🎤 41. Ella

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(Rata Blanca)

Doble actualizacion 2 de 2

MAX

Hay voces a mi alrededor. Las oigo. Pero suenan lejanas, ahogadas, como envueltas por alguna especie de burbuja aislante que no me permite oír con claridad. Veo pies que se mueven, gente pasar. Pero nada de eso me importa, mientras estoy sentado en el suelo, junto a las puertas por donde se han llevado a Álex.

Una mujer joven se agacha frente a mí, y toma mi mentón, mirándome a la cara.

—Necesitas atención y unos tranquilizantes. Estás en estado de shock. —Le oigo decir desde muy, muy lejos.

—No... —Niego y me muevo para liberarme de su agarre—. No iré a ninguna parte.

—No puedo dejarte aquí —insiste.

Una segunda persona se acerca a su lado, y un par de ojos grises enormes me observan.

—Max. Necesitas limpiarte esas heridas o se infectarán —dice Borja. 

—No. Tengo que estar aquí... Necesito saber...

—Hazlo —ordena Borja con voz demandante—. Ahora.

Miro a la enfermera y luego a mi amigo, alzo un poco más la vista hasta el pasillo y veo a dos oficiales de policía, con las manos en las caderas.

Borja me ayuda a ponerme de pie y la joven enfermera me toma del brazo, guiándome hacia una pequeña sala. Me quedo sentado en una silla, mientras ella deja en una bandeja metálica, varios insumos que va sacando de varios cajones y estanterías.

Acerca una silla frente a mí, dejando la bandeja en una mesita auxiliar.

—Vienen a arrestarte —explica la joven, mientras pasa algo húmedo por mi rostro—. No pueden negarte la atención médica a menos que tú lo rechaces. Así podemos hacer algo de tiempo hasta tener noticias de tu amiga.

—Mi novia. Es mi novia —susurro, con la voz ronca.

—¿Puedo saber qué hiciste? —pregunta, tomando nuevos apósitos, dejando los usados en un tacho de basura junto a ella.

—¿No tienes miedo de estar ayudando a un posible homicida? —pregunto, mirándola a los ojos. 

—Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario —murmura, desviando levemente sus ojos hacia los míos, para seguir con su tarea—. Y aunque fueras culpable de algo, no es mi trabajo juzgarte. Mi trabajo es dejarte estable para que seas juzgado por quien corresponde.

Me quedo en silencio durante largos minutos, mientras la enfermera sigue limpiando mi rostro. Sus movimientos son delicados, pero firmes.

Después de terminar con mi rostro, continua con mis manos. Ya sin rastros de sangre seca, puedo ver las heridas que me he hecho a mí mismo al golpear a Julian.

—Golpeé a un hombre —confieso, rompiendo el silencio—. Es... una historia muy larga, pero él golpeó a mi novia y yo lo golpeé a él. Quería matarlo en realidad. Quizás lo hice, no lo sé.

—No lo hiciste. Lo están atendiendo ahora mismo.

Asiento, sin saber si la noticia me tranquiliza o me enfurece.

—¿Sabes... Sabes cómo está ella?

—No... Les tomará unos minutos estabilizarla, por eso estamos haciendo tiempo aquí. Para que tengas noticias de ella antes de enfrentarte a la ley.

—Te lo agradezco.

Después de vendarme las manos. La chica se mueve por la sala, botando los apósitos usados, guardando algunas cosas y dando vueltas sin hacer mucho. Mira la hora con un gesto de disculpa.

[1] En tus manos©Where stories live. Discover now