Capítulo 28.

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Juicio.

V.

Cada acción viene seguida de una reacción y nadie lo sabia mejor que yo. Después de ser notificado de las muertes de mis aliados más fuertes me di por vencido, pero lo que no me imagine entre todo el caos, fue la traición por parte del maldito de Isao.
Aunque no me sorprendía el hecho de que Sejmet había logrado convencerlo, esa era su mejor habilidad. Tenía una lengua afilada que prometía todo lo que pasaba por tu mente y te envolvía como la serpiente que es. Y no podía evitar sentirme orgulloso de eso.

Cuando la vi por primera vez supe que era más que una cara hermosa y cuerpo impactante, llevaba en la sangre poder, poder cuyo solo explotaron y fortalecieron en todo su crecimiento. Ella era un arma como decía su padre y tenía mucha razón, pero a veces cuando las armas son muy peligrosas para el mundo, se suelen contener y eso trataban de hacer desde hace mas de dos años.

En el momento que me vi envuelto en problemas en el pasado, Emerson Fierro no dudo en aparecer ante mí y hacerme una propuesta que para aquel entonces, fue increíblemente irresistible. Mi libertad de todo departamento de justicia que me buscaba, por la hija mayor de Zhào Rei.

Algunos pensaran que estoy dolido, que ella hizo lo que le dio la gana con mi podrido corazón y le dejo incrustado dos balas, dos simples palabras. Sin embargo, al enterarme de nuestra hija, mi pequeña pitufa. Por favor, era capaz de perdonarle cualquier cosa solo por tener a mi hija a mi lado, pero había hecho un trato mucho antes y era alguien que cumple su palabra. Las consecuencias podrá ser peor de lo que creo, y aun así, no pienso flaquear con la decisión que había tomado.

No deseaba que mi hija creciera y supiera que hice hasta lo inalcanzable por ver a su madre sufrir, Sejmet y yo tuvimos infancias de mierda, crudas, sangrientas, no aptas para ningún ser humano a menos de que tengas la mala suerte de nacer de este lado de la moneda; donde debes hacer lo que se te dice hasta volverte mejor que la persona que te enseño.

El sonido de una camioneta se lleva mi atención, dejo caer el tabaco de mi mano apagándolo con la arena. La playa enfrente de mi me daba unas vibras de esperanza, las cuales nunca había logrado sentir, ni sabía si eso era lo que realmente sentía en este momento.

—Me hiciste venir hasta Italia, Nakamura, espero que lo que tengas que decir valga la pena —comenta con firmeza el Coronel al llegar a mi lado, observando el paisaje al igual que yo.
Portaba un atuendo de civil dejando a simple vista dónde descansaba su arma, además de la que escondía en su pierna.

—Tenemos un trato, Emerson —exprese al guardar mis manos en los bolsillos, lo que hizo que el me prestara toda su atención —. Y este seguirá con un simple cambio.

—¿De que estás hablando? —inquiere confundido y enojado. Permanece suspicaz ante la situación y no baja la guardia.

—Ella te importa, ¿verdad? —pregunto, logrando que nos sumerjamos en un silencio, lo que me hace voltear a verlo.

—Que estás diciendo, me haces perder el tiempo y esto no es lo único de lo que debo ocuparme —suelta abrasivo. Su entrecejo estaba fruncido y podía ver la irritación en sus ojos.

—Se que ella fue enviaba a infiltrarse en tu base, estoy seguro de que te cautivo más de lo que te admites a ti mismo y se de sobra, que la ayudaste a escapar cuando supiste la verdad —revelo atento a su reacción. Sus hombros se tensan, pero permanece inexpresivo, como el Coronel que es —. Hace unos años le implante un virus, mi propia creación. Ella podría morir en cualquier momento con solo mover un dedo, así que te pregunto de nuevo —doy un paso en su dirección notando como se elevaba su respiración, se estaba conteniendo — ¿Salvaras la vida de Amaya Ahane? —espero con calma su respuesta, pero esta no llega molestando la poca paciencia que poseía.

LA SAYÓN | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora