CAPITULO 2: Los Suburbios

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Jueves 24 de Abril

9:00 AM

Recuerdo como las personas cercanas a mi; familia, amigos, compañeros de trabajo y mi esposa me veían hace 5 meses. Antes de arrebatarle la vida a aquel hombre del bar, todos decían que yo era una persona diferente a quien soy ahora.

Mi tranquilidad y amabilidad hacían de mí una persona agradable. Una persona "buena".

Mis amigos tenían una buena relación de amistad conmigo. Le agradaba a muchos en el trabajo, mi jefe me felicitaba por ser una pieza importante en aquella empresa. Le enorgullecía a mi esposa y no teníamos problemas sin solución.

A pesar de todo lo que las personas digan que era, la verdad es que no recuerdo nada de ese otro yo. Desde mi cabeza siempre he sido así: Una persona fría y "mala", como me suelen decir.

Lo sé y lo entiendo. He cambiado en estos 5 meses. Pero no ha sido culpa mía. Una muerte, tener sangre en tus manos, corrompe la mente y el alma. Ahora, con el asesinato de Lillian, no me siento perturbado o atormentado en lo absoluto.

Mi alma ya está corrompida. En este momento, lo único que me da miedo es esta sensación. La culpa que siento no es suficiente para el acto que cometí. Solamente me pregunto si el primer asesinato que cometí fue lo que me cambió o... ¿Esta faceta de mí siempre estuvo allí esperando...?

—Papá, ¿falta mucho para llegar a casa de la tía? —Shya interrumpió mis preguntas.

Observé a mis hijos sentados en la parte trasera del auto y regresé a la realidad. Tanto pensamiento inútil no me ayudaría en nada. Con los niños junto a mí no podré pensar una manera de deshacerme de Lillian. Primero, debo dejarlos con su tía.

—No te preocupes, ya falta poco para llegar, Shya. —Al final le contesté y sonreí. Todavía la resaca se observaba en mi rostro, más yo intentaba esconderla como podía.

No tardamos más de 15 minutos en llegar a nuestro destino.

Aparqué el carro cerca de la casa y salí del auto. Le abrí la puerta a Lian y a Shya y ambos salieron. Instantes después de uno de los apartamentos, salió Jenna, la hermana de mi esposa.

Era bajita y rubia, como su hermana. De cabello corto, lacio y recogido. Su rostro se transformó al verme. Y yo no pude enojarme más. No me gustaba para nada su reacción al verme.

Se dirigió casi corriendo hacia los niños. Su rostro seguía con esa expresión de miedo, asco. Sostuvo a sus sobrinos de los brazos y los jaló hacia ella con gran fuerza. Luego los guió hasta su apartamento. Al salir, me dijo:

—¡James! ¿Qué haces aquí? —me gritó, lo cual me enfureció aún más— ¿Dónde está Lillian?

Esa pregunta me sorprendió. Una pregunta tan sencilla. La conmoción que todavía sentía no me dejaba pensar más. Seguro estaba que debía haber pensado en una respuesta.

Sin ningún tiempo para idear la respuesta, le dije:

—No volvió ayer del trabajo. - Jenna me mira con recelo —Cuando yo llegué en la noche, todavía no estaba en casa.

—¿No regresó del trabajo? ¿Te dijo por qué? ¿Te dijo que trajeras a los niños?

La cabeza me comenzó a doler. ¿Más preguntas?

—No, no me llamó para avisarme...

—¡Claro que no!—Jenna me interrumpe— ¡Un borracho como tú, Lillian ya debería haberte echado a la calle!

Es suficiente. No dejaría que esa mujer me hablara así. Estaba por gritarle y comenzar una discusión, pero al recordar que los niños estaban junto mí, no pude hacer más que estar callado.

Cuando El Mal Se DisfrazaWhere stories live. Discover now