecho de ser una persona exitosa, lo que dedujo por mi costoso traje, mientras él era un pobre que no podía mantener a su familia. Pero parte de la culpa fue mía. No tenía que estar bebiendo en un bar de clase media, para empezar.

La policía me detuvo nadamás me defendí del hombre y le golpeé con una botella rota en la cabeza la cual hizo que perdiera el conocimiento. Trece puntos hicieron falta para curarle de aquel golpe que él solo se buscó. Yo, por otro lado, solo tenía "simples" golpes y moretones. Eso fue lo que dijo la policía.

Dos semanas más tarde, el pobre condenado murió sin causa aparente y yo fui quien pagó: Se me acusó de homicidio involuntario a los pocos días. Aunque fue difícil, pude retirar los cargos con la ayuda de los más caros abogados.

Ciertamente, no fue mi culpa. El desgraciado murió cuando se metió conmigo.

Me tomó demasiado tiempo desprenderme de la misma pesadilla que me atormentaba día tras día: la sangre desprendida por el hombre al cual le quité la vida. Ahora, está escena es un fuerte "Deja vú" para mí. La sangre de mi esposa, Lillian corría por todo el suelo de la habitación.

Yo estaba sentado en uno de los muchos muebles de mi departamento. Solo que este estaba sucio por todo el rojo de la sangre. Pronto, mi cordura volvió parcialmente y fui conciente de la situación. Lo primero que sentí fue miedo. Un miedo profundo y desgarrador.

Me levanté del sofá y me dirigí hasta mi esposa. Le tomé el pulso y el pánico me invadió. Definitivamente estaba muerta. Su corazón se había detenido y no respiraba más. Recuerdo que comencé a tambalear y a sentir náuseas. Casi me desmayé de la conmoción, pero fui capaz de controlarme y de tranquilizarme. No pensaba con claridad involuntariamente.

Ya un poco más calmado, pude definir la herida de bala. Habían disparado una bala contra mi mujer la cual atravesó su hombro. Lo deduje enseguida: Alguien había asesinado a Lillian. Alguien le había arrebatado la vida al amor de mi vida.

Con desespero, recorrí la habitación y puse mirada en cada centímetro. Entonces sentí como mi pulso se aceleraba al mirar sobre el mueble en el que se encontraba. Una terrible sensación recorrió mi cuerpo y un pensamiento, el cual quería creer que era falso, se dibujó en mi mente.

Sobre el sofá estaba tirada una pistola, mi pistola. Una de calibre 45 mm. La solía llevar guardada en una caja fuerte de mi casa. ¿Qué hacía allí? Corrí hasta el cuerpo de Lillian y con cuidado, y sin ninguna protección en mis manos, extraje la bala y la observé.

Coincidían... La bala coincidía con mi arma de fuego. ¿Fui yo? ¿Yo... la maté? ¿Maté a mi esposa?

No. Es imposible. Solo un animal sería capaz de cometer un acto de homicidio. ¿Qué hago? ¿Llamo a la policía? Un instante después, lo recordé. Era muy temprano en la mañana. Mis dos hijos también podrían estar...

Con rapidez entré en movimiento y corrí hasta el piso de arriba en busca de mis niños. Mis manos temblaron. Ni siquiera podría imaginar lo que el asesino le podría haber hecho a mis hijos. Subí el segundo piso hasta llegar al tercero, donde deberían estar mis niños. Empujé la puerta de su habitación y entré.

Lian y Shya, mis hijos, dormían sanos y salvos en sus camas. Me tranquilicé un poco. Cerré la puerta suavemente para no hacer ningún ruido que los despertara.

En el pasillo del tercer piso había un total silencio y calma que ahora necesitaba. ¿Por qué no había llamado ya a la policía? Permanecí inmóvil mientras reflexionaba. Aunque no quería reconocerlo, tenía que unificar las pruebas y tomar una decisión.

No recuerdo, ni siquiera un poco, lo que había sucedido el día anterior. Quizás halla Sido por el efecto de las bebidas.

Lillian amaneció muerta en el suelo. Es muy probable que muriera desangrada por su herida de bala; la cual concuerda con mi arma de calibre 45. Quien la haya asesinado no robó nada de la casa, ni atentó contra los niños. Tengo un historial cargados de delitos. Mi personalidad cambia por una más violenta cuando estoy ebrio.

Yo... - y no pude evitar derramar lágrimas - ... asesiné a mi mujer y madre de mis hijos.

Si me entrego a la policía, o si me atrapan, ¿seré acusado de asesinato? Si me acusan, ¿esta vez podré retirar el cargo? No, no podría tener tanta suerte. Si me arrestan, ¿quién cuidará a Lian y Shya? ¿Su tía, o los llevarán a un orfanato?

No puedo ser encerrado ahora. Me necesitan más que nunca. Aunque no sea el padre del año, son mis hijos. Amo a Lillian con toda mi alma. Y yo la asesiné sin motivo, ni razón. Pero no. No pagaré por esto. No lo haré.

Tengo que deshacerme de todo. Si nada me conecta directamente al asesinato. No podrán acusarme de nada.

Nuevamente, corrí. Corrí al baño más cercano y me lavé la cara, para aclarar mis ideas. Tenía que desaparecer el cadáver. Sin cuerpo no hay asesinato. Pero esto no es un juego. Si entro en esto tendré que ir contra detectives, contra la prensa, y contra la policía. Debo tener una coartada y debo librarme de sospechas. No estoy orgulloso de lo que haré, pero ya tomé mi decisión.

Me desvestí completamente, puse toda la ropa dentro de la bañera y la llené de agua jabonosa. Me puse un pantalón negro y regresé a la sala del hecho. Verti agua del grifo en el suelo y comencé la limpieza. La sala no podía tener ni una sola cosa fuera de lugar. Levanté a mi esposa y la envolví con cintas, como si fuera un regalo. No fue difícil ya que ella es bajita.

A pesas de que lo estaba haciendo todo tan rápido no la podía mirar a los ojos. Una gran culpa me golpeaba cada vez que lo hacía. ¿Soy un monstruo? ¿Qué he hecho?

La culpa y mis preguntas impidieron que me diera cuenta de que estaba siendo observado. Aunque de eso me enteraría más tarde. Ahora sólo podía enfocarme en limpiar el suelo. No podía dejar pasar ni el más mínimo detalle con el cual podrían acusarme.

Acomodé toda la sala y coloque cada cosa en su lugar. Cuando terminé observé la hora de mi reloj. En 20 minutos mis hijos tendrían que estar listos para ir a casa de la hermana de Lilian. ¡No tenía tiempo! El viaje estaba planificado de antemano, y sería muy sospechoso que no llevara a los niños el mismo día de la muerte de Lillian. ¿Qué haré? - me preguntaba.

Sin demora, y solo por instinto, coloqué el cuerpo en la parte trasera del auto y desperté a los niños. Iba a deshacerme del cuerpo en el camino.

Cuando El Mal Se DisfrazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora