11. Empezar de Cero

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Al llegar con el camión de la mudanza bajaron las cosas. Y Andy por fin se tomó el tiempo de mirar realmente a sus hermanas, el semblante de tristeza de Bárbara y Regina.

Se notaba en sus rostros la decepción y el maltrato; en Bárbara ya se podía ver como inconscientemente protegía con sus manos su barriga. Y sus ojos verdes hermosos que desbordaban preocupación. Seguramente por el futuro que le esperaba a su bebé.

Afortunadamente Regina no estaba embarazada, pero ambas terminaron su matrimonio de la forma más dolorosa y deshonrosa en que puede acabar una relación.

Apenas si pagaron su boleto de avión en clase turista, y tuvieron que vender como podían las cosas de valor. Lógicamente al hacer todo tan apurado y no tener los contactos necesarios, tuvieron que deshacerse de muchas cosas a los cuales les hubiesen podido sacar más dinero en la venta.

Pero se encontraban solas en un país extranjero, sin nadie que las apoye en una situación que de por sí es difícil.

Luchaban en silencio contra el sentimiento de sentirse ya huérfanas. No podían evitar la sensación de rabia, de furia y de impotencia que había en sus corazones; era como si todo el mundo hubiese jugado con su familia de la forma más cruel. Hecho añicos el esfuerzo de tantos años de su padre, y se hubiesen burlado de la forma más asquerosa, de la educación que les dio su madre. Con respecto a formar una familia.

Con pesar, sacaron junto a los dos hombres que acompañaban el camión las cajas. Las metieron dentro del pequeño departamento el cual se convertiría en su hogar.

Comparado a su antigua casa, su nuevo hogar se veía tanto o más deprimente que sus realidades. Pero en el fondo de su corazón, querían creer que habían caído tan hondo en el pozo, que lo único que restaba era volver a subir.

—Somos afortunadas chicas, he estado dando vueltas por el barrio y hay casas en dónde en una sola habitación duermen varias personas. Aquí por lo menos cada una tendrá su dormitorio, y tendremos privacidad —las animó Regina.

—Sí sobre todo cuando nazca el bebé, de verdad que no quiero que ustedes dos estén despierta todas las noches por mí causa —se preocupaba Bárbara. Y Andy la miraba con una mezcla de cariño y pena. Regina solo bajó la mirada.

—Entre todas lograremos algo estoy segura. Yo voy hoy día a terminar de acomodar mis cosas en mi habitación. Y Mañana salgo a buscar trabajo —dijo Andy.

—Yo también voy a ofrecerme en las joyerías, mi talento para crear joyas en realidad sigue intacto a pesar de que el infeliz de Gianni luego que me casé, nunca me dejó trabajar de nuevo. Sé, aunque paré tres años podría hacerlo, todavía tengo muchas ideas, y creatividad de eso estoy segura —refunfuñó Regina.

—Nuestros esposos tan solo querían mantenernos encerradas en nuestras casas, para volvernos unas inútiles. Afortunadamente fueron cortos y será más fácil para nosotras reintegrarnos de nuevo a nuestra vida laboral. Lo único que todavía no sé, es que haré con el pequeño. —pensaba Bárbara.

—Tendrás que ir a chequearte a los centros de salud gratuito, mientras tanto. Y ver cómo hacemos para apresurar tus revisiones en un lugar mejor. —dijo Andy, y no es que fuera clasista, pero le preocupaba lo que veía en las noticias de como trataban a los pacientes de escasos recursos, las negligencias médicas.

—Si no queda otra, mientras tanto podemos sobrevivir. Pero una vez tenga medios trataré de llevarlo a una consulta mejor. Me asusta un poco lo que he visto en las noticias. —dijo Bárbara ceñuda.

—Si quieres ordena tu habitación Andy yo mientras tanto voy a preparar la cena —interrumpió Regina.

Y entre que Andy arregló todas sus cosas, que de por sí eran pocas, el cuarto que tenía se hizo más pequeño, pero por lo menos era su cuarto y su libertad. Sacó la carpeta en dónde estaban todos sus documentos académicos, y empezó a ordenar sus papeles para poder escanear, y lanzar las postulaciones a los trabajos al día siguiente.

Enemiga del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora