CAPÍTULO 4: Desconocido

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El hoyo que tuve que cavar tenía casi 2 metros de profundidad. Tenía que cavar una zanja bien profunda para esconder el cuerpo completamente. Al terminar, estaba exhausto. La brisa del bosque enfriaba mi temperatura, pero eso no era suficiente para compensar el gran trabajo que hacía.

Mi única herramienta era una pala de construcción. Con ella tuve que cargar la tierra y sacarla de lo más profundo del suelo. Sentía como cada vez, con cada carga, la tierra pesaba más. Después del primer metro de profundidad, más que tierra, cargaba conmigo grandes y pesadas piedras.

Mi cuerpo no está preparado para tal trabajo. Nunca fui de practicar ejercicios ni atlético. Lo único que quería era detenerme y descansar. Pero no podía. Tenía que continuar para terminar lo más rápido posible. Ya me moría de ganas por salir del bosque. Por salir de la presencia de aquella cabaña.

Mi ropa se ensució completamente. Al estar con toda mi atención en terminar rápidamente, no pensé en mi ropa, la cual llevaba consigo gran cantidad de tierra, polvo y suciedad.

El suelo tampoco estaba húmedo, hecho que hizo aumentar mi carga.

Cuando terminé el agujero. Cargué el cuerpo de mi esposa cubierto en cintas y lo arrojé en el pozo. Lillian ya comenzaba a desprender un olor todavía más fuerte. Por lo que apenas la agarré, la tiré.

Cubrir la zanja nuevamente con la tierra fue todavía más fácil, pues la tierra estaba removida. Eso fue lo siguiente que hice. Gracias a mi esfuerzo y mi velocidad, pude acabar con todo en poco más de una hora y en menos de 30 minutos, llegué al trabajo de Lillian.

11:53 AM

Nadamás entré en el imponente edificio de la corporación, los guardias de seguridad intentaron sacarme. Por mi aspecto, dedujeron que yo era un vagabundo que estaba ebrio.

Enseguida les reclamé que me dejaran pasar. No tenían intenciones de hacerlo. No iba a pasar, hasta que un compañero de trabajo de Lillian me reconoció y convenció a los guardias para que me dejaran entrar

Conocía a aquel hombre. Era uno de los pocos compañeros de Lilian que recordaba. Se llamaba Edward, aunque no recordaba su apellido. Era un joven recién graduado que llegó a trabajar en esa corporación ya que le precedía buenas recomendaciones.

Lo recordaba ya que cuando comencé a beber, no me trataba como un vagabundo, o un abusador que le deseaba el mal a su familia. Aunque muchos allí me veían así él no. O puede que sí, solo que lo oculta por respeto o cortesía. No lo sé.

—James, hace mucho que no te veo - se dirigió a mí —¿Me recuerdas?

—...Sí te recuerdo. Tu nombre es Edward, ¿no?

—Sí. Que bueno que se acuerde de mí. Por lo que veo, hoy usted está sobrio.

Me molestó un poco lo que dijo, pero lo dejé pasar.

—Así es... Me sorprendió mucho todo esto sobre Lillian. Nadie la ha visto por casi dos días. Me he preocupado mucho.

—A todos nos sorprendió. Aquí en la oficina esperamos que no sea algo grave.

Asentí con la cabeza. Luego, continuó su diálogo.

—¿Has venido a por el teléfono de Lillian?

—Sí. Su hermana iba a pasar pero ya que estaba libre, pensé en venir yo.

—Ven conmigo. Susana lo guardó.

¿Susana? Creo recordar quien es. Pero es muy poco lo que recuerdo de ella. Lo único que me viene a la cabeza es que era amiga de Lillian.

Cuando El Mal Se DisfrazaWhere stories live. Discover now